Piper

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Piper no sabía si era culpa de su madre o del encanto propio de Jason. En el campamento ella a veces lo miraba en silencio, sin siquiera darse cuenta. De hecho, era Jason quien se percataba de la mirada como hipnotizada. Entonces, él se ubicaba bien sus lentes y le dedicaba una sonrisa para despertarla. Terminaba sonrojada. A Piper le gustaba pensar que ella era la razón por la que Jason estaba en el Campamento Mestizo, pero la aliviaba saber que no sea así.

Jason era inmensamente feliz allí. Si no fuera por el tatuaje en su antebrazo, se podría asumir que siempre el Campamento Mestizo había sido su hogar. Se lo notaba radiante. Le gustaba el desorden del campamento, y se sentía libre de los títulos y responsabilidades que le daban en el campamento Júpiter. Ese título de "pretor" le pesó por mucho tiempo. Más que hijo de Zeus, se sentía Atlas por cargar el peso de todas esas responsabilidades. También amaba su viejo campamento, claro que sí, e incluso extrañaba algunas cosas, pero, allí, en Long Island, se sentía un campista más. Recibía de vez en cuando, la visita de su hermana Thalia, quien se escapaba de la cabaña de Artemisa para compartir cabaña con su hermano. Aunque no se parecían físicamente, por su comportamiento podrías deducir que son hermanos, sus lapsos de seriedad y sarcasmos, de tranquilidad y violencia, se asemejaban mucho. De vez en cuando practicaban espadas juntos, era un enfrentamiento digno de ver, así como cuando Jason y Percy peleaban, era como cosa de otro mundo.

Piper admiraba mucho a Thalia. Como la mayoría de ellos, pasó por una vida muy dura, pero parecía que, en lugar de ensombrecerla, eso la forjó como una luchadora, una mujer digna de figurar en los libros de mitología griega. Ese aprecio parecía ser mutuo, pues le enseñaba a lanzar ballesta y una vez, le dijo que peleaba bien, que sería una digna cazadora de Artemisa, pero no la invitaba porque si lo hacía, su hermano la odiaría. "Trataría de matarme, pero no lo lograría" dijo entre risas. Piper se encargó de diseñar y fabricar un hermoso conjunto al estilo de Thalia, negro con detalles de plata, preparado para la batalla. Lo hizo con la tela ignífuga que fabricaba Calipso, gracias a unas modificaciones de la diosa, ahora podía ser abrigado o ligero si así lo quisiese. Thalia no lo podía creer, sus ojos brillaron como nunca antes al ver esa prenda. Le recordó a sus hermanas campistas en la cabaña de Afrodita emocionadas por ropa, la abrazó y le dijo que era la mejor cuñada que tuvo jamás.

En la siguiente visita, Thalia no llegó con las manos vacías. Trajo de su viaje una hermosa ballesta dorada, plegable y ligera. Fue el mejor regalo que recibió Piper, pues en su cumpleaños, Jason le regaló un tupper ¡Un tupper! Literal, Piper tenía una cornucopia que podía llenar un barco con comida fresca, pero él le regaló ¡Un tupper! Dejando eso de lado, amaba su ballesta oculta a lado de Katoptris. A pesar que los mangos a alta velocidad eran efectivos, definitivamente una ballesta era más intimidante.

Ahora Piper miraba a Jason, y no podía despegar sus ojos de él, pero a diferencia de como lo hacía en el campamento, esta era por preocupación. Eran tan vulnerables, tan dependientes de la ambrosía que ahora no funcionaba. Le trajo malos recuerdos de cuando el año pasado Jason casi perdió la vida por una puñalada en Ítaca. Sabía que Jason pasaba por un gran dolor, pero era demasiado testarudo para admitirlo. Miraba cómo con sus dedos seguía, con mucha precisión, la trayectoria de los rayos marcados en rojo en la mano derecha. Como no podía ver, era el dolor lo que le estaba marcando el trayecto.

Le puso contenta ver a Nico ofreciendo alivio a Jason. También resultaba un alivio ver al propio Nico, que ya no se encontraba tan escuálido como el año pasado.

