19. Adrián

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Merce y yo esperábamos a Marti en el bar de la esquina de su departamento, estábamos allí haciéndole de apoyo moral, por si nos necesitaba para cortar la relación con Juanjo o después de hacerlo

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Merce y yo esperábamos a Marti en el bar de la esquina de su departamento, estábamos allí haciéndole de apoyo moral, por si nos necesitaba para cortar la relación con Juanjo o después de hacerlo. Yo estaba nervioso y Merce lo notó de inmediato porque colocó sus manos sobre la mía para que dejara de golpear la mesa produciendo un sonido mecánico y repetitivo.

—Vas a volverme loca —dijo y yo sonreí como si le pidiera disculpas con mi gesto. Merce miró su reloj y suspiró—. Ya debe de estar por venir.

Los dos la habíamos puesto al tanto de todo lo que había pasado durante el tiempo que había estado fuera, aunque no habíamos sido del todo sinceros porque nos hemos callado las partes en las que jugábamos con fuego. Y es que esas partes no sabíamos como definirlas ni para nosotros mismos.

—Tengo espacio en casa para que se mude conmigo —añadió—, creo que así estarías más cómodo ya que tengo entendido que estás durmiendo en el sofá.

—Sí, pero ya le planteé que podíamos armar el cuarto en la habitación que pensaba prepararle a Nahuel...

—Bueno, que ella decida lo que le parece mejor. Mira, allá viene.

La vimos alterada, yo pensé que se vería triste, pero en realidad parecía enojada o furiosa. Apartó una silla y se dejó caer en ella con un suspiro histriónico.

—Es un idiota —comentó.

—Lo sé, pero se lo tenía bien guardadito —añadió Merce. Creo que tanto ella como yo no comprendíamos en qué momento Juanjo había pasado a ser esa persona.

—Justo eso —dijo Martina señalando a Merce—. ¿Saben lo que me dijo?

Y nos lo contó con detalles.

Tuve que hacer acopio de todas mis fuerzas para no cruzar la calle e ir a encararlo. ¿Qué demonios estaba mal con ese tipo? Me arrepentía profundamente de haberlo tratado bien alguna vez, de haberlo respetado.

—Pero tú no creerás las bobadas que te dijo, ¿cierto? —inquirió Merce ofuscada—. Me refiero a eso de que nadie querrá estar contigo y demás... Es decir, sé que es lo menos importante en este momento, pero también sé de los pasos que estás dando y no me gustaría que una tontería como esa te llevara a pensar, ni por un segundo, que puede tener razón.

—No, bueno... supongo que no —dudó. Sus ojos se detuvieron en los míos y yo levanté las cejas con sorpresa—. No —afirmó.

—Es un imbécil, no puedo creer que no lo hayamos visto antes... —murmuré y cerré un puño con ganas de golpear algo, o a alguien.

—Es que... es que eso es lo que intento procesar... ¿En qué momento cambió o siempre fue así? —preguntó Martina llevándose las manos a la cabeza—. ¿Por qué he sido tan idiota? Es como si de pronto me despertara de una noche de fiestas y no lograra procesar las cosas que hice borracha o drogada...

Una chica como yoWhere stories live. Discover now