10.1 [Jimin]

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Estoy fatal.

No, peor que fatal. Destruido y me quedo corto.

Ver a Yoon Gi apartarse con ese gesto de sumo desagrado y pasar por mi lado sin mirarme ni un solo instante me ha dejado hundido pese a que, por supuesto, entiendo que reaccione así. Le ha debido doler mucho enterarse de que le he estado mintiendo porque soy el delincuente que más detesta en el mundo. Y, aún así, en vez de detenerme, como debería de haber hecho, me ha dado un incomprensible margen para huir.

Eso me ha hecho sentir aún peor. Ha sido considerado conmigo hasta el último momento y no me lo merezco. Además, por otro lado, resulta que no deseo escapar. No quiero que las cosas cambien. No quiero hacer las maletas y tener que desaparecer. No quiero perderle. Pero se ha mostrado muy categórico, me ha dicho que espera no volver a verme jamás y no me ha dado ni la más mínima opción.

Todo se acabó. No hay nada que pueda hacer.

He supervisado el parto de los gatos solo, llorando como nunca en la vida lo he hecho, he llamado a Tae Hyung para que se haga cargo de las crías y he subido al piso a recoger. Me he sentado en la cama que hemos compartido hasta ayer y después he entrado a memorizar cada rincón de la ridícula cocina en donde a veces hemos discutido por la cocción de los platos y otras nos hemos comido a besos. Hasta he acariciado el agujero del famoso sofá en el que me hundí la primera vez que estuve allí. Nunca lo llegué a arreglar. Es raro en mí porque me gustan las cosas nuevas y pulcras pero preferí que el tresillo mantuviera su esencia desastrosa. Me recordaba al momento en el que acepté que estaba enamorado y también a mi primera noche con Yoon Gi.

Tonto. Todo muy tonto.

Ya envuelto en recuerdos, he metido en la maleta lo que he podido, he regresado a mi casa, he llamado a un servicio de mudanza veinticuatro horas y después me he ido a casa de Tae Hyung porque, como salta a la vista que estoy hecho un asco, ha insistido en no dejarme solo.

Se lo agradezco pero, la verdad, no ha sido lo mejor. Tiene una colección enorme de licores, vinos y bebidas varias que no suele abrir pero que le gusta coleccionar y, en cuanto la he visto, he arramplado con media estantería. Y eso es un asunto serio porque tolero muy mal el alcohol. Hace estragos en mi cerebro.

—Ay, Tete.... —A mitad de la primera botella, me referí a mi amigo de ese absurdo modo, con una no menos absurda sonrisa—. Tete, ¿cómo era eso del dolor despechado de la soledad? —Me di un golpe en el pecho—. "¡Oh, corazón herido, marcado en la desgracia del abandono!" —Levanté el vaso—. "¡Oh, dolor!" ¡Hay que brindar por el dolor!

—Te advertí que esto pasaría pero tu, como siempre, eres un terco y no escuchas.

Le saqué la lengua y la cara de resignación que puso me hizo tanta gracia que rompí a reír carcajada limpia.

—Tete para presidente. –Busqué echarme más bebida pero no atiné a la primera. Ni a la segunda. Ni a la tercera. El vaso se movía—. Listo, guapo y con porte, ¿qué más se puede pedir?

—Jimin, deja de beber, ¿quieres?

—No, no "quero". —Se me salió un puchero y, de buenas a primeras, mi estado viró y me puse a gritar—. ¡Yoooooon Giiiii! ¡Te odio! ¡Te odio muuuuuuuucho! ¡Me rompes las cosas y luego me haces quererte! ¡Qué ascooooooooooo! ¡Y que cínico! ¡Cínicooooooooo!

—Jimin...

—¡La culpa es tuya! —Arremetí contra él, con el dedo acusador en su cara—. ¡Me echaste en pijama al portal con el delantal y las zapatillas mugrosaaaaaaas! —me quejé—. ¡Y ese libro también tiene la culpa! ¿Repostería del Amor? ¿La persona mis sueños? ¡Eso son babobabas!

