18. Martina

1.1K 262 70
                                    


Una semana y media después de haberme ido de la casa, Juanjo todavía no daba señales de vida

Ups! Gambar ini tidak mengikuti Pedoman Konten kami. Untuk melanjutkan publikasi, hapuslah gambar ini atau unggah gambar lain.

Una semana y media después de haberme ido de la casa, Juanjo todavía no daba señales de vida. No me había escrito ni me había buscado, por lo que fui yo la que decidió ponerle un punto final al asunto y aparecí en la casa cerca del mediodía.

—Hola —dijo como si nada mientras se servía la comida.

—Hola... Tenemos que hablar —comenté.

—¿Ah? ¿sí? ¿Ahora? Porque te fuiste hace más de una semana y yo ahora estoy ocupado —respondió como si nada.

—Bueno, si no quieres hablar solo escucha —insistí—. Esto se ha acabado, Juanjo, ya no podemos estar juntos.

Detuvo lo que hacía y me miró a los ojos.

—¿Qué demonios dices, Martina? Pensé que ibas a darte cuenta de la tontería que habías hecho al irte.

—No, lo que me di cuenta es que no me gusta lo que teníamos y no me siento cómoda. Esto no es lo que quiero...

—¿No? ¿No quieres alguien que te quiera, que esté para ti y comparta su vida contigo? ¿Alguien que te respete y te valore? —preguntó.

—No si el precio que tengo que pagar por ello es mi amor propio, Juanjo. Estoy cansada de que me digas lo que tengo que hacer, qué tengo que comer y cómo vestir. Eso para mí no es respeto, y no te equivoques, eso que dices no es cariño ni respeto...

—Eres demasiado inmadura, ese es tu problema —zanjó señalándome con el dedo—. El amor es eso, tratar de ser mejores personas.

—Sí, puede ser, pero no es intentar cambiar al otro por encima de todo. Yo te he aceptado como eres, con tus cosas buenas y las que no lo son, jamás me he metido con la ropa que vistes o lo que comes... y no me gusta que tú lo hagas, pero estaba tan acostumbrada a aceptarlo, que no me daba cuenta de que estaba mal.

—¿Está mal querer lo mejor para ti? Dios, Martina, eres demasiado egoísta y soberbia. Un día te darás cuenta y será demasiado tarde. —Y lo decía con tanta convicción, que comenzaba a entender el enfado de Adrián cuando se trataba de Juanjo.

—No, no se trata de egoísmo ni de soberbia, Juanjo. Se trata de que nunca lo has hecho por mi bien, sino porque no te gusta cómo soy o cómo me veo y quieres cambiarme.

—Pero ¿qué demonios estás diciendo? ¿Cómo no va a gustarme cómo eres si estoy contigo hace mucho tiempo? Si no me hubiera gustado me habría ido y ya... —añadió.

—A lo mejor, o a lo mejor no, no lo sé. No sé por qué te quedaste en un lugar donde no eres feliz, pero yo no lo seguiré haciendo. A lo mejor tus intenciones eran buenas, pero no tus maneras... Soy una persona con muchas inseguridades, y sé que tú no tienes culpa de eso, o al menos no toda la culpa, pero has hecho más profundos mis vacíos, Juanjo. Y no te corresponde a ti llenarlos, lo sé, pero tampoco hacerlos más grandes...

—Bien, si quieres vete, pero te arrepentirás, Martina... Una chica como tú no va a encontrar una pareja tan fácilmente...

—¿Una chica como yo? —pregunté con los ojos abiertos por la sorpresa—. ¿Se puede saber a qué te refieres?

—Lo sabes, no necesito decírtelo... Yo me enamoré de ti cuando estabas en tu mejor momento y porque soy un caballero nunca te he dicho nada para que no te sintieras mal, pero ahora mismo estás descuidada, has engordado un montón y ya no te ves como antes. Aun así, me he quedado aquí, a tu lado, intentando ayudarte para que vuelvas a ser lo que eras, pero ¿así me has pagado?

Me quedé estupefacta, muda e incapaz de asumir la magnitud de lo que Juanjo estaba diciendo. No era fácil, no, aunque lo veía todo con claridad. No era fácil porque lo que él había dicho había sido mi cruz y mi tormento durante toda mi vida, y volver a escucharlo de la persona que supuestamente me amaba, calaba en el fondo de mi alma.

—Gracias por todo el esfuerzo —respondí con ironía—. Creo que estaré mejor sola, y aunque te parezca increíble, hay otros hombres que me miran...

—Claro, hay hombres para todo y a algunos con tal de meterla y con la luz apagada, cualquier agujero les vale —añadió con bajeza.

Me dolió su comentario despectivo, asqueroso, misógino y vil. Me dolió porque se suponía que hasta hacía unos días era mi pareja. Porque él parecía esperar que regresáramos y por lo que decía no veía nada bueno en mí. ¿Para qué me quería a su lado entonces?

—Dime una cosa —pregunté—. ¿Por qué te asombras o muestras enfado porque termine lo nuestro entonces? Al final te estoy haciendo un bien, según lo que me dices, ¿no? ¡Tener que andar con alguien como yo! ¡Mira nada más qué martirio! —añadí de nuevo con ironía.

Él puso los ojos en blanco.

—Lo malentiendes todo, pero ya no importa... Luego, cuando te sientas sola, no regreses a mí con el rabo entre las patas —zanjó.

—No regresaré, prefiero estar sola. Vendré el lunes a buscar todas mis cosas, Juanjo, a la hora en que no estarás.

—Está bien... y déjame la llave con el portero —añadió.

El piso era suyo, fui yo la que me mudé cuando nos planteamos vivir juntos por lo que no me quedaba alternativa. Lo vi levantarse de la mesa, dejó su plato intacto y se metió a la habitación. Se veía enfadado, pero yo lo estaba también.

Y por primera vez no iba a dejar que él me manipulara con su dolor para hacer de menos al mío. Aquello era definitivo, y el intentar hablar con él, solo me había demostrado que estaba en lo correcto. No podía creer lo mucho que una persona podía cambiar de un momento al otro, o, mejor dicho, lo ciegos que podemos llegar a estar las personas cuando nos enamoramos de alguien.

Aunque a lo mejor tiene mucho más que ver con la cantidad de cosas que podemos imaginar sobre una persona, la cantidad de cualidades que podemos atribuirle cuando no somos capaces de ver y aceptar la realidad debido al propio vacío interno que puede ser tan grande, que lo llenamos con cualquier cosa. Nos conformamos con migajas, con sobras. Y todo por miedo, por no sentirnos dignos de pedir más, por no creernos merecedores de algo mejor.

Porque Juanjo siempre había sido Juanjo, pero yo, empezaba a ser otra Martina, muy distinta a la que se contentó con sus migajas.

Porque Juanjo siempre había sido Juanjo, pero yo, empezaba a ser otra Martina, muy distinta a la que se contentó con sus migajas

Ups! Gambar ini tidak mengikuti Pedoman Konten kami. Untuk melanjutkan publikasi, hapuslah gambar ini atau unggah gambar lain.

Ups! Gambar ini tidak mengikuti Pedoman Konten kami. Untuk melanjutkan publikasi, hapuslah gambar ini atau unggah gambar lain.
Una chica como yoTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang