Capítulo 4 |La cena

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Era un día caluroso y soleado, hacía lo que en ese momento me provocaba felicidad, absolutamente nada

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Era un día caluroso y soleado, hacía lo que en ese momento me provocaba felicidad, absolutamente nada. Quiero descansar antes de tener que volver mañana nuevamente a la escuela.

Me encuentro en la sala acostada en el sillón descansando, totalmente cómoda y pérdida en mis pensamientos con la vista puesta en la televisión. Aunque no le preste mucha atención.

El día de hoy se cancelaron las clases por un problema que se presentó, pero sinceramente yo era feliz así. Lo fue así hasta que mi hermano baja por las escaleras y pasa por delante de mí para después desaparecer por la puerta de la cocina.

—¡No te comas mi yogurt! —le grito en advertencia desde mi lugar.

Siempre se come mi comida con la excusa de no saber de quién es.

No contesta, pero decidí no darle importancia y hacer lo que llevo haciendo desde que me levanté; absolutamente nada.

Leandro aparece por la puerta de la cocina, con el cabello levemente alborotado y en sus manos un plato de cereal. Se recarga en el marco de la puerta.

—¿Aún en pijama? —Enarca una ceja, llevándose una cucharada de su cereal a la boca.

Le diría que come como un cerdo, pero mejor no discutir.

—No tengo nada que hacer —Me quejo tallando mis ojos, aún tengo sueño pues no logré dormir bien.

—Deberías salir con alguien, eres como una abuelita, dices incluso lo mismo.

—¿Perdón? —Alzo ambas cejas, incrédula—. Eres mi hermano, ¿y me dices que debería salir con chicos? Te golpeaste muy fuerte.

Siempre termino pensando en la arraigada y errónea idea sobre los hombres.

—Te vas a pudrir aquí adentro —Pone los ojos en blanco, y tal vez tenga razón, pero seré feliz.

—Tú también, aquí te veo —Sonreí burlona y él frunce el ceño dejando de disgustar su cereal por escasos segundos.

—Deja de tener esas ideas, no todos somos iguales —Todos me repiten eso—. ¿Me ves igual? Sé sincera.

—No, confío en ti y eres mi hermano —Lo miro por el rabillo del ojo aún sin creer su pregunta.

Su teléfono suena, abre los ojos de manera desmesurada y juro que casi se le cae el plato de cereal, el cual inmediatamente deja en la mesa frente a mí.

—¿Puedo pedirte un favor? —pregunta con rapidez dirigiéndose al mueble de la televisión, tomando las llaves de su auto.

—Depende que gane —Entrecierro los ojos-. Soy toda oídos.

—Te daré dinero y tal vez te diga donde están tus audífonos —Sonríe malvado comenzando a dirigirse hacia la puerta principal, deteniéndose a pocos pasos de esta mientras espera mi respuesta.

Un chico fuera de este mundoWhere stories live. Discover now