C a p í t u l o 26

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Ya ha amanecido para cuando me encuentro sentada frente al gran escritorio oscuro del Alfa Rafael Minfrield.

Él aún no llega, no sé si su tardanza es adrede o si simplemente viene atrasado, pero se hace esperar y yo no tengo mucho tiempo. Escucho las respiraciones de sus soldados haciendo guardia fuera de la habitación y, como si lo hubiese invocado, el sonido de sus característicos pasos se acerca un momento después.

Ni siquiera me gasto en levantarme de mi asiento para saludar cuando abre y cierra la puerta tras él después de ordenarle a los guardias que se retiren. Es hora de dejar de fingir esa actitud sumamente afable que ninguno de los dos manejaba por el otro en el pasado.

—Yunuenko, oí que me mandaste a llamar —Bien, directo al punto.

— ¿Qué sabes del Aquelarre, Rafael? No me mientas porque sabré si lo haces, habla.

Suspira, pero sé que sabe que no tiene opción. Hace años, Rafael negociaba comercialmente con el Clan Zuwnko para mantener una "alianza pacífica" y evitar las confrontaciones que surgían en las fronteras suyas que limitaban con las del clan contrario.

Para aclarar, no se hacía porque tuviésemos un trato cordial con la manada Minfrield, sino porque, para qué negarlo, tener licántropos rondando por ciertas zonas cercanas al hogar de los brujos no era del agrado de nadie. Así que se tomó la decisión de negociar a cambio de que ninguno se mueva un penique de su frontera. Ambos bandos se seguían odiando, pero con tal de no crear malestar al pueblo y evitar una lucha innecesaria, uno termina cediendo a estos trueques.

Y, para mí mala suerte de ese entonces, a quien se le encomendó supervisar todo fue a mí.

Yo tuve que ser quién controlase que los lobos de Minfrield cumplieran lo pactado y que, además, dejara plasmada una imagen respetable en el trayecto. Mi Matrona quería ver cómo me desenvolvía en estos andares y, claramente, lo hice perfecto. Tanto que, aún ahora, Rafael sabe que no puede ni debe jugar conmigo.

De todos modos, me sorprende que él siga cumpliendo con el Acuerdo de Silencio y no haya dicho nada sobre lo que una vez nos unió en el pasado a ambas especies. Eso quiere decir una de dos cosas: sigue aliado con el Clan Zuwnko o, en cambio, ya no lo está, pero de algún modo evitó que mi abuela se apoderara de sus tierras.

Sea como sea, ya he perdido mucho tiempo estando en la manada Cowlser y aquí sin saber nada sobre la situación en el Aquelarre Zuwnko. Cuando estaba en casa, Denny aún no me brindaba la confianza de sus espías y ahora tampoco me ha contado mucho, además, no es como si pudiera, su manada nunca ha estado tan cerca del territorio de brujas como para recolectar información; pero Rafael cuenta con espías de inigualable nivel, algo, por no decir mucho, tiene que saber. Y va a decírmelo todo.

Rayco e Ivanora no trajeron demasiado consigo durante su huida y ya nos hemos atrasado bastante. Necesito saber a qué nos enfrentamos y en qué posición estamos. Sé que Rafael le ha informado a Denny por ser aliados, pero conozco a Rafael, he tratado numerosas reuniones con él y siempre tiene algo guardado para su beneficio. Eso es lo que quiero y, si hace falta, le obligaré a darme cada maldito pensamiento que ronde por su cabeza.

Viene una batalla que no pienso perder.

No me importará romperme y romper a unos cuantos, con tal de llevar a la victoria a toda mi familia, cueste lo que cueste.

—Te lo diré, era cuestión de tiempo que lo hiciera, pero antes quiero que me hables sobre Ivanora —dice, dejándome tiesa en la silla. Luego, como para no quedar muy obvio, agrega—: Sólo trajiste a Rayco, es raro que tus dos escobas se alejen de ti.

Casi bufo divertida ante el mote antiguo, Rafael siempre molestaba diciendo que, al yo ser tan bruja, necesitaba de dos escobas, y esas pasaron a ser mis dos subordinados. Un chiste bastante estúpido, en mi opinión.

Inquietante SerenidadWhere stories live. Discover now