Capítulo 10

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En la pequeña cocina, Ariel freía huevos con salchichas, sintiendo la mirada de Lucas en su espalda.

—Es un desayuno bastante miserable. ¿Estás seguro de que no deseas ir a desayunar afuera? —pregunta Ariel.

—Solo quiero lo que tú me prepares. Cuando pases la noche en mi departamento, te prepararé el desayuno.

Anoche habían dormido en la misma cama abrazados. Lucas se había dormido rápidamente, pero, en cambio, para Ariel, había sido difícil conciliar el sueño por las preocupaciones.

Al terminar de cocinar, Ariel lleva la preparación a la mesa y lo sirve en los platos que ya había acomodado su novio.

—Disculpa si no está sabroso —dice ella al verle comer.

—Está muy bueno, más de lo que pensé. Quizás así sería si viviéramos juntos.

—¿Esa es una propuesta?

—Sí. Pero ya sé qué me dirás "No". —responde Lucas, dándole un mordisco a la salchicha de su plato.

—Podría decirte que sí, pero debemos conocernos más, para comprobar si aguantas mis mañas.

Luego de desayunar y lavar los platos, Lucas se mantenía pensativo mirando su móvil, ya que estaba escribiendo mensajes desde hace un rato.

—Chiquitita, se va a reunir mi familia para el almuerzo y voy a verles —comenta Lucas.

Aquello decepciona a Ariel, que esperaba pasar el día con su novio.

—Está bien, me llamas cuando estés ahí, para saber que has llegado bien.

—Les dije a mis padres que estaba con mi novia, y... bueno... —titubea Lucas.

—¿Qué pasa?

—Ellos quieren conocerte y te han invitado al almuerzo.

Ariel estaba sorprendida. Por un lado, estaba gustosa de aquello, pero por otro, cada vez la relación que pensaba sería pasajera, se volvía más formal.

—Si te sientes incómoda, no es necesario ir. —dice Lucas al no recibir respuesta.

—Iré, me agradaría conocer a tu familia.

Una sonrisa de satisfacción rápidamente se dibuja en el rostro de Lucas.

—No te imaginas cuánto me alegra, ahora podré presumirte a todos, en especial a mi hermano.

Después de un viaje en metro y una caminata de 15 minutos por calles con bonitas casas, finalmente llegaron a una casa grande en un barrio antiguo. Al abrir la reja de hierro, una mujer de unos 70 años, de estatura media y con el pelo corto castaño rojizo, salió a recibirlos. A pesar de su edad, estaba muy bien conservada.

—Qué bueno es verlos —dice la mujer, que abraza a Lucas.

—Mamá, ¿Cómo estás? —pregunta Lucas al recibir el abrazo.

—Muy bien —responde, mirando a la mujer que acompañaba a su hijo —¿Ella es tu novia?

—Sí. Te presento a Ariel.

Ella se acerca para saludar a la mujer.

—Ese un agrado conocerle —responde de manera cariñosa Ariel.

—El agrado es mío. Por favor, pasen.

Los padres de Lucas, Ingrid y Pedro, estaban realmente sorprendidos ante la gracia y simpatía de Ariel, mientras que Rafael, el hermano mayor, en compañía de su novia, hacia broma sobre como su hermano había logrado conquistar a tan despampanante mujer.

—Dinos la verdad, es una dama de compañía y le pagaste para que salga contigo ¿Verdad? —decía en voz baja Rafael, mirando a las mujeres que preparaban ensaladas.

—Admítelo, estás celoso. —ese burla Lucas.

—Ese que no logro entender cómo esa chica se ha logrado fijar en ti.

—Porque saco la elegancia de su padre —aseguraba Pedro.

—Que puedo decir, ella no se pudo resistir a mi encanto. —Ríe Lucas.

—Ya, di la verdad entre nosotros. ¿De dónde la sacaste?

—Pero qué pesado eres —responde de manera cansada Lucas.

—¿Qué pasa? —preguntó Nancy, la novia de Rafael, mientras se acercaba a donde él estaba preparando las carnes a la parrilla, en compañía de las demás mujeres.

—Aquí tu amorcito no deja de fastidiarme, al no entender cómo es posible que pueda salir con una chica tan linda como Ariel.

—Pero cómo le voy a creer que ella sale con él por su personalidad —Rafael se dirige a Ariel —Dinos, cuñada ¿Cómo te has fijado en este esperpento? No tiene dinero y no es atractivo.

Ariel abraza de manera cariñosa a su novio.

—Me gusta, porque es el hombre más tierno que conozco.

—Eso me ha gustado. Por eso, te vas a llevar el primer trozo de asado —Pedro corta un trozo de las carnes que estaban en la parrilla y se lo entrega.

La atmósfera en el almuerzo familiar era cálida y acogedora, las risas se mezclaban con los aromas de los platillos preparados con cariño. Cada uno de los miembros de la familia se sintieron cómodos y a gusto, como si hubieran estado esperando este momento durante mucho tiempo.

Los comentarios y anécdotas fluían con naturalidad, haciendo que el tiempo pasara volando. Todos se sintieron conectados, como si hubieran encontrado un espacio para compartir sus pensamientos y sentimientos de manera auténtica.

En ese momento, las sillas de aquella mesa parecían haber encontrado a sus ocupantes ideales, y la sensación de pertenencia era palpable en el aire. Al terminar el almuerzo, se despidió con abrazos y sonrisas, sintiendo que habían fortalecido aún más sus lazos familiares.

—¿Qué te parecieron? —pregunta Lucas al caminar con Ariel de regreso.

—Encantadores.

—A excepción del dolor de muelas que es Rafael.

—Todos los hermanos son así, en especial los hermanos mayores. Ya sabes que también soy la pequeña de mi casa y mi hermana es una abusiva. —lanza una risita.

—También me gustaría conocer a tu familia, y llevarle algún buen licor a mi suegro para caerle en gracia —ríe Lucas.

—¿No crees que vas muy aprisa? —sonreía Ariel.

—Me detendré cuando quieras. Pero debes saber que, para mí está relación, la tomo muy en serio.

Ariel se apoya en el brazo derecho de Lucas mientras seguían caminando, pues, le agradaba escuchar aquello, lo que le hacía sonreír.

La Verdad de ArielWhere stories live. Discover now