48. Adrián

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Salí diez minutos después de ella de la fiesta, pero no fui a casa porque sabía que ella estaría allí y no tenía sentido

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Salí diez minutos después de ella de la fiesta, pero no fui a casa porque sabía que ella estaría allí y no tenía sentido. Le mandé un mensaje a Merce diciéndole que habíamos terminado y que era probable que Martina la buscara, respondió con una llamada y hablé con ella como por media hora contándole lo sucedido.

—Lo siento, Adrián, comprendo tu punto y tu dolor, pero me sigue impresionando el nivel de estupidez que tenían tú y tus amigos en la adolescencia... —añadió.

—No ayudas...

—Lo sé, pero bueno, pensaba en voz alta —dijo mi amiga—. Martina no ha llamado, así que no sé qué es lo que hará.

—Avísame si está contigo, no sé dónde podría ir si no.

—Si llega, te avisaré. Adri... dale su espacio, no la presiones...

—Lo sé... —susurré.

—Pero también tómate el tuyo, ella tiene razón —añadió.

—¿En qué?

—En que no necesitas ser perfecto para que ella te ame, ella ya lo hace... Te lo ha dicho, te ha perdonado...

—Pero es que no comprendo nada, Merce...

—Lo sé, los hombres son un poco cortos, incluso tú, pero... Adri... Martina no será completamente feliz hasta que no logre amarse ella misma... —comentó—, por eso debes respetar este momento...

—Pensé que ya lo había logrado.

—Ella también lo pensó, es justo lo que te ha dicho... No hagas nada, no tienes que hacer nada esta vez, no está en tus manos, compréndelo. Dale su espacio...

—¿Me estás pidiendo que me rinda y no luche por la mujer que amo?

—No. Te estoy pidiendo que dejes que la mujer que amas luche por ella misma.

No dije nada, porque tenía un punto, pero estaba cansado de ser yo el que tenía que amoldarme siempre, el paciente, el que espera, el que no falla, el perfecto.

Acabé en un bar, tomando hasta ver salir el sol, esperando que Merce me confirmara que Martina estaba con ella, pero cuando lo hizo para decirme que Martina había ido a lo de su madre, supe que podía volver a casa. Me eché a la cama, lloré un buen rato y luego me quedé dormido en las sábanas que aún olían a ella, a nosotros. 

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Una chica como yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora