Al siguiente día, y ya con un poco más de calma, Solveig y Muntu explicaron al tío Google, así como a Ahkona y Osun, cómo habían descubierto que podían usar la energía del agua. El Kraken se sintió algo contrariado por no haber pensado en darle este método a Solveig antes, ya que aunque para otras especies era un tipo de magia más avanzado, naturalmente para las sirenas era lo más sencillo, debido a su natural habilidad para cantar, que además de para comunicarse, les servía para orientarse en la oscuridad gracias al eco que producían y el amplio rango sonoro que permitía que midieran diferentes distancias. De cualquier manera, los felicitó y alentó a seguir practicando.

Mientras el día pasaba, los dos siguieron presumiendo su logro, aunque no tardaron mucho en quedar sin otro oyente que Delph, quien por su personalidad y además por ser el mayor, estaba muy bien armado con mucha paciencia. Aun así, le sorprendió un poco ver cómo Solveig y Muntu se miraban. Siempre había sabido que la manera en que su mamá y papá se miraban uno al otro era diferente a como los miraban a ellos o a las demás personas. Y ese mismo tipo de mirada la tenían sus abuelitos, sus tíos y muchas otras parejas. Se preguntó cuánto tiempo tardaría en encontrar a alguien que lo mirara de la misma forma, pero creyó notar que entre las de Muntu y Solveig había un leve parecido con aquellas miradas.

Sin embargo, la voz del pequeño tritón lo sacó de sus pensamientos: —¡Tú también puedes hacer magia así, Delph! Te gusta mucho cantar, ¿verdad? —exclamó Muntu.

El niño mayor sonrió levemente y negó con la cabeza: —La magia se las dejo a ustedes. A mí me gusta más cantar para que escuchemos las historias, así que cuando sea grande voy a viajar muchas veces para escuchar historias nuevas y cantar las que ya conocemos a los que no las han escuchado.

Aunque todavía faltaba mucho, debo mencionar que cuando alcanzan los quince años, los jóvenes tenían la posibilidad de viajar sin necesidad de ser acompañados por un adulto. Asimismo, esta es la edad promedio en la que sus pulmones maduran lo suficiente como para permanecer en la superficie sin ayuda, aunque su capacidad de respirar el aire es limitada a unos 20-30 minutos. Por eso, Delph, aunque no hablara tanto, sí se quedaba soñando despierto, ignorando a veces cuando le llamaban, perdido en sus ideas de poder recorrer, aun si no iba tan lejos, la vastedad del océano, escuchando y cantando nuevos relatos. Además de eso, y aunque sus papás tomaron las cosas con calma, sus abuelos y tíos estaban un poco preocupados por si acaso el muchacho había heredado una enfermedad un poco rara que padecía Leif, el último hermano de Ari, que había hecho que de bebé pudiera respirar aire con normalidad, pero disminuyendo con el tiempo su resistencia al mismo, de manera que al llegar a los quince años, en vez de poder permanecer más tiempo sin agua, ahora no pudiera salir de ella sin sentir que se ahogaba. Aunque según Anémona, no se debían preocupar, pues Delph no había sido más tolerante al aire de pequeño que al crecer.

Cuando volvieron a casa en el Atlántico Norte, casi un año después de iniciado el viaje, Delph tenía ya trece años, Solveig tenía ocho, Muntu, siete años, y los mellizos, dos años.

Pocos días después de volver, Anémona visitó Toivonpaikka de nuevo para informarse si había sucedido algo importante mientras no estuvieron. Efectivamente, era así, pues tanto Violeta como Haakon y Cressida mencionaron que, aunque aisladamente, habían aparecido cerca de las costas unas nuevas criaturas, parecidas a las sirenas, pero de un color pálido demasiado blanco, al punto de que parecían hechas de espuma. Aunque no parecían querer causar algún daño, sí eran muy espeluznantes, y los habitantes de la isla esperaban que Anémona pudiera decirles algo más específico acerca de esos seres.

Quien pudo darles respuesta, y al mismo tiempo una nueva duda, fue Osun: —Sí, he oído hablar de ellas, son fantasmas de sirenas que murieron a causa de los humanos —respondió la hechicera con tristeza en su voz, pues conocía algunas historias en las que aparecían estos seres, simplemente llamados espumosas.

El astro de las profundidadesWhere stories live. Discover now