Los piratas no perdieron tiempo y volvieron a aproximarse hacia el pelirrubio quien rápidamente se elevó por los aires no sin antes recoger entre sus manos el cuerpo inconsciente del hadilla. Esto para evitar que algún pirata descuidado o malintencionado, la pudiera pisar. 

Peter Pan intentaba defenderse a toda costa del ataque de los piratas volando cada vez más y más alto, pero con Campanilla totalmente inconsciente sobre su hombro era inútil volar a toda prisa y mucho más inútil era intentar escapar del lugar. Cualquier movimiento brusco podía provocar que su frágil cuerpo cayera por los aires y terminara en una situación fatal.

Peter gruñó con dolor cuando sintió el filo de una espada clavarse en su tobillo. Necesitaba bajar y defenderse. El dolor era insoportable.

Para cuando el muchacho sintió nuevamente que todo estaba perdido, una luz apareció en su camino.

Y literal, una gigantesca luz de colores conformada por un centenar de hadas causó pavor y desconcierto entre los piratas.

James Garfio no creía lo que sus ojos estaban apreciando a lo lejos y su enemigo yacido en el suelo tampoco terminaba de asimilarlo por completo.

Miles de hadas se acercaron al barco nublando la vista de la mayoría de los piratas abordo de este. Algunos de ellos se elevaron en los aires atemorizados debido al polvo mágico con el que estas estaban atacándolos.

Uno de los torpes piratas intentó arrojarse al mar antes de que un hada lo alcanzara; pero su plan fracasó y el hada no solo logró alcanzarlo, también logró que dicho pirata desapareciera por los aires sin dejar rastro alguno. Otro pirata pensó en hacer lo mismo que su compañero mas al intentarlo; una sirena (no una leyenda como James Garfio creía que eran gracias a que ya nadie sabía desde hacía mucho sobre ellas) lo ató con su decorada y magnífica cola, arrastrando el cuerpo de su víctima por todo el océano.

Se trataba de un verdadero plan de ataque.

Peter Pan levantó la mirada y pudo notar a alguien volando muy cerca de donde él se encontraba. El muchacho no tardó en reconocer al instante de quién se trataba pues esos carismáticos hoyuelos adornando a una adorable sonrisa solo podían pertenecerle a una persona. Y no pudo evitar sonreírle también.

—¿Necesitabas ayuda?—Preguntó ella deteniendo su vuelo frente a él.

—En realidad, podía hacerlo solo.—Bromeó. Moira no tardó en darse cuenta de que el tobillo del pelirrubio se encontraba herido.

—Si, claro que podías.—Murmuró con sarcasmo. El chico solo rió en respuesta.

—Toma.—La chica tomó la espada que Peter Pan le ofrecía mientras él tomaba una que se encontraba tendida en el suelo de madera.—Es hora de acabar con esto.

James Garfio se encontraba en la orilla del navío, asombrado. Su tripulación estaba siendo acabada y destrozada por unos bicharracos voladores y unos fenómenos con colas de pescado. ¿De dónde siquiera habían salido?

Intentó retroceder, sin embargo, su cuerpo se detuvo al sentir un filo en su espalda amenazando con apuñalarlo a través de esta.

—¿A dónde se dirige con tanta prisa, mi capitán?—Moira preguntó con un tono de voz insoportable a los oídos del mayor. El Capitán ni siquiera se imaginó que, a quien encontraría detrás de él, sería a la chica.

—Te di mi confianza.—Le recordó el mayor.—Te invité a mi tripulación y así es como tú me lo pagas.

—No quiero su confianza, ni tampoco quiero ser parte de su tripulación. Yo no quiero ser cómo usted.—Contestó Moira entre dientes.

¿Y qué ocurrió con Peter Pan? (EN EDICIÓN)Where stories live. Discover now