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Luisita y Amelia caminaron por el Retiro hasta que divisaron un pequeño banco de madera al lado de un árbol, y se sentaron a tomar el chocolate caliente que habían comprado unos minutos antes. Era una tarde fría pero la calidez del sol a esas horas hacía que fuera agradable estar allí. Conversaron hasta ponerse al día, y cuando la charla decantó en temas sentimentales, Amelia le contó a Luisita sobre su relación con Ana, una compañera del instituto. Amelia y Ana compartieron dos años de sus vidas, para la morena fue su primer y único noviazgo y parecía idílico, hasta que se dio cuenta de que las cosas no iban bien, que ya no se sentía cómoda, y fue entonces cuando decidió terminar la relación. Aunque ambas habían quedado en buenos términos, con el tiempo perdieron contacto.

- ¿Entonces Ana y tú no hablasteis más? – preguntó Luisita

- Si... hablamos un par de veces luego de separarnos, pero desde que me mudé a Madrid no supe más nada de ella... – respondió Amelia algo cabizbaja

- Todavía la quieres, ¿verdad? – preguntó la rubia viendo algo de tristeza en la mirada de la morena

- Bueno, no sé si podría llamarse amor, es más bien aprecio y respeto ¿sabes? – contestó Amelia - Ella fue mi primera vez, mi primera novia oficial... hemos crecido mucho juntas, y eso es lo que pasa con las relaciones bonitas, cuando se terminan dejan un vacío un poco difícil de llenar –

- Lo siento mucho Amelia, debe de haber sido muy duro para ti... – Luisita le tocó suavemente el hombro

- Lo fue, pero así es la vida ¿no?, lo que ya no vibra en igual sintonía que la nuestra termina para dar paso a lo que sí, es como un ciclo -

- Ya... ¿y cómo sabías que Ana ya no vibraba en la misma sintonía que la tuya? Digo, si vosotras os queríais la una a la otra y habíais andado tanto juntas... ¿Cómo te has dado cuenta que ya lo vuestro no funcionaba? – preguntó la rubia intrigada

- Bueno, queríamos cosas diferentes. Ella se quedaría en Málaga, yo me vendría a Madrid. Ella ansiaba ser madre a temprana edad y yo no quiero ser madre ni ahora ni nunca – rió – A ella no le apetecía una boda de blanco, y a mí sí. Y así podría seguir... Con el amor no basta Luisi... Ana era algo así como la chica que siempre había soñado, y pensaba que me haría feliz toda la vida, pero resulta que con los años los sueños cambian y te enteras que el amor no es tan idílico como nos lo han contado –

Lusita la escuchaba con atención. No podía evitar sentirse reflejada en Amelia, porque estaba pasándole algo parecido con Sebastián. Si bien era el chico con el que soñaba desde que tenía memoria, ahora sus sueños iban tomando otra forma y no estaba segura de si quería realmente estar con él. La morena la observaba y, a juzgar por esos ojos marrones, se dio cuenta de que Luisita estaba pensando más de una cosa a la vez. Vio algo raro en su mirada, no era tristeza, pero tampoco estaba iluminada como siempre, así que, siguiendo el hilo de aquella conversación sentimental, sintió que era el momento de preguntarle.

- ¿Y tú como estas con Sebastián? –

La rubia suspiró y la miró. – Pues... a decir verdad, no lo sé. No sé si me siento tan bien con él como cuando empezamos la relación –

- ¿Por qué lo dices? – preguntó Amelia sintiendo que su amiga necesitaba desahogarse

- ¿Recuerdas aquella carta en la que te conté que nos besamos por primera vez en el cumple de María? – la morena asintió – pues en ese momento no me cabía la felicidad en el pecho, sentía que mi sueño se estaba haciendo realidad. Nos besamos varias veces desde entonces y, poco más de un año después, en mi cumple de catorce, me preguntó si quería ser su novia. El chico que siempre me había gustado me preguntaba eso en mi cumpleaños, imagínate lo que le dije –

Te amaré por siempreOnde as histórias ganham vida. Descobre agora