50 - FINAL

1.5K 122 34
                                    


FLASHBACK

Almería, Agosto de 2004

Amelia estaba frustrada porque no le salían las notas en la guitarra, y es que let it be había calado hasta sus huesos y necesitaba imperiosamente aprender a tocarla. El mar estaba calmo y el sol comenzaba a esconderse por el horizonte ofreciendo una vista entre naranja, púrpura y rojiza. Desde la roca sobre la cual estaba sentada tenía una vista panorámica de aquel paisaje tan conocido para ella, tan querido. Almería era algo así como su segunda casa y volver allí cada verano significaba rememorar momentos felices con su abuelo, su madre y, a veces, su tía. Pero ese verano de dos mil cuatro era distinto, ese agosto la encontraba diferente, algo en su interior había cambiado, algo se había movilizado haciendo mucho ruido, tanto, que la había abrumado por completo. Apoyó la guitarra en la funda, la guardó de mala gana, volvió su mirada hacia mar y hacia aquel cielo multicolor, y fue entonces cuando una lágrima brotó traviesa de su ojo derecho pero enseguida la limpió. No podía borrar de su cabeza la última carta de Luisita, la misma que tantas veces había intentado responder sin éxito alguno, ya que todos los papeles terminaban arrugados en el papelero, y es que no sabía cómo contarle que le gustaban las chicas, ni siquiera se lo había contado a sus amigas, solo lo sabía su madre, lo cual era algo raro para una adolescente de casi dieciséis, pero había sido Devoción quien se había dado cuenta vaya a saber como y durante una conversación con Amelia había tocado el tema como una afirmación y no como una pregunta, dejando a su hija la única y simple tarea de asentir para confirmárselo. La morena había encontrado en su madre una fuente increíble de apoyo y temía que no fuese así con sus amigas, mucho más temía que no fuese así con Luisita, por eso aquel verano había decidido desconectarse de todo y de todos y llevar su guitarra a Almería para intentar sacar sus canciones favoritas, entre las cuales estaba let it be y un par más, pero no había podido con ninguna. Se quedó en silencio durante varios minutos con la mirada puesta en la nada, escuchando el sonido del mar y respirando la brisa cálida de una tarde de agosto perfecta, hasta que sintió unos pasos atrás.

- ¿Qué está haciendo mi sobrina favorita? – preguntó Alicia y se sentó a su lado - ¿Cómo va eso? – dijo señalando la guitarra haciendo que la morena se encogiera de hombros - ¿Qué ocurre, cariño? Hace horas que estás aquí, ¿no te apetece hacer ningún plan con tus amigos almerienses? –

- No tía, no tengo ganas – respondió la morena de mala gana

- ¿Mal de amores? – indagó Alicia

- Ya mi madre te ha ido con el cuento, ¿verdad? – se molestó Amelia

- No, tu madre no me ha contado nada, pero vamos que a tu edad y con esa cara hija ya una sabe, que puede que nos veamos solo tres veces al año pero no te pienses que no sé de qué va la adolescencia – dijo, y la morena sonrió animada – Entonces, ¿me quieres contar? –

Amelia suspiró y habló directa y sin tapujos, total algún día su tía habría de enterarse. – Me gustan las chicas, me gusta una amiga, se llama Luisita, pero no se lo he dicho y tampoco he hablado con mis amigas del tema y tengo miedo de que no me acepten o que no me quieran igual que antes – habló en carrerilla

Alicia miró a su sobrina por un momento y esbozó una sonrisa que denotaba una profunda empatía. – Respira, cariño, que no pasa nada – dijo, y Amelia suspiró pesadamente - ¿Sabes una cosa?, cuando yo tenía tu edad estaba pilladísima por una compañera de curso, Esther se llamaba –

Amelia abrió los ojos como platos - ¡¿De verdad?! Pero tú eres... -

- No, no lo creo, también me han gustado chicos, sería algo así como ¿bisexual es que vosotros le decís? –

Te amaré por siempreOnde as histórias ganham vida. Descobre agora