0.1 [Jimin]

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Mi vida perfecta dejó de ser perfecta en el instante en el que Yoon Gi hizo acto de presencia en ella porque antes de él, todo iba viento en popa.

Me dedico a la informática. Así dicho no suena muy interesante y no, no lo es, a menos que hablemos de mi iniciación en los hackeos para ganar partidas en casinos on line, de mi inclusión en el escabroso mundo del lavado de las criptomonedas y de mi profesión de "defraudador a su servicio". Porque sí, eso es lo que hago.

La gente me paga y yo me ocupo de la estafa que deseen organizar, ya sea contra el jefe, contra su familia o amigos, o contra los vecinos que le han estado tocando las bolas y a los cuales desean robar un poco del dinero de la comunidad porque "los malditos se lo merecen". Acepto de todo. También me da igual los motivos que tengan. Puedo hacerme pasar por quién sea y meterme en cualquier sistema de red, incluidos los de las autoridades. Y, gracias a ello, puedo comprar todo lo que me hace feliz.

Me he conseguido una mansión en un entorno reservado en donde solo residen personalidades famosas que no uso porque es demasiado abrumador para mí estar solo en un espacio tan grande pero que me encanta ir a visitar. He llenado el piso en el que trabajo (y vivo) de tecnología por control de voz, luces automáticas, un frigorífico que se abre y se cierra solo y cientos de robot utilitarios y de limpieza aunque, por si las moscas, también he contratado una asistenta que limpia el polvo y a una cocinera que me hace de comer.

Los Lunes por la tarde acudo a un Club Social de Empresarios, que son los que más defraudan, y así me codeo con la alta sociedad y de paso consigo "mis trabajos". El resto de la semana los realizo. Los Sábados voy a un estilista que me deja la cara impecable, el cabello aún mejor y que, además, se da a la tarea de prepararme todos los conjuntos de ropa que usaré hasta mi siguiente visita, y los Domingos me levanto tarde y me tiro en el sofá a ver el maratón de capítulos de alguna serie que me haya llamado la atención. No he dicho que en el parking de abajo la mitad del espacio es mío, que tengo cinco autos, entre ellos el porsche de mis sueños, ni que mis padres, que viven en Busan, son unas personas adorables que piensan que ocupo un puesto de Alta Dirección en una multinacional. Todo el mundo, de hecho, lo piensa.

Todo ideal.

Esa era mi vida. Y la consideraba perfecta.

Hasta que se me ocurrió adoptar una gata blanca, linda y preciosa, y el gato del vecino, el Min Yoon Gi al que me he referido al principio, la dejó preñada. Uf. Nadie se hace una idea de lo insulso que es ese gato negro, flacucho y sin gracia ninguna. Aunque, bueno, teniendo en cuenta cómo es el dueño...

Madre mía.

Ese tipo parece un pordiosero, literalmente hablando. Tiene un extraño gusto por llevar pantalones tres tallas más grandes que la suya, sudaderas con calaveras demoníacas y motivos agresivos incomprensibles que no entiendo cómo se atreve a ponerse. No sé dónde trabaja pero sí que no cumple sus horarios porque cada día le escucho con la música a una hora diferente y lleva una tartana de furgoneta roja que parece a punto de morir y que aparca de mala forma junto a mi porsche, con el correspondiente riesgo que conlleva a la integridad de mi vehículo. Y encima tiene una cara de seco que no se la aguanta.

Por lo tanto, ¿mi gata y su gato? Qué espanto. Pero, como el mal ya está hecho, lo mínimo que tiene que hacer es encargarse de ayudarme con las necesidades de mi animal hasta que dé a luz y luego colaborar con las crías porque yo no estoy dispuesto a tener en mi preciosa casa no sé cuántos bichos meándose por las esquinas. Por eso lo busqué. Lo busqué y ahí empezó todo.

—¿Que mi gato ha hecho el qué? —Tal y como suponía, se hizo el tonto cuando me le acerqué en el parking, antes de que bajara del coche ese que pedía a gritos una jubilación—. ¿Cómo sabes que ha sido el mío?

—Porque es el único gato del bloque, estás encima de mí y me lo he encontrado en mi ventana muchas veces.

—Ah, eres el pijo de abajo, Park Jimin.

¿Pijo? Uy, qué mal íbamos a terminar. Lo veía venir.

—¿Estás encorajado porque tu gata de raza se juntó con un gato del montón? —Se echó a reír—. Qué mala suerte, ¿verdad? Apuesto a que querías emparejarla con uno de esos gatazos con collar de diamantes que se sientan en un cojín de plumas de oca.

No. Pero sí. Claro que sí.

—No, eso me da igual —mentí—. Pero sí quiero que te responsabilices.

—¿De qué? —Se encogió de hombros—. Los gatos vienen y van. Yo no le dije que se fuera a tu casa.

—Pero no lo habría hecho si hubieras cerrado la ventana.

—Lo mismo te podría decir yo a ti.

En esas, salió del auto y, como si hubiera estado esperando el momento, chocó con su puerta vieja la primorosa pintura blanca metalizada de la mía. Lo hizo adrede. Era evidente porque, lejos de pedir disculpas, me dedicó una sonrisilla traviesa.

—Uy. —Puso cara de fallo—. Le he hecho un ralloncito.

Me quedé de piedra cuando utilizó la manga de su camiseta vieja y empezó frotar en el golpe, tratando de quitar el exceso de pintura roja.

—Ah, no —corrigió—. Casi no se nota.

—¿Cómo que no se nota? —Creo que no había alucinado nunca con alguien así en la vida—. Un color rojo en medio de algo blanco se ve a kilómetros. Por supuesto que se nota, y mucho. ¿Tienes idea de lo que cuesta este coche? ¿Sabes lo que me va a costar tapar eso?

—No pero tampoco vamos a dramatizar.

—¿A dramatizar?

—Me refiero a que no te pongas ñoño. —No dudó en señalarme el espacio—. Si tienes tantos coches seguro que te lo puedes pagar —y añadió—. De todas formas, si tanto te molesta un roce o que mi gato vaya a tu casa, te recomiendo que muevas el culo y te mudes a otra parte más acorde a tu "divinidad superior".

¿Qué?

Como no estaba acostumbrado a ese tipo de trato, me costó reaccionar y, para cuando tomé conciencia de que se había burlado de mí y de mi estilo y mi estatus social, ya se había largado por el ascensor, dejándome el rayón en la puerta y sin soluciones para mi gata. Y entonces juré que me las pagaría.

A fin de cuenta, no tenía ni idea de quién era yo y ni mucho menos de dónde venía.

Ni idea.

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PERFECT 《YoonMin》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora