26. No conoces mi lado oscuro

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Maratón de #Nessik parte 4 de 4.

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Vanessa

La idea de mirarnos, separarnos y marcharnos por distintos caminos, me provoca una renuencia tan fuerte que me resulta dolorosa y aniquilante. Es como si alguien hubiese metido su mano en mi pecho para apretar mi corazón con tanta fuerza que manda latigazos de mucho dolor por cada una de mis terminaciones nerviosas.

Veo como Adrik sube su maleta en el tronco de la camioneta de Aquileo, el hombre que se quedó atascado en el elevador conmigo en el hospital, y como me avienta una mirada triste antes de pedirme que me acerque a él.

No pongo resistencia, de hecho, esa palabra no tiene significado para mí cuando lo único que quiero es estar atrapada entre sus fuertes brazos.

Esconde su rostro en la curvatura de mi cuello y aspira mi aroma. Con sus labios carnosos y húmedos deja un aniquilante beso en la zona antes de alzarse y reclamar mis labios en un beso totalmente pasional y hambriento que debilita mis piernas. Su mano viaja hasta lo más bajo de mi espalda y me pega a él como si necesitara asegurarse de que esto es real mientras la otra sostiene mi nuca para acercarme más. Se abre paso con su lengua entre mi boca y me prueba como solo él sabe hacerlo, despertando mis hormonas, aniquilando mis neuronas y causando un revuelo por toda mi sangre que viaja gustosa hasta mis mejillas y pecho. No obstante, un carraspeo nos hace separarnos de golpe. Pega su sien con la mía.

—Te echaré tanto de menos nena... —musita bajito, con voz rasposa. Su pulgar acaricia con mimo mi cachete—. No quiero irme.

—Tampoco quiero que te vayas, Adrik, pero tienes qué continuar con la gira. Tienes fans a quienes complacer.

Nos separamos y nuestros ojos colisionan. En serio que nunca más podré encontrar un par de ojos iguales a los de él, algo tienen que me resultan nostálgicos y hechizantes, es como si en una vida pasada mis ojos y los suyos hubiesen coincidido y explotado en miles de partículas.

«Jassiel también los tenía grises», susurra esa voz en mi cabeza, pero niego, sintiendo la amargura en mi pecho. Los ojos de Adrik tienen la valentía y el deseo que mi amigo jamás tuvo.

—Oigan... No me agrada interrumpir momentos tan íntimos, pero debemos irnos ya, Adrik. Eli nos espera para ultimar detalles para el concierto —dice Aquileo en tono avergonzado y entonces la realidad vuelve a golpearme.

Bajo la cabeza para resoplar en completa decepción y después la alzo. Mi novio no necesita a una novia chillona y dramática. Hasta ahora he hecho un buen trabajo en contener mis lágrimas. Fue demasiado esfuerzo no llorar en sus brazos mientras viajábamos de Alaska para acá.

—¡Mierda! ¡Yo no puedo hacer esto! —espeta Adrik, pateando la llanta de la camioneta con demasiada furia que respingo. Aquileo abre sus ojos en asombro, pretende decirle algo, pero el guitarrista niega y simplemente sube a la camioneta cerrando la puerta de una forma tan ruda que incluso el vidrio tiembla.

—¿Qué le...?

—Estará bien, Ness —me dice él, colocando su mano sobre mi hombro para darle un apretón—. Solo es alguien que odia las despedidas como no tienes idea.

—Cuida de él por favor, Aquileo.

—Lo haré. —Me sonríe—. Muchas gracias por acompañarlo. No sabes lo gratificante que fue mirarlo abrirse finalmente a una mujer.

—¿A qué te refieres?

—Yo sé mis cuentos —le resta importancia—. ¡En fin! Hasta pronto, Ness.

La favorita del guitarristaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora