Y a partir de aquí, se inició una conversación que duró más tiempo del que ambos se percataron. En realidad, cuando el ama de llaves vio que estaban extendiéndose demasiado, invitó a Derek a entrar y tomar algo. Fue entonces que los dos se concientizaron y dieron fin a la plática, despidiéndose y tomando cada uno su camino.


CA


Al día siguiente, con su ocupada vida de siempre al ayudar en la limpieza y preparación de las instituciones escolares, Sean salió tarde otra vez, e iba a tomar uno de sus tantos trayectos para ir a casa, pero sus piernas lo llevaron a otro lugar al recordar a Karen. En efecto, en el parque aquel, se encontraba ella, practicando con los niños. La alegría que emanaba era palpable y contagiosa, pudo deducir. A pesar de que sabía que no era fácil lidiar con pequeños, ella parecía pasársela realmente bien; gozaba enseñar y amaba los niños, tanto o más que él. Se sentó en una de las tantas bancas para continuar contemplándola, y el tiempo corrió indetenible, aunque nada perceptible para él. No salió de su ensimismamiento hasta que vio a los adultos ocupar el parque, notando que los niños se despedían de ella, felices.


Karen terminó de atender a cada uno de los infantes y cuando se vio libre de ellos, recorrió con su mirada todo el lugar, pasando por el equipo que yacía en el campo y que calentaba antes de iniciar su partido de práctica, para luego posar sus dorados orbes en la zona de espectadores, descubriendo a Sean. Sonrió al verlo y se encaminó a él con las manos en los bolsillos.


—Así que decidiste venir un rato, ¿eh? —le dijo, sentándose a su lado. Él tan sólo asintió y apenas—. Bueno, me alegro, aunque creo que te hubieses divertido más si nos acompañabas en el juego, ¿no te parece?


Sean volvió a asentir, lo suficientemente confiado como para no salir corriendo, mas con los nervios y timidez necesarios como para no mirarla directamente, hacer algún tipo de contacto físico, o procesar en su cabeza algo que decir. Sin embargo, a Karen no pareció importarle su actitud reservada y continuado con su atención en los jugadores, con una brillante mirada, continuó hablando.


—Mi padre, antes de conseguir el puesto de jefe de la empresa, me enseñó todo cuanto pudo acerca del béisbol desde que era pequeña; ama el deporte y me inculcó ese amor a mí. De ello que practicara constantemente en la primaria, y en la secundaria me uní al equipo femenino de béisbol; fueron buenos años. Sin embargo, la preparatoria ya no contaba con un equipo en el que las chicas pudieran participar. Intenté crear uno yo misma, pero el apoyo era prácticamente ninguno, así que no pude hacer más. Duré dos años sin practicarlo hasta que estos niños me lo devolvieron este año. Admito que estoy algo oxidada, pero me esfuerzo por instruirlos de la mejor manera, al tiempo que yo misma lo disfruto.


Para ese punto, Sean se mostraba bastante interesado y no pudo evitar mirarla más directamente unos momentos, antes de volver su visión al campo, tornándose pensativo. Ambos siguieron disfrutando del juego, una pequeñísima parte de él en silencio, ya que Karen se vio tan entrada en éste, que no se contuvo de aclamar a los participantes, apoyándolos al momento de batear, correr o atajar la pelota; incluso en algunas ocasiones se vio como árbitro al dar alusión a las bolas, faltas o strikes cometidos. Ante el enérgico entusiasmo de la muchacha, Sean se vio contagiado y no pudiendo abstenerse de callar un segundo más, también la acompañó en su algarabía y gritería, recreando un momento por demás placentero para ambos.


La llegada del ocaso anaranjado anunciando la despedida del sol, también dio informe del fin del juego, y los deportistas comenzaron a alistarse para irse.


—Quizás también deberíamos irnos; es tarde —comentó Karen.


—Espera aquí —le pidió Sean en tanto se levantaba velozmente de la banca y se alejaba a paso veloz.


Karen no logró articular ninguna palabra antes de que el castaño estuviera fuera de su alcance. Confundida, observó como él se acercaba al grupo de hombres y les decía algo. Transcurrieron unos minutos de conversación antes de que Sean regresara con ella.


—Vamos —la invitó señalando a algunos de los sujetos que retomaban su posición en el diamante.


—¿Eh? —Karen parpadeó más que extrañada.


—No será un partido completo, pero los convencí para jugar una entrada amistosa con nosotros dentro del equipo.


—¿Por qué? —inquirió, ladeado la cabeza, todavía impactada, aunque curiosa también.


—Bueno, tal vez puedas recordar cómo era en la secundaria —respondió mirándola una palabra sí y otra no, cohibido.


Los ojos de Karen se ensancharon a tal grado que lucieron más grandes de lo que eran, simplemente anonadada; sensación que le duró poco, ya que después, su expresión se llenó de ternura.


—Gracias —agradeció, sonriente, cautivada por la dulzura de Sean.


Sean asintió y luego se dirigió con los jugadores que ya los esperaban, con Karen detrás de él. La entrada dio inicio, así que muy llenos de vitalidad y emoción, los dos se acoplaron a sus puestos respectivos y gozaron de un buen partido entre amigos; los dos habían quedado en bandos opuestos, lo que simplemente hizo más emocionante las cosas. El joven de mirada verde se dio cuenta de que, a pesar de que Karen estaba oxidada, como ella misma había dicho, tenía muy bien infundadas las bases, sorprendiéndolo con sus buenos reflejos y su velocidad, la que aumentaba dada su altura de 1.71; los otros compañeros también se vieron asombrados de lo bien que se movía. Eso sí, todos se vieron sorprendidos por el rendimiento de Sean, quien como amo de los deportes, dio una excelente lucha.


Al final, casi los dos equipos tenían la misma puntuación. A lo largo de la entrada había anotado dos carreras; en ese momento, el equipo de Karen atacaba y ella ocupaba un lugar en la segunda base, en tanto esperaba que uno de sus compañeros hiciera un buen golpe y le permitiera hacer la carrera que les daría la victoria; mas con dos outs, las cosas se complicaban. Expectante en su lugar como campocorto o parador en corto, que era el designado entre la segunda y la tercera base, Sean vio como el pitcher de su grupo lanzaba una bola con efecto que logró el cometido del primer strike. Se le entregó la bola y preparándose una vez más, volvió a lanzarla.


El sonido del bate al golpear de lleno la bola hizo eco en oídos de todos, y casi que robando base, Karen se echó a correr como alma que se lleva el diablo. Sean no pudo hacer nada, pues la pelota pasó de su límite y se dirigió a los jardineros. La trayectoria de la bola fue cargada más hacia la izquierda, así que el jardinero de esa zona rápidamente se dirigió a ella, sin apartar su vista de ella, dispuesta a cojerla. Karen estaba escasos metros de la tercera base cuando la bola fue atajada, terminado el juego. La alegría por parte de los ganadores no se hizo esperar, acompañada de vítores de victoria; sin embargo, Karen también compartió esa dicha, pues se la había pasado muy bien; había vuelto a su mundo después de mucho tiempo y Sean, viéndola contenta, se sintió él mismo feliz.


La sonrisa que no se había borrado del rostro de ninguno de los dos en todo el juego, ni siquiera se esfumó cuando éste terminó y despidiéndose de los amables hombres que compartieron su tiempo y utensilios, cada quien se retiró a su respectivo hogar, rememorando aquella tarde que jamás olvidarían.

Compañía Anhelada |PAUSADA|Where stories live. Discover now