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- Es muy guay tu casa, Amelia – sonrió Luisita mientras le daba un sorbo a su té – Por ser un piso pequeño como has dicho, es bastante amplio y cómodo para ti sola – continuó

- Bueno si, no me puedo quejar la verdad. Además, me lo renta una colega de mi madre a muy bajo costo, no podía desaprovechar la oportunidad. Mis ahorros han cubierto casi un año de alquiler – explicó

- ¿De verdad? ¿Has trabajado en Málaga? – preguntó la rubia curiosa

- Sí, en los dos últimos años previos a venir aquí, he complementado el bachiller con trabajo. He sido dependienta, profesora, también canté a la gorra... – se rió – Hice de todo para que no corra solo por cuenta de mi madre, y he logrado un buen dinero te digo –

- ¿Cantas? – preguntó Luisita sorprendida – Cántame algo, a ver –

- ¡¿Que dices?! – rió la morena – No, no, no, no voy a cantar – se sonrojó

- Anda, canta para mí – dijo la rubia haciendo puchero

Amelia puso los ojos en blanco como hacía casi siempre cuando aquella niña sabía salirse con la suya. – Está bieeeen – suspiró – Solo una canción, a ver si la conoces –

Luisita la miró expectante, y de repente la voz de la morena comenzó a sonar a capela.

Tengo razones para entenderte
Tengo maneras de darte suerte
Tengo mil formas de decir que sé que todo irá bien
Tengo razones para entenderte
Tengo tan buena suerte
Tengo historias para comprender que
todo te ira bien, todo irá bien

La rubia no podía dejar de mirarla. Se sentía abstraída por esa voz. Sus ojos iban de arriba hacia abajo, de izquierda a derecha, en un intento por grabar en su memoria aquel instante, aquellos rizos, aquellos ojos, aquella sonrisa, aquel cuerpo que se movía al compás de la música.

Mirar en ti lo bueno que hay, es especial
No olvides que tú vales más que el qué dirán
Así que...

Tengo razones para entenderte
Tengo maneras de darte suerte
Tengo mil formas de decir que sé que todo irá bien
Tengo razones para entenderte
Tengo tan buena suerte
Tengo historias para comprender que
todo te ira bien, todo irá bien

Amelia la miró y pudo notar algo de tensión en Luisita. Estaba congelada, como hipnotizada, con la mirada clavada en ella. - ¿Y? ¿La conoces? Es de Chenoa, se estrenó hace poco – La rubia parecía no volver de aquel lugar al cual había viajado con su mente. – ¿Luisita? ¿Estás bien? –

Entonces reaccionó. – Si, si, la conozco, es preciosa, y tú... cantas increíble – Se le humedecieron los ojos – Tú... ¿tú crees que todo estará bien, Amelia? - preguntó algo nerviosa

- ¿Por qué lo dices? – cuestionó la morena algo desconcertada por el brusco cambio de tema

- ¿Te acuerdas que ayer me dijiste que hablara con Sebastián? – bajó la mirada – Pues mañana almorzaremos juntos luego de la competencia de esgrima, y he pensado en aprovechar ese momento para hablar con él – volvió a mirarla - ¿Tú crees que me odiará por dejarle? – una lagrima brotó de su ojo izquierdo y comenzó a caer por su mejilla

- Claro que no Luisita, como podría odiarte... – respondió la morena limpiando la lágrima en la cara de la rubia – Tienes que estar tranquila y ser sincera, exponerle todo lo que te pasa por dentro, ¿entiendes? – tomo sus manos – Ya verás como todo saldrá bien –

Luisita se estremeció ante el contacto de sus manos con las de la morena y, como si se tratara de un acto reflejo, se acercó hacia ella. - ¿Tú crees que... quizás... me puedan gustar las chicas? – Clavó su mirada en los labios de Amelia y continuó acercándose hasta quedar a centímetros de ella - ¿Me ayudarías a comprobarlo? – la miró a los ojos

Te amaré por siempreDove le storie prendono vita. Scoprilo ora