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30 de julio de 2007

Querida Amelia:

He intentado ponerme en contacto contigo pero no he podido, no encontraba las palabras y, siendo sincera, cada hoja que intentaba escribir terminaba en la papelera. Antes de seguir escribiendo te pido que no rompas esta carta y que no te enfades con tu madre por haberme dado tu dirección de Madrid, por favor. Perdón por haberte fallado Amelia... he sido una tonta, te he fallado a ti, pero también me he fallado a mí misma perdiendo tu amistad. Siento mucho no haberte apoyado cuando quizás más necesitabas de una amiga. Te he dejado sola y créeme que eso es algo con lo que me voy a dormir cada noche. No sé cómo remediarlo, solo sé que siempre has sido la persona a la cual quise y quiero contarle todo lo que pasa, mi mejor amiga, en quien más confío desde siempre porque sí, porque siempre lo he sentido de esa manera. Te echo mucho de menos y te quiero, elijas lo que elijas, y lamento muchísimo no haber puesto eso en primer lugar cuando me contaste que te gustan las chicas. No espero que me perdones, claro que no, bueno quizás sí, un poquito... pero lo que más me importa es que te enteres qué si algún día te sientes sola, sepas que aquí estaré para leerte, escucharte o incluso abrazarte si eso es lo que necesitas. Nunca estaremos solas mientras nos tengamos la una en la vida de la otra, ¿verdad? Espero volver a saber de ti...

Tu amiga tonta y fastidiosa, Luisita


Amelia terminó de leer la carta con las lágrimas a punto de brotarle de los ojos y, cuando ya no puedo contenerlas más, lloró. Se permitió llorar como nunca lo había hecho en mucho tiempo, porque venía acumulando tanta angustia, y no solo por su distanciamiento con Luisita, sino por el distanciamiento con sus amigas, quienes a pesar de no haberla rechazado en un principio, la fueron haciendo a un lado poco a poco hasta dejarla sola. Se sentía fatal, había pasado por mucho en los últimos tres años, y a eso ahora se le sumaba la mudanza a Madrid y el comienzo de la universidad, cambios que no había podía podido terminar de gestionar aún, y de repente sintió como toda esa tensión acumulada terminó por rebalsar con esa carta. Si no lo hubiera pensado, hubiese corrido a los brazos de Luisita para aceptar aquel abrazo, pero no. Su fuerza interior era muy poderosa, y la había ayudado a sobrevivir cuando todo el mundo desapareció a su alrededor. Era lógico que ahora no quisiera saber nada con su pasado ni con ninguna de las personas que la habían apartado, ni siquiera con Luisita, pese a que fuera la única de sus amigas que le había pedido perdón. No tenía ganas de exponerse ni de confiar en ella otra vez. Desde que había pisado Madrid había decidido comenzar una nueva vida, encontrar su lugar, su gente. Estaba enfadada, con Luisita y con ella misma por permitirse tambalear al leer esas palabras. Pensó en tirar la carta y llamar a su madre para preguntarle por qué le había dado su dirección de Madrid a la rubia, pero en vez de hacer todo eso, sin saber por qué, la guardó en el sobre y la dejó de mala gana en un cajón. 'Ya nadie más me lastimará por ser quien soy', pensó. Se recostó en su cama, se puso sus auriculares y, en un intento por evadirse del mundo, se quedó dormida.

3 MESES DESPUÉS

- Abuelo, ¿ha llegado alguna carta para mí hoy? – preguntó Luisita entrando a ''El Asturiano'' con algo de prisa

- No cariño, no ha llegado correspondencia para ti, lo siento... - respondió Pelayo con cierto pesar al ver la tristeza en los ojos de su nieta

- Ya... no pasa nada abuelo... ¿tú crees que algún día Amelia me perdonará? – preguntó resignada

- Yo creo que si charrita, solo debes darle tiempo – sonrió Pelayo intentando consolar a su nieta – Ya has hecho lo que estaba a tu alcance, y fue muy noble de tu parte aceptar tu error y pedirle perdón, confía –

Te amaré por siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora