Capítulo 30. Décimo deseo.

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Mientras estoy reviendo cariño de las personas que más amo, recuerdo que mi novio quedó en la puerta. Me separo de mis padres y giro mi cabeza para encontrarme con mi ángel recostado en la columna con los brazos cruzados y una sonrisa débil y apenas conecto mi mirada con la de él. Puedo notar como sus ojos se encuentran cristalizados y intuyó el porqué.

No lo pienso más y me acercó donde él, quedando al frente de William.

—¿Qué haces aquí parado solo?, ¿pensabas quedarte ahí toda la noche? —pregunto.

La conexión que he construido con este hombre es tan grande que puedo sentir su dolor, desde lejos, logrando que yo también me aflija, porque han pasado nueve meses, en donde él ha sido mi mayor compañía y me ha mostrado un mundo que nunca creí ver. William es el hombre que amo y me enseñó ese sentimiento, somos dos piezas que se unen y si una está dañada es como si el otro también lo estuviera, eso lo comprobé por la forma en la que se pone cuando estoy sufriendo, lo siente y quisiera siempre verme mejor. Y ahora soy yo la que quiere que no tenga esa cara, de felicidad por mí y mezclada con tristeza de él, al recordar a su madre.

Sé que mis padres son esas piezas de rompecabezas, pero ahora el enfermero de ojos azules, también se volvió una.

—No quería incomodar, su momento.

Contesta alzando los hombros y se ve tan tierno y apagado. Lo segundo son de las cosas que menos me gustan, Will siempre me ha mostrado esa parte de alegría y positivismo que verlo de esta forma, me rompe por dentro.

—William, tu nunca me incomodarías y lo sabes muy bien, no digas bobadas que me harás enojar.

Le aclaro, pasando mi mano por su mejilla que está cálida y él dándome una sonrisa triste.

—Lo se, me descubriste, se siente un poco doloroso, ver que yo nunca pude tener una familia tan unida y que me diera cariño —confiesa con la voz apagada.

Aquí se encuentra el Will que sabe la manera de lograr que sus palabras entren en mí, y esta vez no fueron de ánimo, sino, demostrarme que él sufre y también llorar como todos y trata de hacerme feliz a mí, para el estarlo y duele mucho, esto sobrepasa cada una de las cosas dolorosas que he vivido. Ver como el hombre que solo te demuestra alegría y emoción por la vida, apagado, es inexplicable y triste.

Tomo su cara entre mis pequeñas manos.

—Mírame —le ordenó y subió su mirada, que me quema más al ver esos iris azules cristalizados —. Me tienes a mí y a mis padres, porque sé que te recibirán como un miembro más de esta familia. Mi ángel, tú una vez tu me dijiste, lo que sientes lo siento, ahora te lo repito yo a ti, recuerda que nos volvimos uno solo, acuérdate, por favor te pido que cambies esa cara que me esta doliendo ver.

Sonríe posando sus manos encima de la mía.

—¿Te he dicho que eres mi luz?.

Asiento con la cabeza.

—Muchas veces, como también que tu mi ángel —le recuerdo.

En un parpadeo pega su frente con la mía.

—Gracias Alison, gracias por ser esa persona que me sacó de la oscuridad, por ser aquella mujer que cada día me da un motivo más para vivir y me demuestra que con la persona correcta todo puede ser lo mejor del mundo y bonito. Te juro que todo saldrá bien y contaremos una historia de amor que muchos querrán tener, porque estoy más que seguro que este sentimiento que cada día crece más por ti, y que se ha construido conociéndote en todas tus facetas, triste, enojada, sonriente, feliz, con dolor, y las que existan. me han demostrado y reiterado que el amor que siento por ti nunca acabará. Tu Alison Méndez, eres la mujer que amo y quiero para el resto de mi vida. Por eso te juro que de está vas a salir victoriosa como te lo he repetido una y otra vez

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