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Nunca habían considerado la adopción como una opción para ser madres, y de verdad es que admiraban a todas las parejas que adoptaban, pero ellas no se sentían lo suficientemente fuertes como para atravesar ese proceso. Sabían poco y nada de la burocracia que envolvía al tema pero lo suficiente como para no querer pasar por eso, y lo confirmaron el día en el que se metieron de lleno en la situación de Teo y supieron lo largo que sería el camino para poder adoptarlo legalmente. Seguían sin sentirse lo suficientemente fuertes, no estaban preparadas para afrontar lo angustiante que puede llegar a ser un proceso judicial que tiene nada más y nada menos que a un niño de por medio. Claramente no lo habían pensado bien cuando decidieron adoptarlo, deberían haberlo hablado con más tiempo y evaluar todos los pros y los contras, no era una decisión para tomar a la ligera, deberían haber pensado en lo duro que podía llegar a ser si las cosas no salían bien. Sin embargo, ahí estaban, contra todo pronóstico empapándose de toda la información que debían saber, pero nada parecía ser suficiente, estaban agobiadas y recién empezaban. Pero mientras ellas lo pasaban mal e intentaban gestionar el hecho de que no se sentían aptas emocionalmente para atravesar un proceso de adopción, había un bebé de apenas siete meses que estaba creciendo solo, sin nadie alrededor que documentara sus pequeños progresos, y eso las angustiaba más que toda la burocracia junta, así que decidieron no pensar tanto ni hacer caso al pánico que sentían, decidieron ir para adelante con lo que sea a pesar de no sentirse fuertes, decidieron guiarse simplemente por la intuición, por ese sentimiento de protección que les venía desde la entraña cada vez que pensaban en Teo y en lo solo que estaba en la vida.

- ¿Cómo estás? –le preguntó Amelia a Luisita una noche cualquiera en la que ninguna de las dos podía dormir

- Aterrada – dijo la rubia – El proceso puede durar hasta ocho años, ocho, es una locura –

- Lo sé, cariño... ¿crees que nos precipitamos con la decisión de adoptarlo?, quiero decir, quizás podía ayudarlo de otra manera... - preguntó la morena con visible angustia en los ojos

- Puede que sí que nos hayamos precipitado pero... ¿qué otra cosa podíamos hacer? si es que Teo está solo y los meses pasan... pronto va a empezar a andar y no habrá nadie ahí para festejarle sus pasos, ¡como no vamos a precipitarnos!, no solo es ayudarlo, amor, es darle un hogar, el cariño de una madre, bueno de dos - sonrió - No quiero solo ayudarlo, ¿me entiendes? ¿tú quieres eso? – preguntó la rubia con los ojos húmedos

- Yo también quiero adoptarlo y darle un hogar y tienes razón, mientras intentamos gestionar todo esto el sigue creciendo y ese tiempo no vuelve... – respondió la morena mientras Luisita la miraba fijamente - Mi vida - le dijo a la rubia, y le acarició la mejilla secándole una lágrima que cayó repentinamente - ¿Cómo es posible que me enamore de ti todos los días? – Luisita sonrió ante esa pregunta – Lo lograremos, sé que será así –

- ¿Sabes una cosa? – dijo Luisita, y la morena la miró expectante – Cuando Mercè cumplió los tres empecé a pensar en lo bonito que sería tener otro hijo, para ese entonces Teo estaría naciendo... no creo que sea una casualidad, ¿sabes?, quizás suene cliché pero creo que la vida nos quiere enseñar algo con todo esto – dijo, y la morena asintió

- ¿Por qué nunca me contaste que querías ser madre otra vez? – preguntó Amelia

- No lo sé... – respondió la rubia y soltó otra lágrima – Creo que no quería que pensaras que te estaba presionando para que te embaraces otra vez, ya que yo no puedo... -

- Aún no sabemos si no puedes, solo necesitas iniciar un tratamiento –

- Ya Amelia, pero ese tratamiento no nos da ninguna seguridad de que pueda concebir, además que no voy a destinar dinero necesario para nuestra familia a algo tan tonto como eso, es un deseo egocéntrico, si ya tenemos una hija, y si todo va bien tendremos un hijo, ya está –

Te amaré por siempreWhere stories live. Discover now