—Babosadas —me corrigió.

—Eso he dicho, babadas.

Tae Hyung me agarró la mano, la depositó en la mesa y después me sujetó la otra.

—Niño, ya cálmate —me regañó—. Yoon Gi ya te gustaba de antes. Con galletas o sin ellas, conmigo o sin mí, tarde o temprano hubieras corrido hacia él.

—Es... Verdad...

Sus palabras me desinflaron. Dejé caer la frente en la madera.

—Qué espanto. Qué horror. Qué tremendo. Qué espeluznante. Qué tragedia. Qué catástrofe.

Diez minutos después, ya estaba llorando a mares otra vez, con la conciencia medio perdida, llamando a gritos a Yoon Gi desde el porche exterior de la casa. Menos mal que estaba aislada. A ratos me daba por declamar cuánto le quería y después me lanzaba a increparle. Cualquiera que me hubiera oído me hubiera tomado por loco. Y lo estaba porque, cuando me quedé sin fuerzas para seguir con el escándalo, busqué al tal J- Hope en el ordenador y me puse su canción a todo volumen. Me la sabía a la perfección así que la canté y salté a su ritmo como cincuenta veces, en bucle.

—Hay que hacer algo. —Tae Hyung me habló en los últimos acordes, antes de que volviera a la carga—. Y con urgencia.

—¡Tatiiiiii, baila conmigoooooo! ¡Titiiiii! ¡Teteeeeee!

En fin. Que fue una pena todo yo.

Por descontado, a la mañana siguiente estaba que daba asco. Me había quedado dormido en la mesa, rodeado de las botellas. Tenía la cara hinchada, unas ojeras moradas tremebundas, el pelo revuelto y un tono cetrino en la cara abominable. Para colmo, me dolía todo el cuerpo, entendía que por haberme pasado toda la noche con el "More" ese del infierno, la garganta me escocía y recordaba con absoluta claridad todas y cada una de las sandeces que había gritado.

Madre mía; qué vergüenza. Y qué poca entereza la mía.

Yoon Gi solo había estado conmigo un par de meses. Romper con él no tenía por qué suponer una tragedia y más cuando me había dejado libre. Podía retomar mis negocios, hacer más dinero y restaurar el prestigio quebrado ante mis clientes. Y me seguiría comprando todo lo que me diera la gana. Todo lo que necesitara para ser feliz.

Volvería a ser ideal.

Volvería a ser perfecto.

¿Perfecto?

Estaba claro que no. De lo contrario no me habría descubierto poco después en uno de los ordenadores de Tae Hyung, golpeando el teclado a la velocidad del rayo y con un único objetivo en la cabeza.

—¿Y ahora qué haces? —Mi amigo, con cara de sueño debido a la mala noche que le había dado, se asomó por la puerta.

—Hackear la Unidad de Delitos Informáticos.

—¿¡Cómo!? —Se escandalizó, claro—. ¡No, no, no! ¡Esos tipos están completamente blindados! ¿Se te ha subido la resaca a las neuronas? ¿Ya no razonas?

—En absoluto —respondí, sin detenerme—. De hecho, creo he razonado todo mejor que nunca.

Desbloqueé un par de barreras. La tercera se me atascó. Tae Hyung se pegó a la pantalla.

—¿"Desdicha sufrida"? —Leyó el nombre de usuario que acababa de crear —. ¿Pero qué clase de hacker usa un nombre así?

—Kaos es demasiado conocido.

—¿Y qué se supone que vas hacer en la central policial? —Tae Hyung siguió sin dar crédito—. ¿Robarles para vengarte de tu desamor?

—No. —Superé el bloqueo, burlé tres accesos más y logré poner la tecla, como quien dice, en su sistema—. Voy hablar con Yoon Gi.

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PERFECT 《YoonMin》Where stories live. Discover now