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Volver a Corea luego de un largo año suponía dos cosas para mí: regresar a casa y al nido de problemas.

Haber estado en Rusia escondido no me causó ningún placer. No era un hombre al que le gustara escabullirse como las ratas, pero incluso yo debía admitir que así debió parecer. Luego de la muerte de Seung, sus aliados se volvieron mis enemigos y sus enemigos en mis mejores amigos. De todas formas, aquellos que dependieron en algún momento de mi hermano me querían muerto. La banda de los Kim, a los que él estuvo vinculado por varios años, se unieron a la banda japonesa del este y hasta los chinos le pusieron un precio a mi vida. No que cuatro millones de dólares fuera muy halagador para un ejemplar como yo.

Mi gente aquí en Corea se mantuvo custodiando el territorio. Mi territorio. Incluso hubo varios enfrentamientos que redujeron el número de personal en ambos bandos. Y, aunque mi viaje a Rusia parecía 'la rata abandonando el barco', me centré en una fructífera alianza con los cosacos. Ellos me entregaron armamento para la guerra que habría de librar para recuperar mi país.

Y en todo ese tiempo intenté no pensar en Baekhyun.

Haberle destrozado el corazón sirvió para que él se diera cuenta de que yo no era bueno, ni siquiera en la superficie.

De hecho, aquel tiempo juntos en la cárcel y todas las tragedias que él tuvo que afrontar en mi nombre me hicieron ver una muy dolorosa verdad. Baekhyun no estaba a salvo a mi lado, ni lo estaría jamás. Él tampoco pertenecía al turbio mundo en el que yo había nacido, ni siquiera por haberse casado con Seunghyun.

A Baekhyun lo conocí siendo una criatura dulce y brillante que mi hermano transformó. Vergonzosamente, he de admitir que yo contribuí en ello también.

Él nunca debió conocernos, ni a Seung ni a mí.

Pero ya era tarde para lamentaciones. Tuve de eso en Rusia durante los primeros meses, algo que Jongin llamó síndrome del corazón partido y culpable. Una estupidez.

Durante ese año, me cuestioné seriamente saber o no sobre Baekhyun.

Al principio, le pedí a Jongin que lo mantuviera vigilado y con un simple 'Él está bien' me conformé, hasta que ese sentimiento de preocupación me rebasó y decidí cortarlo de raíz. Después de cuatro meses no quise saber nada, sin reportes ni palabras vagas. Borrar a Baekhyun de mi mente.

Sin embargo, ese sentimiento jamás desapareció y Baekhyun apareció constantemente en mi cabeza como si fuera un fantasma.

Bajé del avión calzándome el abrigo. Era invierno y parecía haber traído conmigo las heladas de Moscú. Un auto me esperaba en el hangar para llevarme al departamento en el centro de Seúl, uno muy diferente al que tenía el año anterior.

Esa misma noche tenía una peculiar invitación a casa de un mafioso del Sur de Asia. Kim Taewoo vino con una oferta hace varios meses. Una alianza que nos permitiera sacar a los japoneses del territorio y hacer un pacto con los chinos, un clan al que él pertenecía por su padre.

Mitad y mitad no era un lema que yo practicara, si bien era muy útil para engañar a las personas. Pero si él conseguía sacar a esos japoneses de mi territorio, podía considerar darle Busan, siendo generoso.

Las calles de Seúl me parecieron menos ajetreadas que las de Moscú, aunque allá incluso durante el invierno más crudo los autos circulaban a gran velocidad. Los restaurantes y tiendas me trajeron una ola de nostalgia que nunca cría tener.

Al llegar al edificio y ver el departamento en el piso veinte, me di cuenta de que no me sentía en casa. Quizás al llegar a Corea ese sentimiento me atacó como una marea de ansiedad, pero ahora, en este lugar que sería mi hogar de ahora en adelante, no sentí nada.

SIN SALIDA: El último tiro (Chanbaek)Where stories live. Discover now