V E I N T I S É I S

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Luego de un momento a solas con ella misma, Madison pudo por fin dejar que sus sentimientos y pensamientos hicieran lo que debían hacer

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Luego de un momento a solas con ella misma, Madison pudo por fin dejar que sus sentimientos y pensamientos hicieran lo que debían hacer. Y no sabía perfectamente qué era lo que tenía que pasar, solo lo dejaría fluir. Lloró, gritó, se enojó y lloró aún más en la azotea del hotel.

Había sido el día más largo de todos desde que tenía ese empleo, y eso que todavía faltaba el concierto.

Aún no entendía por completo lo que había pasado, y seguía sin poder creerse que haya amenazado a Alison como si ella no tuviese el poder de despedirla y dejarla en la calle. Pero lo hizo, y eso la hacía enorgullecerse de sí misma.

Estuvo más de una hora en la terraza, hasta cuándo se sintió segura de que era hora de volver al hotel, entonces lo hizo. Se habría sentido más calmada después de desahogarse, por supuesto, de no ser por haberse cruzado con Alison en el pasillo del último piso. Su corazón se aceleró al tiempo que una nueva furia crecía dentro de su pecho.

¿Cómo podía un ser humano ser tan vil y despiadado? ¿Cómo podía una persona ser tan cínica y andar diciendo por las redes sociales que apoyaba la libertad de género y el empoderamiento femenino mientras en su vida privada avalaba las vidas de mentiras y atormentaba las mismas de cinco (o siete) personas totalmente inocentes de su intención? No sabía la respuesta a esas preguntas, ni a ninguna de las más que por su mente aparecían.

Lo único que sabía era que Alison Berger era mala.

No dijo hi hizo absolutamente nada. Su visión siguió en la última pared al final del pasillo, pero aún así pudo notar que Alison la miró y rió mientras pasaba junto a ella en dirección contraria. Cuando estuvo segura que nadie la veía y que la rubia ya estaba a sus espaldas caminando lejos de ella, Maddie bufó y rodó los ojos. No sabía cómo aún mantenía su trabajo, pero el saber lo mucho que les costó contratarla, le dió una idea.

No iba a dejar que esa mujer modificara su renovado humor. No, señor.

Al estar en elevador, esperó a llegar al piso deseado, pero al parecer alguien tuvo la urgencia de pedirlo a mitad de su camino. Bufó de nueva cuenta y siguió esperando. Cuando las puertas se abrieron, a la última persona que esperaba encontrarse tras ellas era a Erick. Sin embargo, así fue. Un pelinegro con la mirada hacia su celular se mantenía cabizbajo, con una sudadera negra y pantalones verde militar,

El ojiverde no había notado su presencia ahí hasta que ella lo nombró con sorpresa y un deje de esperanza.

—Oh, Maddie, lo siento —dijo avergonzado—. No te vi aquí —se excusó ya dentro del elevador. Pulsó botón que lo llevaría al vestíbulo.

—No hay drama —pronunció, como si no le afectara que Erick estuviese de aquella forma.

La música random de elevador no paraba de sonar, acompañado del repiqueteo del pie del ojiverde contra el piso, y de sus respiraciones profundas. El ambiente se sentía cargado de emociones. Ni buenas ni malas, solo tenues, neutras, pero aún así pesaban en el aire.

Verlo ahí, tan indefenso, tan inmiscuido en sus pensamientos –y en su celular–, viéndose tan pequeño, pidiendo socorro en silencio. Mierda, cómo le hubiese gustado abrazarlo en ese momento. Había pasado mucho tiempo en el que ambos estaban tan cerca. Los dos solos. En un lugar tan pequeño como esa caja metálica. Estaba respirando el mismo aire que Erick Brian Colón, y nunca se había sentido como una fan suya hasta que se encontró a sí misma en esa situación.

Madison quería hablar –por supuesto que quería hacerlo. Quería romper con ese silencio y decirle a Erick lo mucho que lo amaba; así como antes de que el rompiera con ella, incluso antes de que iniciaran; o tal vez aún más que antes. Estaba perdidamente enamorada de él, a pesar de que le haya roto el corazón a la mitad. Quería decirle que amaba sus gestos, sus miles de gestos a lo largo del día; los que demostraban felicidad, angustia, enojó, euforia; amaba verlo y oírlo hablar por horas y horas como solo él sabía hacerlo. No aguantaba las ganas de tomarlo del cuello y estampar sus labios contra los suyos, después de tanto tiempo sin hacerlo.

