Cap. 22

1K 106 54
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Sigo sin acostumbrarme a esto de tener una abuela. La miro moverse por la cocina con una soltura digna del mejor chef, mientras canturrea una canción en euskera que parece una nana. Por un instante, me parece estar soñando, como si estuviera viendo otra vida y no la mía.

—¿En qué piensas maitia? Van a venir los espíritus del bosque a robarte esos pensamientos si ven que son tan profundos...

Me río ante su comentario pues no he podido evitar acordarme de los kodamas que salen en "La princesa Mononoke". No creo que a los que hace referencia ella, se parezcan a esos.

—Este ambiente sigue siendo extraño para mi, amama.

—Eso solo lo remediará el tiempo.

Me tiende un plato de humeantes vainas y el olor del refrito de pimentón se me cuela por la nariz. No creo que haya nada que asocie más con un hogar, que un plato de comida casera.

—Tienen una pinta estupenda. Gracias por invitarme a comer.

—Así nos hacemos compañía. Ya que mi hija te ha dejado sola...

Seguro que cuando hable con ella se lo reprocha.

—Le vendrá bien desconectar un rato. Hace un montón que no queda con sus amigas y lo sabes. Lo único que hace es tener la nariz metida en el caso. Y no le puedes pedir que esté pendiente de mí las 24 horas...

—Lo sé. Ese trabajo suyo, va a acabar con ella. Cuando decidió ser ertzaina, le avisé de que es una profesión que no se despega de una. Te lo llevas a casa, incluso a tus sueños. No todo el mundo vale para ello.

Tiene razón, pero Sandra me ha demostrado que es su vocación. Toda su vida gira alrededor de su trabajo.

—No creo que la tía fuese capaz de dedicarse a otra cosa. Lo suyo es "atrapar a los malos" aunque haya veces que se lo pongan difícil.

—Lo peor es, que Sandra no asume que hay veces que no se encuentra al culpable. Ella no acepta esa posibilidad, pero está ahí. Y si este caso se alarga en el tiempo, no será capaz de dejarlo a un lado y seguir adelante. Estará dando vueltas, sobre sus pistas un día tras otro. Y la consumirá.

La preocupación que se refleja en sus ojos, me hace ver su verdadera edad por primera vez. Su habitual actitud moderna y jovial disfraza el peso de los años que lleva a sus espaldas. Ahora la descubro tal y como es, y sé que aunque intente ocultarlo, ha sufrido, y mucho.

—Tengo fe en que conseguirán encontrar al culpable. A veces, solo hace falta un golpe de suerte que les coloque en el camino correcto —digo, intentando ser positiva.

Mi abuela rebaña los restos de aceite con un trozo de pan, mientras niega.

—Sé de lo que hablo. No es la primera vez que ocurre algo así...

El diablo se comerá tu almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora