12. Los golpes disciplinan

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Vanessa

Después de aquel quiebre emocional que tuve en la cocina tras descubrir mis sentimientos prematuros por Adrik, me vine a tomar una ducha en la tina. Eso me ha despejado un poco y es por eso que ahora me siento un poco mejor.

Termino de vestirme y por mi ventana miro a mamá bajar de su carro con bolsas de supermercado y no dudo en salir a ayudarle pues seguro mis hermanos están ocupados.

Recorro el pasillo mientras me hago una coleta. La pequeña brisa de la tarde me eriza los vellos haciéndome frotarme los antebrazos.

—Hola, mami —la saludo, dándole un beso en la mejilla—. ¿Te ayudo?

—Claro, mi cielo. En la cajuela hay tres bolsas más.

Hago un asentimiento de cabeza y voy por ellas para entonces cerrar la cajuela. Ingreso a mi casa para dirigirme a la cocina, pero, desgraciadamente, aquí me encuentro con el militar guardando unas cosas en la alacena con tanta confianza que me irrito.

Dejo las bolsas sobre la mesa y me cruzo de brazos ante la imagen. ¿Él que diablos hace aquí?

—Hola, Vanessa. ¿Cómo estás? —pregunta sin mirarme, sacando de las bolsas algunos víveres. Aprieto mis labios en una firme línea.

—Bien. ¿Por qué está aquí? Que yo sepa mamá no nos mencionó que vendría a comer con nosotros.

El hombre alza su mirada de la bolsa para escrutarme. Sus fríos y muertos ojos verdes recorren lento mi figura, desde los pies hasta mi rostro donde es evidente que tengo una expresión de desagrado. La comisura izquierda de su labio se alza en una sonrisa para nada grata. Siento un escalofrío recorrerme la columna.

—Tengo entendido que tu madre es una mujer adulta que puede tomar sus propias decisiones y hacer lo que le plazca en su propia casa —revira pedante, hosco, caminando hacia donde me encuentro estática.

Este cabrón de mierda ha colmado mi paciencia.

Golpeo su mano cuando intenta tomarme del codo. Eso parece no gustarle porque nuevamente busca alcanzar mi brazo. Me alejo de él sintiendo el corazón desbocado, el rostro ardiendo de la ira y temor.

—No se atreva a tocarme, cerdo asqueroso —siseo, apretando mis manos en puños—. Y lo que dice es cierto, pero ella siempre nos comparte lo que hace, no veo por qué le molesta que quiera saber la razón madre no avisó que una visita tan desagradable vendría hoy.

Estoy que le vomito encima. No puedo creer que alguna vez sentí algún tipo de atracción por él. Es obvio que su cuero de hombre guapo es solo un camuflaje a la basura que reside dentro de su cuerpo. Está podrido. Entonces las palabras de Kevin llegan a mi mente: «No te involucres con él». ¿Acaso se refería a que el hombre parece una escoria? ¿A que su verdadero carácter es mucho peor de lo que se rumora? No lo sé, pero no me gusta para nada que este hombre de buenas a primeras quiera invadir mi territorio y me hable de esa manera. Mucho menos encuentro agradable que busque tocarme con tanta insistencia.

—Vaya, creo que tu madre hizo un mal trabajo al educarte, niña —dice dándose la media vuelta y continuando con lo que hacía.

Aprieto mi mandíbula con fuerza. Estoy a punto de responderle algo ofensivo cuando una mano en mi hombro me hace respingar.

—¿Cerraste la cajuela, cielo? —pregunta mamá a lo que asiento—. ¿Qué tal descansaste, hija? Anoche llegaste un poco tarde.

El militar alza su vista, parece sorprendido ante las palabras de mi señora madre. Lo ignoro y pongo mi atención en ella. Suavizo mi expresión amarga.

La favorita del guitarristaМесто, где живут истории. Откройте их для себя