Chapter 4

22 20 17
                                    


Año 1997

maMi CO R rE Yo

tE ALC aNZA rE



Escribí tembloroso debido a mis sollozos. Doble el trozo de papel que logré robarle a Francesco. Robar es malo, lo sé. Pero necesitaba escribirle a mamá. Este pequeño lápiz me lo obsequió ella.
Sonreí recordándola. Pero en seguida volví a mi realidad. No estoy alegre; mamá grita y sufre. El papá de Bruno y de Francesco es malo. Daña a mamá. A mí también me hace daño pero no me molesta. Yo puedo soportarlo... Pero ella no, no sé por qué pero no puede. Es frágil. Las imágenes de él golpeándola y atormentándola se reproducen en mi cabeza, una y otra vez. Cual escena de terror.
—Presta atención niño... —un fuerte quejido se oyó. Provenía de mí. Apreté los ojos.
Mamá gritó aterrada. —¡Suéltalo, Jean Franco! —se montó sobre su espalda, tratando de ahorcarlo. Pero él se volteó haciéndola caer al suelo. Le dio un puñetazo en la nariz; un jadeo enorme surgió de la boca de mamá. Abrí los ojos como platos. De nuevo me faltaba la respiración. Necesitaba ayudar a mami, pero no tenía idea de qué hacer. Corrí, interponiéndome entre las rabietas de Jean Franco y mi mamá. Él elevó su mano frente a mí, golpeándome. Haciéndome caer al suelo... Mis ojos se cierran inconscientemente... Yo no... Quiero dejar a mamá sola...









Abrí bien mis ojos tratando de no recordar. Pero se me hacía imposible. Comencé a llorar de nuevo. Con fuerza, sin lograr reprimir el llanto pese a mis intentos fallidos. Papá tampoco está. Hace mucho que no lo veo, ¿a dónde se lo habrán llevado? Debe estar triste. Cubrí mi rostro con ambos brazos, deslizándome por la pared, hasta el rústico suelo color gris. Tengo algo de frío. Me tambaleo. Mis dientes chocan incontrolablemente produciendo un incesante sonido. Parece que una especie de humo, casi visible, sale de mi boca. Ha de ser invierno; vaya, recuerdo las últimas navidades que pasamos mamá, papá y yo... Éramos tan felices. Flexioné mis piernas juntándolas a mi rostro para apoyar mis brazos de las rodillas y poder llorar sin ver nada más. Pero me quedaba sin fuerzas para seguir quejándome así... Me limité a oír el mismo sonido de aquellas gotas que caen una a una a cada momento desde el techo hasta mi costado mientras de mi boca volvía a escaparse el vaho. Entretanto, no me fijé que había dejado mi cartita a la deriva. Y entonces, alguien entró. Arrebatándome la carta de la mano. Instintivamente miré, con los ojos cristalizados y varias lágrimas que acariciaban mis mejillas, a uno de los Salvatore.

—¡No por favor! ¡No la abras, está frágil! —rogué levantándome rápidamente del suelo e intentando quitársela—. ¡Es mía, devuélvemela! —exclamé brincando con las manos
extendidas.
Bruno se rió en mi cara y llamándome por un nombre que evidentemente no era el mío, me arrojó al piso pateándome en el estómago. No puedo respirar. No respiro. Bruno, ayúdame. Ayúdame. No me salen las palabras. Trato, trato y trato, pero él no me oye. No estoy hablando. Aprieto fuertemente mi estómago en posición fetal. Arde. Mi garganta arde porque no está funcionando.
—Asmático de mierda... —reprocha Bruno abriendo la puerta—. No aguantas nada.
Vi su sombra desvanecerse delante de mí. Se iba a paso tranquilo. Lento. Así mismo como yo dejaba de respirar de vez en cuando.



