Capítulo 10. La vuelta al hogar

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Habían pasado dos días desde que Ruslan y Bastien enviasen a los mensajeros desde Carentan hasta el cuartel general de Albión en la costa normanda. El sargento mayor Arthur Doyle y el coronel McGregor de la Policía Militar iban en el mismo vehículo todoterreno que la general de brigada Brigitte Taylor. La general Taylor era la primera mujer en alcanzar un rango tan alto, pero se lo había ganado a pulso gracias a su gran capacidad estratégica, que le había granjeado numerosas victorias en el campo de batalla. Su rostro aún mostraba la energía de la juventud, a pesar de múltiples arrugas que le daban a su rostro un gesto severo, su pelo castaño, veteado ya de gris dada su edad, 45 años, le daba también cierto aire de experiencia adusta. Estaban a cinco minutos de Carentan.

Cuando los mensajeros habían llegado al cuartel, a muchos les sorprendió la noticia del ataque a Carentan, Taylor no podía creer que entre los suyos hubiese tantos militares corruptos como para orquestar semejante acto, pero se puso en contacto con el mando de la Policía Militar en Londres para verificar la información. En cuanto Taylor avisó a McGregor acerca del contenido del mensaje, tanto éste como Arthur Doyle habían salido pitando hacia Galia con un equipo completo de policías militares de la plena confianza de McGregor. Al llegar habían solicitado el apoyo de Taylor y sus tropas para llegar a Carentan y socorrer a la población.

Por fin avistaron el pueblo. Varios tejados tenían desperfectos, y a la iglesia le faltaba el campanario, con la madera ennegrecida y astillada alrededor de la zona donde había estallado el proyectil que lo había derribado. Tuvieron que sortear los restos de los vehículos que habían quedado varados en el camino, entre ellos un tanque con un agujero enorme que lo atravesaba de lado a lado. Cuando llegaron a la entrada del pueblo vieron restos de una barricada, junto a dos partisanos que les apuntaron con sus rifles, mientras un tercero corría hacia una casa del pueblo.

Tras unos minutos tres figuras, una de ellas fácilmente reconocible debido a que duplicaba la altura de las otras dos, salieron de la casa seguidos de otras dos personas.

Arthur, McGregor y Taylor bajaron del todoterreno y se acercaron a la entrada del pueblo. Los dos vigías se relajaron y bajaron sus rifles al ver que no iban armados. Arthur vio como sus amigos se acercaban y se relajó al ver que seguían de una pieza. Ruslan tenía una venda alrededor de la cintura y una gasa en la cara, Gaile también llevaba una gasa cubriéndole la parte izquierda inferior del rostro, y Connie llevaba un vendaje alrededor de su cabeza. Pero por lo demás parecían gozar de buena salud.

— Arth, sí que os habéis tomado vuestro tiempo — exclamó Ruslan cuando estuvieron frente a frente.

— Es que nos costó bastante reponernos de la sorpresa de tu mensaje — dijo Arthur, y añadió con un ademán pomposo citando el mensaje. — "Hemos encontrado lo que buscabais. Pero hay más gente interesada en hacerse con el premio. Venid a recoger lo que quede de ellos para que podáis llevarlos al tribunal militar". ¿Qué clase de petición de refuerzos es esa?

Arthur sonreía mientras hablaba. McGregor y Taylor se pusieron a la misma altura que Doyle.

— Bien, veo que habéis cumplido — dijo el jefe de la policía militar, parecía que seguía siendo parco en palabras. — Esta es la general de brigada Brigitte Taylor, jefa de las fuerzas de Albión en Galia.

— Veo que mis subordinados les han causado problemas — dijo Taylor con determinación. — Les pido disculpas.

— Eso debería decírselo al alcalde Bastien, aquí presente — replicó Ruslan cediendo su puesto a Philipe Bastien, que llevaba el brazo derecho en cabestrillo.

— Alcalde, mis más sinceras disculpas en nombre de las fuerzas de Albión — dijo Taylor con convicción. — Si hay algo que podamos hacer para resarcirles, por favor, no dude en decírmelo.

El Heredero de los Drake - Crónicas de los Drake Vol. 1Where stories live. Discover now