Capítulo 37| Impotencia

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Asher Evans

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Asher Evans

Mi cuerpo se siente pesado al igual que mis párpados, abrir los ojos nunca había sido tan difícil. Al menos no después de tantos años. Todo da vueltas al abrirlos a duras penas, lo único que no me abandona es el dolor punzante en mi cabeza.

El sonido molesto del silbido que sale de la boca del pelirrojo no me ayuda, me observa impasible en una esquina oscura de la habitación, el lugar parece sombrío, sin embargo, abrir las ventanas y dejar pasar el sol me resulta molesto. Apoya sus brazos sobre sus rodillas, colocándolos frente a su rostro.

—No te agobies —Menea la cabeza, dejando de producir el fastidioso sonido—. Nuestras decisiones son el reflejo de nuestra persona.

Hundo el ceño, sobando mis cienes.

—¿Qué quieres decirme?

Suelta una risa sonora, pero esta vez no trata de esconder lo que quiere decir. Está jugando conmigo.

—Que eres un completo idiota.

Ignoro su claramente ataque hacia mi persona, está molesto, lo ha estado desde que mis tíos nos informaron la noticia en una de las cenas familiares. Recuerdo sus palabras.

No estás mejorando. Iniciar de nuevo puede ser de ayuda, tienen que dejar todo atrás junto con este lugar.

Dejar este lugar no me lastimaba, lo que dolía era dejar a cierta persona en el pasado. No fue por mi hermano. Es la única cosa con la que me he sido honesto.

Mi mandíbula se tensa y él lo nota, dejo mis párpados caer. Ya ni siquiera me preocupa que pueda pasar al irme, existen tantos recuerdos que quisiera tirar a la basura y tan solo guardar los que vale la pena recordar.

13 años atrás
21 de abril del 2004, 11:30 PM

El contacto de mi piel con el frío suelo me da escalofríos, Logan me observa desde la otra esquina de la fría habitación, la cual está totalmente sumida en un mar triste y carente de color.

—Deja de llorar —Más que una petición parece una orden, sin embargo, incluso es dudosa, su voz tiembla y está llena de inseguridad—. Eso solo les da una razón más, recuerda. No llorar. No intervenir. No alzar la voz.

Paso el dorso de la manga de mi sudadera por mis ojos llorosos y rojos. Rabia, odio, impotencia. Serían esas las palabras con las que describiría la relación con mis padres.

No te metas en mis problemas —escupí las palabras con rabia, más de la que esperaba—. Papá hace esto porque me he comportado mal, tú no deberías estar aquí. Vete.

Señalé la puerta frente a mí, en ese momento observé mi brazo tembloroso, la manga de la sudadera caía dejando ver pocos moratones. Se veían mal, demasiado mal en contraste con mi pálida piel.

Un chico fuera de este mundoWhere stories live. Discover now