6. Aflicción y arrepentimiento

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Vanessa

—¡Necesitamos ir a una fiesta, Jass!

El chico de ojos grises, quien está inflando la llanta de su bicicleta ponchada, se detiene para mirarme con la ceja alzada y la gran interrogación tintineando en su rostro.

—¿Ir para que me regañen tus papás? No gracias, nena. Así estoy bien.

—Eres un miedoso —le saco la lengua y ruedo mis ojos para entonces dejarme caer en la manta que coloqué encima del pasto que él tiene en su jardín.

Quería estar acostada en su cama leyendo ese libro de ángeles y humanos que tiene, pero está haciendo demasiado calor lo cual me hace odiar el mes de junio. Encima, se descompuso el aire acondicionado que tienen en toda su casa lo cual hace el bochorno más insoportable. Es por eso que decidimos estar aquí afuera.

—Claro que lo soy —ríe y continua en su labor—. Imagina que te llevo a una fiesta donde hay muchos borrachos y drogadictos. Imagina que el ambiente se aloca, ellos empiezan a pelear y te lastimas o algo por el estilo. Tus papás pueden literalmente meterme a la cárcel si desean, Ness. Recuerda que no te gano precisamente con tres años y las fiestas acorde a tu edad son muy distintas a las de mi edad. Tanto tú cómo yo, desentonaríamos en otro tipo de círculo social.

—Hablas como si fueras un anciano —replico en un gruñido—, y solo me ganas con diez años, exagerado. ¡Pero ya qué!

—Cuando seas mayor de edad...

—¿Ajá? —lo interrumpo, sentándome apresuradamente en mi lugar para verlo de frente. Por instantes sus ojos grises miran mis labios, esos que deseo que bese sin contemplaciones, pero sé que jamás lo hará porque me respeta.

Jassiel traga saliva, regresa sus ojos a los míos y me regala una tierna sonrisa.

—Cuando tengas dieciocho prometo que iremos a una.

—¿Y si me adelantas el regalo? —bailoteo mis cejas—. Total, en tres meses cambiaré el número siete por el ocho en mi edad. ¿Qué dices?

Pero Jassiel niega y yo vuelvo a recostarme.

Apesta tener diecisiete años.

Pero más apesta querer intimidad con él, pero no conseguir nada salvo abrazos y besos en la cabeza o mejilla.

Una amarga sonrisa se despliega en mis labios ante ese recuerdo porque yo en verdad quería ir a una fiesta con él, pero no una familiar o del pueblo, sino una fiesta de verdad. Una donde pudiésemos bailar pegaditos y donde estuviésemos rodeados de desconocidos para que así él se atreviera a probarme cómo tanto yo deseaba.

Me pregunto qué habría pasado si Jassiel hubiese dejado a un lado sus valores y simplemente hubiese accedido a estar conmigo como deseaba. ¿Qué de malo había en nuestra relación? Sí, él me ganaba con diez años, prácticamente lo conocí siendo una niña, pero eso jamás me importó ya que embonamos como dos perfectas piezas de rompecabeza.

Actualmente sé que esa convivencia estaba mal y entiendo bien por qué se frenó tanto, pero eso no borra el gran dolor que me causó su rechazo. Rompió mis ilusiones, pero yo decidí quedarme a su lado creyendo que algún día me pediría ser su novia. Además, lo consideraba mi amigo, mi mejor amigo.

Enjaulo mis deseos frustrados y el recuerdo de Jassiel en algún punto de mi cerebro para mejor entrar por la gran puerta de metal rumbo al salón principal. Las luces neones y el humo blanco me invaden tanto que me encuentro achicando los ojos y tosiendo.

Merodeo por el lugar en busca de mis amigos, la música latina resuena a todo volumen lo cual me hace reconocer a los artistas en seguida: Ángel y Khriz con su canción de Ven Báilalo. Las ganas de moverme al ritmo me golpean, pero no lo hago porque me da pena así que mejor me dedico a buscar a Frida y Kevin.

La favorita del guitarristaWhere stories live. Discover now