38. Martina

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Seguimos mirando fotos y recordando momentos, Adrián me iba contando con cada imagen un poco más de su vida, de su familia, y me agradaba escuchar ese orgullo con el que se expresaba

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Seguimos mirando fotos y recordando momentos, Adrián me iba contando con cada imagen un poco más de su vida, de su familia, y me agradaba escuchar ese orgullo con el que se expresaba. Entonces vimos una foto, ya casi hacia el final del recorrido que Pablo y Leti habían organizado, era él con Nahuel en brazos, la tomó entre los dedos y suspiró.

—Debería estar aquí, es fiesta familiar... Debería estar correteando entre las mesas con Alexis —afirmó.

Entonces fui yo la que lo abracé por la espalda y le di un beso en el hombro.

—Debería, es cierto... A lo mejor el año que viene lo podemos traer —susurré.

—¿Lo crees?

—Sí, ¿por qué no? Alana todavía puede cambiar de opinión...

Nos quedamos en silencio y él colocó de nuevo la foto en su sitio antes de girarse para abrazarme. Nos perdimos en nuestras miradas por unos minutos.

—¿Crees que ella se molestará por nuestra relación? —pregunté—. No me gustaría que eso influyera en ella...

Me besó con ternura y dejó su frente pegada a la mía.

—Iré a hablar con ella en cuanto regresemos, se lo haré saber... No creo que le moleste, ya no tenemos nada y ella te aprecia bastante —comentó.

Asentí.

En ese momento llegó Pablo a buscarnos, era hora del brindis y del vals. Lo seguimos y nos pusimos en nuestros lugares. Pablo tomó la copa y llamó la atención de todos antes de hablar, agradeció la presencia de los invitados y dijo que era un honor para él seguir presenciando el amor inmenso que se tenían sus padres. Les agradeció por la vida, por el amor brindado, por la familia, por el acompañamiento y por haberlo convertido en quien era hoy. La gente lo aplaudió y entonces Adri se puso de pie y tomó la palabra.

—Cuando era pequeño, me gustaba ver a mis padres caminar de la mano siguiéndonos los pasos. Me gustaba verlos abrazarse y darse besos, bailar juntos bajo las estrellas cuando pensaban que no los veíamos. Me gustaba ser partícipe del amor que se tenían porque a medida que crecía, era consciente de lo privilegiados que éramos en esta familia. Veía a mis compañeros de escuela sufrir, convertirse en blanco de las peleas de sus padres, algunos sentían que tenían que elegir entre uno y otro, sabía que algunos se sentían solos —comentó y me miró con dulzura—, y yo, por el contrario, me sentía arropado por ellos, seguro en las cuatro paredes que convirtieron en nuestro hogar. No puedo más que agradecerles, porque siendo adulto comprendo que, incluso con todo el amor que se tienen, a veces no fue fácil, y eso lo hace aún más valioso. Espero algún día poder formar mi hogar, así como también ya lo hicieron Pablo y Leti, y espero, sobre todo, lograr, aunque sea una parte, de lo que ustedes han logrado. Los amo y estoy orgulloso de ser su hijo.

La gente aplaudió de nuevo y cuando se sentó, le planté un beso en la mejilla.

—Hablas bonito —susurré.

Escuchamos los agradecimientos de sus padres y luego la música comenzó. Primero Elena bailó con su marido y luego Pablo bailó con ella mientras Leti lo hizo con su suegro. Después le tocó el turno a Adri, que bailó con su mamá mientras yo lo hacía con su padre.

—Está feliz, me gusta verlo así —dijo el señor Samuel cuando me tocó el turno. No era de mucho hablar, por lo que aquello me resulto interesante.

—Pues yo también...

—Hacen bonita pareja...

Un rato después, Adri me buscó para bailar, seguimos la melodía hasta el final, era el típico vals de las bodas y demás, pero me gustó bailar con él. Cuando acabó, la música cambió a algo más moderno, pero no tan movido. Algunas personas salieron de la pista y otras se colocaron en una pose más íntima y romántica. Adrián me abrazó y yo recosté mi cabeza en su pecho.

—Es como en la graduación —susurró—, con la diferencia de que ahora sí puedo hacerte todo lo que en aquella época solo estaba en mi mente.

Sonreí y me aparté para mirarlo a los ojos. Nuestras miradas se enredaron, sentía una conexión intensa con aquel hombre que me tenía entre sus brazos, era como si mi alma pudiese tocar a la suya y nos meciéramos en un espacio intermedio entre el cielo y la tierra.

Acaricié su mejilla con ternura y él besó mi mano, nos seguimos meciendo sin decirnos nada porque a veces las palabras sobran y las miradas lo dicen todo. Me sentía pletórica, jamás había querido a alguien con esa intensidad, con esa sensación de que no necesitaba nada más, que estaba plena y completa. Me pregunté cómo es que estuvimos tantos años cerca el uno del otro y nunca experimentamos eso, ¿acaso estaba yo tan ciega?

No, la respuesta era que no estaba enfocada, no lo creía posible, y como era algo tan lejano, dejé de pensarlo como algo factible. Sabía que Adrián era guapo, sabía lo buena persona que era, siempre lo había sabido, era el único que nunca me había fallado, pero simplemente me creía tan poca cosa, que pensé que jamás estaría a la altura de alguien así.

Y sin embargo ahí lo tenía, tan mío y yo tan suya, y no solo a un nivel sexual, porque sabíamos que nuestra conexión era mucho más fuerte. No lo habíamos hablado, pero lo sabíamos. Él y yo no éramos una aventura, él y yo no éramos un momento, éramos un todo, una eternidad, un futuro que apenas alcanzaba a vislumbrar, pero que estaba segura de que existía.

—¿Has notado que mi chica es la más hermosa de toda la fiesta? —preguntó con suavidad en mi oído—. La única que podría pelearle el puesto es mi madre —añadió.

Sonreí como una tonta y lo miré a los ojos.

—Mi chico es el más guapo —aseguré—, y voy a contarte un secreto —añadí. Él se acercó como para escucharlo y yo susurré—, y me vuelve loca a todos los niveles...

Me besó en los labios y luego seguimos bailando entre baladas románticas y caricias suaves, entre miradas profundas y besos dulces. Y todas las estrellas que brillaban esa noche en el cielo, lo hacían también en mi piel y en mi corazón.

Supongo que me estaba enamorando, o a lo mejor, era que ya lo estaba.

Supongo que me estaba enamorando, o a lo mejor, era que ya lo estaba

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Una chica como yoWhere stories live. Discover now