Enero, año 2005

—¡Maldición! —gritó alguien. Automáticamente me levanté exaltado en busca de la imprudente persona que interrumpió mi sueño.
—¿Qué diablos? —lo miré irritado al reparar en quién había sido. Él volteó a mirarme angustiado. Pasándose ambas manos por el cabello hasta el punto de casi halárselo.
—¿Otra pesadilla? —figuré sentándome tranquilo, rebuscando en la mesa de noche que tenía a uno de los costados para proceder a encender mi cigarrillo.
Él se movía de un lado a otro hurgando en sus bolsillos y luego en la chaqueta que había dejado encima de una silla del comedor.
—Deja la coca y respóndeme. —dictaminé.
Chisteándome, en un titubeo respondió—Estoy bien. —masculló por lo bajo; para entonces acabando de formar una línea imperfecta sobre su celular esnifar aquello cerrando los ojos. Soltando un suspiro, se dignó a mirarme.
—¿Te quieres matar o qué? —dije levantándome instintivamente de la cama para entonces proceder a quitarle el sobre de las manos—. Deja de ser tan estúpido Brigdewell.
—Qué más da. —pronunció con frialdad, le irritaba el hecho de que quisiesen controlarlo, aún cuando fuese para su propio bienestar.
—Eso quiere decir, que no te importa una mierda conocer a tu hermana. —espeté en busca de hacerle entrar en razón.
Se restregó el rostro, ansioso. Y me dirigió una mirada enseriada.
—Llevo meses buscando. ¡Demonios, pudo haber muerto y yo como un imbécil sin pista alguna!

Lo observé en silencio. Sinceramente no creía que existiese posibilidad alguna de que pudiese encontrarla. Aún así, le admiraba... Por poseer ese deseo de encontrar a aquella niña que ni siquiera conocía, por el simple hecho de saber que tiene un parentesco sanguíneo con él. 

Daniel suspiró. —O tal vez lleve una mejor vida, con alguna familia que le haya podido adoptar... —hace una pausa y frunce el ceño—. Claro que yo no dejaría de buscarla sólo por eso. Pero Jeremy se desapareció del mapa hace años... —manifestó casi en una queja—. No sé donde más buscarlo. He coincidido con más de cuarenta Jeremy's en mis malditos trece años —se reprochó—, y no ha aparecido un "Jeremy Brigdewell". —manifestó por lo bajo, con un aire desalentador, como si finalmente estuviese chocando contra la realidad. Aquella que denegaría la oportunidad de reunirlos nuevamente....

—De todas maneras —continuó—, de encontrar a mi hermana sería sólo para verificar que está feliz... —alegó esbozando una diminuta sonrisa, perdiéndose en algún pequeño recuerdo que llevase consigo, he de suponer.

Puede que yo sea frío y muy poco demostrativo pero para mí era admirable la forma en la que Daniel hablaba de su hermana; como si la conociese de toda la vida... Cuando en realidad, ni siquiera sabía su nombre. Él podía ser el tipo más idiota e inestable cuando se lo proponía, pero me agradaba su forma de pensar. Ésa pudo ser la principal razón por la que lo ayudé a escapar...

—¿Imaginas algún nombre? ¿Jamás te dijo cómo deseaba ponerle en caso de que fuese
niña? —cuestioné.

Negó. —Jeremy y yo jamás hablamos de eso. —hizo una pausa—. En realidad, jamás hablábamos... No que yo recuerde, es decir, cuando pienso en él sólo recuerdo cómo me miraba sujetándole de los hombros y me decía "campeón, sabes que mamá y yo te queremos, ¿no es así?". Y cuando lo decía, mamá estaba detrás mirándome con compasión... A veces pienso que ellos sabían que esto sucedería... No entiendo por qué eligieron esta vida para nosotros.

—Dudo que haya sido su elección. Sencillamente no pudieron esconder lo que tu papá era... Un chico perdido que buscaba desesperadamente dinero para mantener a su familia.

—¿En realidad te crees ése cuento, Jason? Jeremy debió ser alguien, alguien importante como para que tuviese tantas miradas enemigas encima. Joder, me secuestraron, y a mamá, para hacerle sufrir. Y encima el hijo de perra no apareció nunca más.

—Debió tener sus razones.

—Ah ¿sí? ¿Cómo cuáles? Dime, ¿qué podría cuestionar que nos haya dejado en manos enemigas sin maniobrar algún plan para sacarnos de ese lugar?

—Tal vez sabía que si volvía los matarían, a ustedes, Daniel.

Resopló dándome la espalda, aproximándose a la ventana. Mirando fijamente a través de ella por unos segundos como en una especie de trance. 

—Entonces no debió embarazar a mamá. —se volteó nuevamente observándome—. No debió enamorarla. —niega—. Ésta es la misma vida que él llevaba, Jason, y los dos sabemos bien que no se nos permite amar. —arruga la frente y sus ojos de a poco se cristalizan.

My DemonsOnde histórias criam vida. Descubra agora