0.2 [Yoon Gi]

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Mi vida imperfecta dejó de ser tan imperfecta en el momento en el conocí al pijo estiradillo de abajo, ese Park Jimin. Él es organizado, meticuloso hasta decir basta y tiene una apariencia primorosa que me llama la atención y me motiva a intentar ser menos desastre. El problema es que no sé muy bien cómo hacerlo ni por dónde empezar porque soy muy pero que muy despistado y aún más impulsivo. Demasiado, diría.

Tengo eso que se llama Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad y que consiste, ni más ni menos, que en olvidar cosas, ser desorganizado y perder el rumbo cada dos por tres. Me lo diagnosticaron a los diez años porque no daba una en el colegio pero estoy orgulloso porque, con todo y con eso, he conseguido entrar en la brigada de delitos informáticos.

Los ordenadores se me dan bien. Sigo la pista de los hackers, me anticipo a sus delitos e intervengo en los fraudes, tanto en los grandes como en los que una persona cualquiera puede hacerle a su jefe, a su familia, a los amigos o incluso a los vecinos. Por eso no tengo horarios. A veces trabajo mucho y otras no tengo ningún hilo del que tirar pero me pagan un sueldo, que es lo que cuenta, y llego a fin de mes.

Mi casa es pequeña y mi mobiliario está formado por muebles que he recogido de contenedores y que yo mismo he restaurado. Lo único que me he comprado han sido la cama y un buen ordenador de trabajo. El coche lo heredé de mi abuelo; es viejo pero él fue alguien muy importante en mi vida y no lo cambiaría por ninguno nuevo.

Como he dicho, el TDAH hace que mis días sean un tanto desastrosos. A veces me quedo dormido de más y otras me entra insomnio. Los Lunes trato de quedar con mis amigos para tomar cervezas pero a veces se me olvida la hora y les doy plantón (o me presento en otro sitio) y el Martes hago lo que puedo por hacer la comprar e ir a la lavandería. El resto del tiempo trato de trabajar y, cuando no, salgo a correr. Me gustaría ver la televisión y esas series que todo el mundo sigue pero no puedo porque me desconcentro en seguida y me pierdo en el argumento. Y encima mis padres, que viven en Daegu, me llaman a diario para echarme la charla sobre la importancia de que sea más disciplinado.

Nada ideal, lo sé.

Por eso he comentado antes que mi vida era un tanto imperfecta.

Hasta que un amigo me regaló su gato y el bichejo se trajinó a la gatita de revista del vecino de abajo, Park Jimin. Uf, nada más y nada menos que él. Qué suerte.

Ese chico es una belleza, con todas las letras. Viste demasiado bien (incluso cuando sale con ropa deportiva lleva los colores perfectamente combinados) y su aura desprende un buen gusto fuera de lo normal. No tengo ni idea de dónde trabaja pero sí que cumple rigurosamente sus horas porque cada día escucho su puerta al cerrase y lleva unos coches que denotan que procede de una familia rica e influyente. Además, su expresión es súper amable. Tiene una mirada hermosa y un gesto sereno que hace que me quede absorto observándole cuando no se da cuenta.

¿Mi gata y su gato? Es lo mejor que me ha podido pasar.

Podría ayudarle con el embarazo del animal, cuidar de las preciosas crías que tengan y, de paso, aprovechar para conocerle un poco. ¿El problema? Que cuando llegó el momento de la verdad y se me acercó, la inseguridad de saberme caótico e inferior, me dominó y adopté una postura defensiva totalmente opuesta a la que buscaba.

Le llamé pijo y ñoño, y le pegué un golpe a la puerta de uno de sus coches, aunque eso fue sin querer. Y luego le califiqué de dramático, le invité a abandonar el bloque de viviendas y me largué.

Y ahí empezó lo malo porque, obviamente, Jimin se tomó muy mal mis comentarios. Lo supe en cuanto subió a mi casa al día siguiente y, con una cara de tensión absoluta, me tendió la factura del veterinario.

—Seis —expuso, seco—. Le he hecho una ecografía y tiene seis gatos dentro, ¿sabes?

—¿En serio le has hecho una ecografía a un gato? —Fue difícil para mí disimular la incredulidad. Yo no tenía dinero ni para ir la peluquería y él le hacía ecos al gato.

—Necesito saber con exactitud lo que va suponer lo que tu gato ha hecho —replicó—. Págame la mitad del médico. —No pude decir nada porque entonces me sacó otra factura, la del coche, y me la plantó en la cara—. Y, mira, esta otra también tiene mucho que ver contigo.

—¿En qué sentido? —Volví a encerrarme en el caparazón—. Es decir, lo del veterinario es excesivo e innecesario y lo otro fue un rayoncito que no se notaba.

—Se veía a un kilómetro.

—Si tienes ojo de halcón puede que notaras un tenue hilo.

—Me tienes que pagar —De repente, sus ojos se me echaron a la espalda y otearon el interior de mi casa, con espanto—. ¡Jesús! —exclamó—. ¿En serio vives así?

Lo decía por la ropa, que seguía dentro de la bolsa de la lavandería, encima del sofá, y por la mesa, con los platos sucios apilados de varios días porque había tenido que estar detrás de un tipo que había robado dinero de una cuenta de pagos y... En fin, que no me había organizado bien. Menos mal que no podía ver la cocina. Se hubiera desmayado.

—Deberías ponerte a limpiar —observó antes de añadir, mordaz—: De paso, también cambia tu armario, que vistes como si fueras de las barriadas de los extrarradios, y escucha tu música del infierno más bajita.

Le cerré la puerta en las narices. Me la había devuelto y lo entendía pero, aún así, ¿barriadas de los extrarradios?

—Ey... —Lejos de irse me pasó la facturas por la rendija de la puerta—. Que sepas que lo del veterinario me lo voy a cobrar sea como sea — me advirtió—. En cuanto al coche, solo te pido que aportes un mínimo que deje entrever tu arrepentimiento.

Mi respuesta fue volar al ordenador y pulsar en la app de música el primer hit de Hip Hop que pillé, una canción titulada More de un tal J- Hope. Subí al máximo el volumen.

¿Arrepentimiento? Nunca.

¿Que podía decir? Los de las barriadas de los extrarradios éramos así de molestos.

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PERFECT 《YoonMin》Where stories live. Discover now