Después de su secuestro, haber sobrevivido por días con nada más que cinco semillas de granadas, y como si fuera poco, luego de sobrevivir todo el tártaro completamente solo, podía fácilmente hacerse pasar por uno de los esqueletos del ejército de su padre. En ese entonces, apenas podía sostenerse en pie, utilizaba su intimidante espada de bastón, aun así, poco después, tomó la enorme responsabilidad de cargar con la Atenea Partenos a través del mundo. Ahora, Will no le permitía saltarse ninguna comida. De hecho, era el único que podía ejercer algún tipo de autoridad sobre Nico y lo mantenía sano, como hijo de Apolo, lo hacía muy bien. Era el sol que necesitaba para no desvanecerse en las sombras. Eran tan diferentes, pero se complementaban tan bien a la vez, como el ying-yang, pensaba Piper. Cuando se enteró que era hija de Afrodita, no le gustó para nada la idea, se sintió débil y superficial, pero eso quedó atrás. Ahora entendía que el poder del amor, englobaba muchos más poderes, el amor sana, el amor alivia, por amor uno lucha, se sacrifica, es tan poderoso que puede iniciar o acabar con las guerras, era como juntar varios dioses juntos. Nico merecía toda la felicidad del mundo, había demostrado su valentía demasiadas veces, era extraño, porque en el campamento, Nico era el menor y el mayor a la vez.

Al escuchar a Leo contar que perdía su capacidad de creación, se dio cuenta que ella se sentía rara también, no sentía que había perdido su toque divino, para nada, pero se sentía aérea y pensativa ¿Podría ser su paranoia nada más? Apartó esos pensamientos y se obligó a involucrarse en el importantísimo debate.

Cuando Nico arrojó la moneda para la llamada Iris y cayó sin resultados, Piper sintió la necesidad de intentarlo. La arrojó y voló hasta la mitad de la mesa y se detuvo en los aires, miró a su alrededor y todos estaban quietos, como si se hubiera detenido en el tiempo. Ella era la única que se movía.

–        ¿Qué–!?

El comedor se llenó de luz y de un perfume que Piper conocía.

–        ¡¿Madre?!

Afrodita apareció sentada a lado de Jason.

–        Hija, estoy orgullosa de vos. Hiciste una buena elección, un hijo de Zeus es muy poderoso.

–        ¡Ay, mamá! – dijo Piper molesta.

–        Este no es muy ambicioso, pero no es que los dioses grandes tengan muchos hijos, así que...

Piper parecía que estuviera por lanzar fuego como Leo, furiosa por el comentario. Pero Afrodita pareció no percatarse o al menos, no importarle.

–        Ahora no está tan apuesto, pero cuando se cure su piel...

–        ¡Madre!

–        Sí, sí, cierto, a lo que vine – se puso de pie, se subió sobre la mesa y admiró la moneda flotando en el aire– solo vengo a advertirte hija. No intervengas, al menos no ahora.

–        ¡¿Qué está pasando?! – preguntó Piper.

–        Algo no tan... amoroso que digamos... – respondió Afrodita – no te cuento más porque espero solucionarlo pronto, antes que pase a mayores.

–        ¡¿A mayores?! – exclamó Piper – ¡dos amigos míos casi murieron!

–        ¡Oh! Le pasó a más que dos, querida – respondió Afrodita – me temo que algunos no tengan tanta suerte como Percy y Jason.

–        ¿Hay más gente herida? – preguntó Piper –¡¿Qué es lo que está pasando?!

–        Lastimosamente – irrumpió Afrodita – No puedo decírtelo, sería admitirlo y eso impediría que pueda arreglarlo. Tal vez no sea tarde aún.

–        Pero madre, debemos saber y...

–        Hija mía – se acercó a Piper y le acarició el mentón – solo vengo a advertirte que no hagas nada ahora. Si logro detener esto, todo irá bien.

–        ¿Qué significa eso?! – dijo asustada.

–        El amor es ciego – Afrodita miró a Jason – y puede conducirnos a caminos sin retorno, a abismos de los que podemos caer o tal vez a la felicidad.

–        ¿Por qué los dioses tienen alergia a ser claros?! – dijo furiosa Piper mirando hacia arriba.

–        El idioma más difícil es el del amor – dijo dirigiéndose a Piper – y tú lo hablas.

–        ¡¿El francés?! – cruzó los brazos.

–        Y si esto sale mal – continuó Afrodita – tu debes traducir el amor para tus amigos. Para crisis como las que se aproximan, no se necesita la visión para guiar, se necesita observación y los trayectos que valen la pena seguir son conducidas por la razón y el corazón.

–        Madre, por favor, dime qué significa todo esto – insistió Piper a modo de súplica.

–        No le digas a tus amigos que me viste – interrumpió Afrodita – actúa como si no supieras nada.

–        Madre...

–        Te amo hija.

Afrodita se esfumó en un fulgor de luz.

Percy Jackson y la Tormenta en el Olimpo (LIBRO COMPLETO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora