Capítulo final. La vida puede ser efímera...

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Ayer, mientras me duchaba, aproveché para botar las últimas lágrimas que tenía y poder liberarme de todo. Esas gotas saladas fueron de tristeza, pero la verdad las quise llamar felicidad. Porque mientras el momento sucedía, mi cabeza se llenó de los recuerdos más lindos que he tenido con mis padres y William, aquellos que estoy segura que los acompañara y tendrá un pedazo de mí en sus corazones.

Esos me recordaron el que es mi mayor anhelo continuar viviendo, tengo apenas diecinueve años y una vida por delante, debo conocer tantas cosas como de igual manera decepcionarme que no quiero que mi ciclo haya terminado. Así que voy a aferrarme a la vida hasta el último segundo.

Sigo escribiendo las cartas y finalmente pongo mi firma en la última, la dobló y guardó en unos de el cofre que le rogué a una enfermera que me ayudará a conseguirlas. En ese dejaré las cartas de mis padres como la de Ari y también estarán algunas cosas significativas para nosotros. En el segundo cofre, que en realidad es la caja de deseos que hicimos con mi ángel, guardaré la que escribí a William y con las demás cosas que ya días previos había puesto y hecho para él.

Termino de ordenar y acomodar, cierro la caja dejando todo listo. Una vez escuchó el clic que indica el seguro los ojos se me cristalizan y el nudo de la garganta vuelvo.

No quiero llorar, no quiero que el dolor gane en este momento, no quiero que el sentimiento de tristeza me tome de nuevo y mucho menos sentirme vacía por dentro a tan pocas horas de ir a cirugía, más cuando ya tenía todo claro y estaba preparada mentalmente. Pero no lo logré, mis sentimientos y corazón ganaron esta batalla de hacerme la fuerte, no puedo aguantar más y las lágrimas se dejaron caer por mis mejillas y el llanto no se hizo esperar.

¿Por qué soy tan débil?, ya había aceptado y comprendido las cosas. No llore en toda la semana para venir en este momento hacerlo. Me duele más no poder contenerme, al final de cuentas se que es algo que necesito para esta bien, pero no era una opción, ya que sabía que ello me llevaría a no querer soltar y sentir que les voy a fallar a las personas que amo, llegando un miedo infinito de incertidumbre.

Sigo llorando hasta que escucho oír la puerta y me callo al instante. No deseo que nadie me vea de esta manera, sería también ponerlos a ellos en una situación más difícil de la que ya están, lo que menos quiero es lástima y demostraciones de dolor hoy no.

—Alison, ¿te encuentras bien?

Escucho la voz de Ari.

—Si todo está cool.

Respondo sin voltearme de mi puesto y los pasos de mi doctora acercándose llegan a mis oídos.

—Alison, no debes decir mentiras cuando sabes que no es así, tus llantos los escuche hasta antes de entrar a la habitación.

Avisa sentándose en la silla que tengo al lado y dejan su carpeta en la mesa.

—No sabía que estaba haciendo tanto escándalo —me limpio las lágrimas que seguía en mi mejilla.

—Pues ya viste que si —sonríe y bajo mi cara, me da pena que ve vea de esta manera —. No hay necesidad de avergonzarte Ali, no eres la primera de la última paciente que atiendo y llora, porque sé que es muy difícil tener una enfermedad que puede terminar con tu vida sin darte cuenta y menos al saber que dejarías a esas personas que te aman y adoran. Así que suelta todo lo que tengas que soltar, porque llorar siempre será la mejor manera de recuperarte y sentirte en paz.

Recorta y el nudo de la garganta regresa con más fuerza.

—Hasta hace un momento me sentía bien, no se lo que me sucedió.

Digo entrecortado alzando mi mirada para conectarla con la de la doctora. Ver sus ojos no puedo evitar pasar por mi mente los de mis padres y sobre todo los de Will que son los más hermosos que he visto.

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