20. Capricornio

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Nunca consideré que Piscis fuese tan imbécil.

―Sacar a la Ocho sería perjudicial, por su evidente popularidad ―declara.

¿Cuál evidente popularidad?

―Está en el puesto veinticuatro.

―Dentro de las veinticinco más populares ―afirma―. Será muy obvio que solo la sacamos por su casta.

La risa de Tauro me indica que ellos solo están buscando molestarme.

―Es una Ocho. Sin familia. No tiene nada que ofrecerle a Aries o a la familia real o a Íllea ―doy por finalizado el asunto y me centro en Aries mientras su consejero y su guardia intercambian una conversación en el fondo.

―¿Todo esto para volver a caer en gracia de mi padre?

―Haría todo para estar en la gracia del rey ―admito.

No se si Aries ve mi sinceridad o está desesperado, pero acepta mi propuesta.

―¿Tauro y Piscis, podrían esperar afuera? ―al momento me arrepiento de lo que acabo de preguntar. Ambos responden que no―. Bien. Quédense.

Aparto las cosas del lugar que pertenecía a Piscis y solo tomo una pluma y una agenda.

―Bien. Primero. Te enseñaré a elegir esposa.

―Aries, Tauro y yo vamos a salir por... té. ¿Está bien? ―pregunta Piscis obligado por Tauro.

―Si está bien ―responde Aries sin importancia fijando la vista en la agenda en mis manos.

―¿Seguro? ―está vez pregunta el azabache.

―Si. Está bien. Estoy con mi primo. No con el ejército de Nueva Asia ―anima el príncipe.

Primo. No nos llamamos de esa manera desde niños. Suena ordinario. No me gusta.

Sus asistentes por fin se van y nos quedamos solos.

―¿Qué buscas en una esposa?

―Ya no quiero hablar de esto contigo ―murmura dirigiendo su atención a una pluma sobre su escritorio.

El rey tiene razón. Aries es imbécil. Demasiado inmaduro para asumir cualquier responsabilidad.

―¿Te parece que estoy jugando? ―cuestiono arrancándole la pluma de las manos―. No te pregunté si te gustan rubias o morenas, con tetas o de cabello largo. Te pregunté, cómo futuro monarca de Íllea, ¿qué buscas en una esposa?

―¿Alguien que me ame? ―confiesa incomodo.

Incorrecto.

―Buscas seguridad. No quieres despertarte un día y que tu esposa haya tomado la decisión de dejarte. Debe ser alguien en quien confiarías tu vida y más importante, tu nación. Encantadora, alguien en quien el pueblo vea un pilar y al mismo tiempo serenidad. Inteligente, pero no más que tú. Se que será difícil, pero Íllea no quiere una sabelotodo traga libros de reina. Debe saber comportarse y mantener una conversación, sin ser más interesante que tú. Puede graciosa, una princesa joven y más carismática que tu hermana, pero no una bufona o alguien frívola. Es importante que sea hermosa, eso más que por ti es por el público. ¿Ya entendiste lo que estás buscando en una esposa?

Por primera vez Aries ya no tiene esa sonrisa de bobo y me mira con seriedad.

―Si, ya entendí. No es una esposa para mí, es una esposa para Íllea.

―Bien, aprendes rápido ―estoy realmente satisfecho. Si el rey me dejara formar a Aries en dos años tendríamos al gobernante que necesitamos―. Recapitulemos a Las Seleccionadas.

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