Capítulo 23

4 0 0
                                    

Hace más de dos años atrás, una de las primeras preguntas que me hizo Enzo fue: ¿Cómo es que era tan buena en natación?

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Hace más de dos años atrás, una de las primeras preguntas que me hizo Enzo fue: ¿Cómo es que era tan buena en natación?

En ese momento le respondí que con práctica, desde que era un bebé. 

Y no mentí, mi padre cuando tenía tres meses de edad me llevó a matronatación, yo no dormía nunca, escuchaba los pensamientos de todos los habitantes del edificio donde vivíamos en ese momento y no me dejaban dormir. Eso no lo sabía mi padre, por supuesto, pero el pediatra creyó que mi falta de sueño era porque necesitaba hacer alguna actividad que me desgaste físicamente (tres meses tenía, Pero dijo eso: los bebés suelen cagar, comer y dormir con ese tiempo de vida, pero bueno), cuestión que me mandaron a esta actividad para poder dormir gracias al cansancio, el médico nunca pensó que fueran gases o algo parecido a lo que lo puede mantener despierto a un bebé normal de tres meses, irónico. 

No funcionó en el sentido que pretendía el pediatra, pero si funcionó en acallar las voces en mi cabeza, mientras más profundo me sumergía bajo el agua menos voces escuchaba. Gracias a leerle la mente a mi profesora de ese entonces conseguí la técnica del perrito en una semana y ya para la segunda me apodaron el delfín. Mi papá estaba orgulloso de mis habilidades, desde entonces me anotaba en cada lugar que nos mudabamos a una escuela o colegio con esta actividad incluida, no me quejaba porque así desarrollaba mi primer método de silenciar las mentes de los que me rodeaban. 

A los cinco años gané mi primera medalla en los intercolegiales junior y así fui acumulando premios. Al principio me gustaba la popularidad que ganaba por esta habilidad atlética, en primaria sobre todo me sentía importante y valorada, hasta que un día cuando controló a la perfección el escuchar a las personas que quería en específico, escuché lo que pensaban mis compañeros de equipo, en quinto grado de primaria. 

Ya había pasado lo de correr los bancos cuando me enoje con un compañero por una tontería, entonces trate de controlar mi enojo hacia estos niños falsos, en mi cara siempre me felicitaban y adulaban; hasta que me metía en la piscina y me criticaban o envidiaban, también llegaron a hablar pestes de mi padre y de mí sin siquiera conocernos de verdad. 

Para controlarme me fui a lo más profundo de la pileta y me hice una bolita bloqueando todos los pensamientos que no quería escuchar formando una esfera imaginaria a mi alrededor, estuve cinco minutos y treinta y siete segundos, hasta que mi profesor de entonces se alarmó porque no salia y me fue a sacar.

Ahora heme aquí, siete años después y sigo haciendo lo mismo, solo que ahora ya van, según mi reloj sumergible, siete minutos y catorce segundos. Hace cuatro que vino a mi lado Malcom pero lo ignoró a propósito hasta que siento que con un dedo toca mi rodilla, con mis antiparras de nado lo veo de color violeta pero se ve claramente cuando se toca la sien para que lo deje entrar.

“¿Qué pasa?”

“Eso mismo me pregunto yo, ¿Por que estas aca por tanto tiempo? ¿Es normal en ti que aguantes respirar por más de cinco minutos?”

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Mar 28, 2023 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

LIGA DE MENTES ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora