Capítulo 35

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MARATÓN DE CAPÍTULOS
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ALMA

Saqué del sobre una tarjeta con relieves dorados y comencé a leerla:

En cuanto alcé la vista de la tarjeta Pedri me tendió una cajita cuadrada de tamaño mediana para que la abriese

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En cuanto alcé la vista de la tarjeta Pedri me tendió una cajita cuadrada de tamaño mediana para que la abriese.

La caja tenía el tacto aterciopelado, la abrí con mucho cuidado hasta revelar lo que se encontraba en su interior.
Se trataba de un colgante dorado con una inicial diminuta.

Pedri me había regalado un colgante con su inicial.

Le miré sorprendida, aunque él estaba un poco nervioso con las manos posadas en los bolsillos de su pantalón beige.

—Pedri... no tenías que hacer esto.—Le dije mientras acortaba la distancia entre nosotros.

—Lo sé, pero quería tener un detalle contigo.—Se encogió de hombros.

Me quedé observándole unos segundos más, tenía los ojos brillantes y una media sonrisa mientras me observaba.

—¿Me lo pones?.—Pregunté mientras le tendía la caja, Pedri asintió mientras dejaba escapar la gran sonrisa que había intentado ocultarme.
Me quité la sudadera porque allí hacía un poco de calor, debajo de esta llevaba un top de tirantes negro.

Pedri deslizó la fina cadena dorada por mi cuello, aparté mi pelo castaño hacía un lado y dejé que sus manos hicieran el trabajo.
Me estremecí al sentir su respiración rozar mi cuello, se me pusieron los pelos de punta y se me erizó la piel, de pronto todo mi cuerpo estaba en tensión por su proximidad.

En cuanto acabó me di la vuelta para encontrarme a milímetros de su rostro.
Pedri no se separó ni un ápice de mi, se quedó sujetando mi cintura mientras nos mirábamos en silencio.

Acerqué mis manos hacia su rostro y le atraje más a mi para unir nuestros labios en un beso suave y delicado que se fue intensificando a medida que transcurría el tiempo.
Nos separamos con nuestras respiraciones agitadas, aunque sin dejar de abrazarnos.
Mi barriga hizo un ruido extraño el cual hizo que nos riéramos en seguida.
En otra ocasión habría sentido vergüenza, pero era Pedri, ya conocía casi todo de mi y era incapaz de sentirme avergonzada estando con él.

—Supongo que eso significa que tienes hambre.—Rió.

—La verdad es que si.—Reí por igual.

—Entonces toma asiento.—Se separó de mi cuerpo e hizo un gesto apartando una de las sillas para que me sentase, le di las gracias y este ocupó el lado opuesto.

—Me encantaría decir que esto lo he hecho yo... pero la verdad es que lo he pedido a uno de tus restaurantes favoritos.—Sonrió mientras destapaba la bandeja del centro.

LA ISLA- PEDRI GONZÁLEZKde žijí příběhy. Začni objevovat