Capítulo 6. De vuelta al infierno

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Arthur Doyle se encontraba en la puerta de la mansión Drake. Le sorprendió lo sobria que parecía en comparación con otras mansiones de familias adineradas. Una verja de forja, encastrada en el centro de un muro de ladrillos gris claro, franqueaba el paso a un pequeño jardín muy bien cuidado, con un camino de baldosas rojas que llegaba hasta la puerta principal de la casa, con una fachada de arenisca de tonos claros. Una mesa redonda, rodeada de tres bancos arqueados, todo ello de piedra blanca se encontraba a la izquierda del camino de entrada bajo la sombra de un roble joven. A la derecha del camino había varias filas de coloridas flores de distintas variedades, en jardineras alargadas de ladrillo rojo.

Arthur avanzó hacia la puerta principal conformada por dos lamas de madera de nogal con herraje dorado y una gran aldaba en forma de pipa de fumar, cuyo lado más grueso reposaba sobre una placa también dorada pero que había perdido un poco de lustre debido al uso. Arthur levantó la aldaba y llamó.

Tras unos segundos la puerta se abrió y fue recibido por un mayordomo de estatura media, pelo cano y un frondoso bigote arqueado que continuaba hasta unirse a sus patillas también muy pobladas, pero pudorosamente recortadas.

— Buenos días, señor — saludó el mayordomo. — ¿A quién debo anunciar y para quién es la visita?

— Arthur Doyle, vengo a ver a Ruslan Drake.

— Pase por favor, avisaré al joven Ruslan.

— Gracias.

Arthur franqueo la puerta y el mayordomo cerró tras él. El hall impresionaba por su sencillez y elegancia. Marquetería de madera de roble adornaba las paredes de color beige claro, haciendo contraste con un suelo de oscura madera de nogal. El mayordomo le invitó a sentarse a una pequeña mesa redonda con un par de sillas, todo ello de madera de roble. El mayordomo se retiró y pocos segundos después volvió por una puerta lateral con una pequeña bandeja con una taza humeante, un azucarero y un platillo con pastas.

— ¿Supongo bien al pensar que el caballero prefiere el café al té? — preguntó el mayordomo educadamente. Arthur sólo asintió con la cabeza, algo abrumado. El mayordomo añadió — Por favor disfrute del refrigerio mientras espera al joven Ruslan. Iré a avisarle de inmediato.

El mayordomo se encaminó a las escaleras de madera de nogal, enmoquetadas en color rojo pálido con dibujos geométricos en beige claro, y con barandilla de roble. Desapareció por el pasillo de la izquierda de la segunda planta. Arthur cogió la taza y saboreo el café, tenía una acidez perfecta, siempre había preferido el café sólo y sin azúcar, le ayudaba a despertar sus sentidos y estar alerta.

A los pocos minutos vio salir a Constance Perry de la cocina aún devorando un bocadillo de roast beef con un plato en su mano izquierda. Ella se quedó quieta, masticando, y levantó el bocadillo a modo de saludo. Arthur la correspondió levantando la taza. Y ambos estallaron en carcajadas.

— Veo que estáis muy alegres de buena mañana.

La voz de Ruslan les llegó desde lo alto de la escalinata, y ambos volvieron la vista hacia su amigo, que bajaba las escaleras hacia ellos, con su viejo mayordomo a su zaga.

— Bonita casa, Ruslan, muy elegante — dijo Arthur.

— Mi madre siempre ha tenido buen gusto — contestó él.

— Be bafes afi, for fierzo, Farf — dijo Connie aun mascando parte de su bocadillo.

— Connie, puedes tragar antes de preguntar, tranquila — le soltó Ruslan, divertido.

— Una señorita debería cuidar más su imagen — dijo con tono estirado el mayordomo.

Connie tragó azarosamente y miró al mayordomo.

El Heredero de los Drake - Crónicas de los Drake Vol. 1Where stories live. Discover now