Capítulo 1

10.7K 309 15
                                    

Mentiría si dijese que no estaba nerviosa, la verdad es que estaba como el postre que estaba llevando hacia la mesa en estos momentos, es decir, como un flan.

Me quedo de pie a escasos centímetros de la mesa en donde he tenido que dejar los platos para la cata, Fernando González López, el propietario del local en donde nos encontrábamos, miraba atentamente cada detalle de los platos, a ambos lados de este, se encontraban dos señores que inspeccionaban cada detalle de igual forma.

La mujer, me miró seria antes de hablar.

—Buenos días, ¿Te puedes presentar y explicarnos los platos, por favor?.

Sentía mis manos sudar levemente, las sequé disimuladamente con el delantal, y carraspeé un poco antes de hablar.

—Buenos días, mi nombre es Alma Díaz, actualmente vivo aquí en Barcelona y me acabo de titular en el grado de cocina y gastronomía, como habrán podido observar en mi currículum también he hecho varias formaciones en el Culinary Institute of Barcelona a pesar de tener solo 22 años, si me permiten me gustaría empezar a explicaros los platos que he preparado para la cata.

Me acerqué un poco más a la mesa, había elaborado tres platos que había presentado en porciones pequeñas y dividido en tres raciones para cada Juez, tal y como habían solicitado en el correo de citación que me habían enviado ayer mismo.

Fernando me miraba atento, he de admitir que era bastante atractivo, pero ante la posibilidad de que fuese mi jefe, aparté cualquier pensamiento de este estilo.

—Como pueden observar, he creado tres platos basándome en la idea que solicitaban, he de decir que no he estado nunca en las Islas Canarias pero me he intentado documentar de la mejor manera que he podido.
Como entrante he creado unas croquetas de vieja sobre un crocante de papas arrugadas, de primer plato un tartar de Rabil con base de encurtidos y tomates rosa, de postre flan de queso o "quesillo" coronado de un mousse de gofio.

Di un paso atrás y les hice una señal para que empezaran con la degustación.

Los tres empezaron por la croqueta, estaba muy nerviosa, Fernando se giró en seguida hacia su derecha y cruzó miradas con la mujer.
El hombre que estaba a su izquierda sin embargo no hizo ni el menor gesto.
En silencio siguieron degustando los demás platos, no decían nada, simplemente se echaban miradas entre ellos, lo que solo hacía que ponerme más nerviosa.

Di gracias a Dios y a todos los santos de que acabaran de comer mis platos.

—¿Y bien?.—Dije sin poder reprimir más mi ansiedad por saber el veredicto.

—Elegir croquetas como entrante ha sido una decisión arriesgada Alma.—Empezó a hablar Fernando.
No pude evitar fruncir el ceño en señal de extrañeza, para mi las croquetas eran de las elaboraciones más simples de la comida mediterránea, así que no entendía bien por qué había hecho el comentario, por suerte este siguió con la explicación antes de que pudiera seguir confundiéndome aún más.

—Esto se debe a que la persona que hace las mejores croquetas del mundo, está sentada aquí a mi lado.—Señaló a la mujer.

Abrí los ojos como platos ante tal afirmación.

—No le hagas mucho caso a mi hijo, Alma, tus croquetas estaban espectaculares.—La mujer, que se había presentado como Rosy, sonrió tras decir esto y en ese instante volví a recobrar mi ritmo habitual de respiración y sentí mis hombros aliviar la tensión que había acumulado.

—Estoy totalmente de acuerdo con mi mujer, cada plato que has elaborado ha sido único.—Dijo el señor que había al lado de Fernando, el que ahora entendía que debía de ser su padre.

—¿Estás segura de que no has ido nunca a Canarias?.—Dijo Fernando esta vez.

—Con lo bonita que son las islas, créeme que lo recordaría.—Dije risueña, ya había disipado cualquier rastro de nervios tras las críticas, volvía a ser yo.

—Bueno, pues a eso habrá que ponerle remedio, por mi parte, debo decirte que has sabido transmitir el alma canario a cada bocado, lo has hecho con delicadeza y elegancia y respetando cada sabor, pronto recibirás noticias nuestras.—Tras decir esto los tres se pusieron de pie y les estreché la mano a modo de despedida.

Salía del local llena de felicidad y buscando entre mi bolso mi teléfono para llamar a mi madre, tan distraída iba que no me di cuenta de que el suelo estaba recién fregado y me resbalé.
Cerré los ojos esperando el impacto contra el suelo, impacto que nunca llegó ya que alguien me había sujetado por la cintura y había evitado que hiciera el mayor ridículo de mi vida.

Alcé la vista hasta la persona que me sujetaba, tenía el pelo castaño peinado hacia delante, los ojos marrones pero no muy oscuros, la sombra de una barba que en pocos días haría acto de presencia del todo, labios rosados y carnosos, brazos definitivamente fuertes.
Me quedé paralizada, en parte por el susto, pero sobre todo por lo atractivo que me parecía este chico.

—¿Estás bien?.—Preguntó, pude notar su acento al segundo, era muy parecido al de los jueces y al de Fernando, así que supuse que era alguien que también trabajaría en el restaurante.

—Sí, perdona, iba distraída buscando el móvil para llamar a mi madre, tengo buenas noticias.—Recobré la compostura.
—¿También vienes a la entrevista o trabajas aquí?.—Inquirí.
El chico me miró con extrañeza y se quedó en silencio un segundo antes de responderme.

—Se podría decir que sí en cierto modo.

No quise preguntarle nada más, no quería ser entrometida, así que simplemente le sonreí antes de añadir una última cosa.

—Entonces espero que nos veamos pronto, soy Alma.—Incliné la mano para que la estrechara, este la miró atentamente antes de acabar repitiendo mi gesto y aceptando el saludo.

—Encantado, soy Pedro.
Noté cierto tono dubitativo en su voz, pero no le di importancia.

—Pues ha sido un placer Pedro, pero tengo que llamar a mi madre corriendo antes de que me haga ella a mi unas diez llamadas —Reí y el hizo lo mismo.—Gracias por evitar que acabase en el hospital, por cierto, te debo un café.—Acabé de decir mientras seguía alejándome hacia la puerta.

Una vez fuera, llamé a mi madre mientras iba camino a mi piso, quien probablemente me había dejado sorda con sus gritos y sus "Te lo dije", luego llamé a mi padre, pero no obtuve respuesta como de costumbre, así que seguí andando hacia casa con una sonrisa enorme plantada en mi cara, nada podía arruinarme este día, todo había salido mucho mejor de lo que me esperaba.

LA ISLA- PEDRI GONZÁLEZWhere stories live. Discover now