Sin embargo, algo dentro suyo le impedía hacer todo lo que ella quería hacer en ese momento. Y cuando estaba a punto de ganar su lucha interna sobre si debería hacer lo que quería o lo que su interior decía, las puertas del ascensor se abrieron, con su insoportable y usual "ding" que a Maddie la sacaba de quicio. Entonces, Erick salió de ese diminuto lugar, a paso largo pero lento, casi esperando algo.

Somos canciones —pensó Madison—. Estás tan cerca y te siento tan, tan lejos. Y seguramente sos la persona correcta, pero en el momento equivocado.

Pero ahí fue, justo ahí, que ella pensó –en una centésima de segundo–. Ella no quería que aquello pasara, ¿Por qué entonces debía de permitirlo? Maddie no tenía la bola de cristal que le diría qué era lo que pasaría el día de mañana, Erick tampoco la tenía, ni sus amigos ni nadie más. Nadie en el mundo sabría qué es lo que pasa al día siguiente, por lo menos no con certeza. Madison quería vivir el presente, toda su vida quiso que así sea, vivir al máximo, ¿Por qué ahora no debía ser así? Sos Madison Williams, pelotuda, ¿qué mierda estás haciendo?

Entonces, salió casi corriendo del ascensor impidiendo que sus puertas se cierren, tomó a Erick del brazo y lo adentró junto a ella de nuevo en la caja metálica, presionó un botón al azahar, y luego lo detuvo.

—Perdón por hacer esto ahora, pero no aguanto más —susurró con lentitud, mirándolo a los ojos—. Erick, ¿te puedo besar?

Fue una pregunta con un tono esperanzador. Sus ojos brillaban cuál única estrella en un cielo azul y profundo. Sus manos acunando el rostro de su amado como si fuese lo más preciado en el mundo. Y lo era.

—Hazlo ya, por favor —rogó el ojiverde. Dos segundo después, sus labios estaban danzando con los suyos en un compás desconocido pero en el cual ambos comenzaban a perderse.

¿Cómo podía ser que haya soportado tantos meses sin tenerlo cerca? ¿Cómo podía ser que hace solo un par de horas, ella estaba llorando por él y su miedo de que Erick no pudiera despertase nunca más?

Hay algunas preguntas en la vida a las cuales no tenemos respuestas. Solo una cosa sabía. Lo mucho que lo había extrañado.

Una de sus manos viajaron al pecho del ojiverde, dónde encontraron su lugar allí, justo sobre su corazón latiendo a toda prisa.

El beso se sentía tierno, aunque desesperado, haber pasado tantos meses después de lo que pasó, parece que había dejado algún tipo de abstinencia en ambos. En sus labios sintió algo húmedo y salado; así que con lentitud abrió sus ojos, dejando ver a su amado tan cerca suyo que parecía un sueño. Un sueño del cual nunca quería despertar.

—Maddie, lo que pasó aquella vez —soltó Erick al separarse de repente de los labios de la morena, haciéndole sentir frío en sus labios—..., lo que hice y todo lo que dije, yo en serio que...

—No es importante ahora, Er —lo interrumpió, encogiendo sus hombros—. Vos a mí me querés? —le cuestionó en un susurro.

—No tienes una idea de cuánto —pronunció en un sollozo, haciendo que lo mismo le pase a Madison.

—Y yo a vos también, Erick, muchísimo. Así que eso es lo que importa ahora —dijo con suavidad.

—Pero quiero explicarte...

—Entonces después me lo explicas, ¿sí? —él asintió—. Ahora besame, precioso

•••

Bueno, antes que nada, perdón (por parte de ambas) por haber tardado tanto, tanto en seguir con las actualizaciones. Pasaron muchas cosas, pero lo importante es que ya estamos acá ¡Y volvemos con todo, carajo!

2do Francia.

Y por último, pero no menos importante, ¿qué les parece este momentito Erickson? Cuéntenme...

×Yona & Glo💜

FREEDOM|CNCO.Where stories live. Discover now