—Pero una cosa es que lo sepa y otra... —se atraganta con su propia saliva al tener el pecho moreno tan cerca—. A partir de ahora, cuando durmamos juntos será en tu casa, que tiene una cama muy chula también.

—Es cómoda, ¿eh?

—Sé que intentas avergonzarme, pero ya no está mi madre, así que sí, es comodísima para saltar y sus variantes sexuales.

—Gracias por la información que me mantendrá despierto por las noches. —Pega un saltito cuando Manolo habla de la nada. ¿Estaba antes ahí? Peor, ¿Agoney lo sabía? Lo mata—. ¿Está la señora esa todavía aquí?

—Si te refieres a mi madre, está duchándose.

Pega un bufido. El moreno solo puede fijarse en lo mucho que se parecen en esos detalles tan adorables.

—Espero que le quede poco aquí. Estoy seguro de que tiene muchos juicios a los que debería atender, en lugar de seguir aquí vigilando. ¡Como si yo no supiera cuidar a mi hijo!

—¡Te recuerdo que dejaste que le dispararan! —Se escucha el grito de Susana desde la planta superior.

—¡Como si tú pudieras haberlo evitado!

Y a partir de ahí la casa se convierte en un intercambio de insultos. Agoney le roba un cereal a su novio.

—Creo que mejor voy a cambiarme ya de ropa.

—Por mi salud mental, por favor —implora, con ojos de cansancio.

Se marcha antes de que al bombero le dé un síncope. Así al menos se calmarán un poco las cosas. Para cuando vuelve, ya listo para empezar su turno en media hora, padre e hijo comparten espacio sin ningún problema. La televisión está encendida y muestra los incendios que azotan España. En Murcia hay uno en la zona de la sierra que no han conseguido controlar.

—Como no se pongan las pilas va a acabar fatal —comenta, dejando su bolsa sobre la encimera.

—Tienen muy pocos efectivos, lo que no sé es cómo no piden refuerzos —masculla el mayor.

—¿Vosotros no podéis ir? —pregunta el policía con curiosidad.

—Raoul por supuesto que no —interviene Susana.

El rubio pone los ojos en blanco.

—Por última vez, no soy un crío pequeño, puedo trabajar como siempre.

—Eso habrá que verlo.

—En realidad en dos días me quitan los puntos... —Juguetea con sus propios dedos—. Eso significa que ya podría trabajar en el próximo turno.

—Si tú te ves bien, a mí me parece genial, que siempre se necesita un par de manos extra. —Manolo le da un cariñoso apretón.

La madre bufa y se marcha, murmurando insultos hacia su exmarido. Raoul lo mira a él en busca de apoyo, por lo que le besa los labios y aprieta sus hombros.

» A lo que iba, Agoney. Los encargados de estos incendios son los bomberos forestales. En principio nosotros y ellos nos encargamos de situaciones distintas, pero podemos colaborar en incendios como estos. El problema es que se está descontrolando y no nos llaman.

El policía asiente con educación, entendiendo por dónde van los tiros. Revisa su reloj y suspira.

—Tengo que marcharme, entro en veinticinco minutos y tengo que pasarme por casa para ponerme el uniforme. ¿Te veo luego? —Acaricia la nuca de su chico con cuidado.

—Me paso yo por tu casa. —Suena casi a amenaza, pero a él le parece bien.

Raoul suspira cuando se ve solo con esos dos. El hecho de que lleven veinte años sin compartir espacio hace que cada pequeño conflicto se intensifique. Él no está preparado para eso, no cuando hace cinco meses vivía de forma independiente.

En el improbable caso de una emergencia-RAGONEYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora