Capítulo 7

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ALMA

Llegamos a la casa y ordenamos cada cosa en los armarios de la cocina y en la nevera, Fer me había dicho que los Lunes hacían un mercadillo a dos calles de donde estábamos y que solían tener muy buenos productos, así que quedamos en que iríamos a comprar provisiones ese día y que este fin de semana nos lo tomaríamos como un pequeño descanso para ordenar un poco las ideas que tuviéramos.

Eran las 16:50, hacía bastante calor a pesar de no ser verano, aquí por lo visto mucho frío no es que hiciera, decidí ponerme un bikini azul y bajar a bañarme un rato y tomar un poco el sol.

Fer había ido a echarse la siesta y suponía que Pedri también había hecho lo mismo, pero al llegar a la piscina le encontré nadando de un extremo al otro.

—Hola.—Dije.

—Hola.—Respondió con la respiración agitada.

—¿Molesto?.—Pregunté mientras señalaba la tumbona en la que quería dejar mis cosas.

—Nunca.

Evité darle importancia a lo mucho que me había gustado esa respuesta, simplemente dejé mis cosas en la tumbona y me quité la camisa que llevaba puesta por encima, ya me había puesto arriba protector solar, así que solo me tumbé con mis gafas de sol puestas y disfruté de la vista.
Y no, no me refería precisamente a que la piscina tuviese unas vistas magníficas de las montañas de la isla, más bien me refería al canario que tenía nadando delante mía, no me escondo.



PEDRI

Estaba nadando tranquilamente cuando apareció alma en la piscina y se tumbó a tomar el sol con un bikini azul que le quedaba de infarto, no sé cómo me he contenido todo este tiempo a acercarme a ella, creo que la petición de Fer ha sido tan contundente que tengo miedo a fallarle, porque en otras circunstancias ya le estaría quitando la parte de arriba del bikini y acariciándole la espalda con la yema de mis dedos.

Sacudí mi cabeza intentando sacar las ideas que me estaba originando en mi cabeza, pero fue en vano, ya que a los pocos minutos la tenía entrando lentamente en el agua.
A ver cómo le explicaba yo a la médica del barça en las próximas pruebas que nos hicieran de que había tenido ya unos tres microinfartos con solo 20 años y en menos de una semana.
Todo es culpa de esta mujer.

Se acercó nadando despacio hasta donde estaba yo, y yo solo pude seguir con la mirada cada movimiento que realizaba, ya me daba hasta igual disimular, estaba perdiendo la poca cordura que me quedaba.

—¿Por qué me miras tanto, me he quemado?.—Preguntó frunciendo el ceño.

—Un poco.—Mentí.
Lo sé, no estaba bien mentir, ¿pero que se suponía que le iba a decir?, que me había quedado admirándola porque me parecía que estaba jodidamente preciosa con su pelo alborotado, con ese bikini que le quedaba como un guante y con las mejillas ligeramente rosas del sol.
Pues no. No podía decirle eso, prefiero mentirle, por mi bien, por el suyo y por el del futuro de Fer.

Puso cara de preocupación ante mi respuesta y me sentí como un completo idiota.
Y como acto reflejo, me acerqué hasta ella y acaricié sus mejillas con la yema de mis pulgares.
Alzó la mirada hasta mis ojos, noté que se había tensado un poco.

—No se nota mucho alma, solo estás un poco roja, eso es todo, tranquila.—Seguí acariciando su rostro hasta que la sentí relajarse y luego se separó un poco de mi.

—Tu también te has quemado Pedri.—Me tocó la nariz con su dedo índice y empezó a alejarse de mi para nadar un poco.

—Es la primera vez que me llamas así.—Dije mientras nadaba en su dirección.
No quería separarme tanto de ella.

—Hasta hace como dos horas no sabía que era tu apodo, ¿Por qué no me lo habías dicho?.— Preguntó.

—No sé, simplemente me salió sólo decirte que me llamaba Pedro.

En realidad no lo hice porque tenía miedo de que al decirlo me reconociese y todo se fuese a la mierda como las últimas tres veces que había intentado tener algo con otras chicas.

—Pedri te pega más, es más original.—Sonrió.

—Que no te escuche mi madre.—Bromeé y ella se rió como respuesta.
Estuvimos unos segundos callados antes de que ella rompiera ese silencio.

—Hoy te he notado un poco tenso, sé que no nos conocemos desde hace mucho, pero esas cosas suelo notarlas en seguida.

Me quedé en silencio un poco más y desvié la vista de su rostro por primera vez en toda la tarde.

—No hace falta que me cuentes que te pasa, se que aún no hay confianza suficiente, solo quería que supieras que puedes contar conmigo.—dijo acercándose un poco más a donde estaba.

Se me originó un pequeño nudo en la garganta al escucharla hablar así, sobre todo porque no sabía que ella era la causante de tanta tensión.
No fui capaz de pronunciar nada más allá de un: "Gracias Alma", y unos cinco minutos después, aproveché para salir de la piscina y volver a refugiarme en mi habitación hasta la hora de la cena.

LA ISLA- PEDRI GONZÁLEZWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu