33. Tiempo en el reloj

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Vanessa

Un cosquilleo en mi cuello me hace abrir los ojos. Reviso la hora en mi celular. Las diez de la mañana. Una bonita hora para despertar en domingo.

La mano de Adrik se encuentra rodeando mi cintura con delicadeza, mi espalda toca su pecho y mi trasero está encajado en su pelvis. Tiene una rodilla en medio de mis piernas, y como costumbre, estoy inmovilizada.

Este hombre me cree una almohada. ¡Una almohada! Pero no me quejo, es bonito despertar así. Me remuevo con cuidado de no despertarlo o lastimarme. Es inútil. Logro girar un poco la cabeza y me encuentro con sus espesas pestañas negras decorando sus parpados, luce tan tranquilo y relajado que no quiero incomodarlo. Pero ya me tocan mis pastillas. Así que jugueteo con su nariz, él gruñe y se acomoda más en mi cuello. Deja un beso ahí algo sugerente, por lo cual termino gimiendo. Su mano que se encuentra en mi cintura, se escabulle dentro de mi playera hasta mis senos descubiertos. Comienza a dibujar círculos en mis pezones y estos no tardan en traicionarme.

—Adrik... ¿Estás despierto?

Vuelve a gruñir, este en serio está dormido.

Intento alejar su mano traviesa de mi pecho, pero nada, no despierta, no se detiene. No es que me desagrade el hecho de sentirlo, al contrario, pero diablos, tengo la vejiga llena, debo tomar mis pastillas y cachondearme no ayudará en nada.

—Nena... Nena... Mierda, sí, así... —jadea ronco, rasposo.

Siento algo picudo rozar mi trasero. ¡Santo cielo! ¡Está teniendo un sueño caliente! Las mejillas comienzan a arderme sobremanera, una cosa es tenerlo gimiendo cuando tenemos sexo, pero otra muy distinta cuando él está tan vulnerable en sus sueños y gime con tanta libertad que me enciende.

Su pierna apretuja más la mía y de pronto siento su pelvis frotarse deliberadamente con mi trasero. Mi intimidad comienza a sentirse apretada y húmeda, esto es mucho para mí, nunca le había pasado esto. Restriega su erección contra mi trasero cubierto y de a poco aumenta la intensidad. Sus manos siguen atormentando mis pechos y yo ya no puedo más.

Quiero orinar, quiero estallar en un orgasmo, pero no puedo hacer ambas cosas porque si no ocurrirá un accidente.

Me remuevo inquieta hasta liberarme. Me alejo de él porque ahorita es un peligro para mí. Llego a mi baño y descargo mi vejiga con dificultad porque la excitación no me deja. Al terminar cepillo mis dientes, lavo mi cara y regreso a mi habitación.

Adrik sigue dormido, hablando entre sueños. Su mano izquierda se ha metido en su pantalón y puedo verla haciendo movimientos sugerentes que me hacen apretar las piernas juntas. Con su otra mano logra bajar un poco el short y pronto su longitud es expuesta ante mis ojos. Me agarro de la pared para no caer. Esto es tan malditamente caliente que deseo brincarle encima y enterrármelo, o como dijo Frida, montarlo. Pero desisto, porque está dormido.

Los movimientos de sus manos son más pronunciados, más acelerados, su rostro está tan enrojecido que parece tomate. Sus gemidos son música para mis oídos, pero decido taparlos porque no quiero excitarme más de lo que estoy. Segundos después se corre encima de su abdomen y queda lánguido, solo su pecho sube y baja con rapidez.

Agarro una toalla y lo limpio. No me gustaría que alguien entrara de casualidad y lo viera así. Subo su short hasta debajo del ombligo y lo cubro con mi cobija. Le doy un beso en los labios antes de salir de mi habitación para que mamá me ayude a colocar el ungüento en mi espalda.

—Buenos días mi cielo. ¿Qué tal durmieron? —pregunta mi mamá abriendo sus brazos para recibirme. No dudo en meterme entre ellos recibiendo así un beso cálido.

La favorita del guitarristaOnde as histórias ganham vida. Descobre agora