14. Sagitario

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Los primeros colores del amanecer se trazan en el cielo. Y solo en ese momento me doy cuenta de que pasé, de nuevo, toda la noche despierta.

La respiración de Luna en la cama de arriba es pesada y tranquila. Quisiera poder dormir con tanta paz como ella, pero no lo he logrado. Cada que cierro los ojoso el mundo se viene sobre mí.

La Selección. ¿Competir por la mano del príncipe? Suena irreal. Ni si quiera puedo decirlo en voz alta.

Soy Sagitario Jeon. Hasta hace unos días era una Cinco. Una bailarina y pseudo cantante. No era sobresaliente ni en mi trabajo, ni en mi vecindario, mucho menos debería poder participar en un concurso nacional para ser la reina de Íllea.

De nuevo mis ojos arden y las lagrimas descienden por mi rostro. Mamá me matará por "despertar" con la cara hinchada.

Me daría de baja de La Selección (aunque seguramente habrá una regla que me lo impida), pero el primer cheque para la familia ya lo hemos gastado. Apenas unas noches atrás cada integrante de la familia expuso sus necesidades que deberían ser cumplidas con el dinero extra.

Orión fue el primero. Él quería un par de zapatos nuevos. Sus zapatos actuales estaban gastados de la suela y su pie se ensuciaba con el asfalto de la calle, también había desarrollado una ampolla por pisar la superficie irregular.

Fue el primer integrante, de una familia de seis, en exponer su caso y yo ya tenía el corazón destrozado.

Júpiter no pidió nada material. Aun que papá hubiese querido que pidiera un instrumento, me lo confesó él más tarde. Júpiter quería volver a estudiar en la escuela. Era el único de la familia que aun no descubría su talento. Mamá y Orión pintaban, papá tocaba instrumentos de cuerda y viento, Luna cantaba como un ángel y yo bailaba. A Júpiter lo habían convencido (obligado) a dibujar, tocar instrumentos y cantar, pero no conseguía interesarse por ninguna disciplina. Algo preocupante para un Cinco de doce años. Incluso su gemelo trabajaba como ayudante en pintar murales por la ciudad. Mientras tanto, Júpiter solo quería estudiar.

Los habíamos sacado del colegio en cuanto yo terminé la secundaría. Según mamá. Ya era suficiente inteligente para poder educar a mis hermanos, así que yo comencé a darles clases en casa.

Quise gritar y decirle que sí, que Júpiter podría regresar a la escuela, pero en ese momento Luna intervino para pedir algo por ella.

Me sorprendió que lo hiciera. Una vez yo me fuera a La Selección, ella se quedaría con toda habitación para ella sola y con mi ropa. Si yo estuviese en su posición, sería lo primero que pediría, ropa y más espacio.

Después me sentí muy culpable y egoísta por solo pensar en eso mientras que Luna dijo:

―Quiero que rechacemos algunos trabajos.

―Con o sin el dinero. No podemos dejar de trabajar y tirarnos a ver el televisor ―le reprendió mamá.

Incluso a mi me desconcertó su petición. Luna era una mariposa social. Le encantaba cantar en las fiestas y ser el centro de atención. Y lo lograba de manera tan orgánica con su voz, que no pensé que quisiera dejar de trabajar.

Más tarde esa misma noche le pregunté a que se refería.

―Hace un mes estuvimos en casa de unos Doses. Tenían hijos de mi edad y no dejaban de molestarme. Pero pagan bien y mamá no deja de enviarme con ellos.

Las peticiones de mamá y papá también eran importantes.

Papá quería que saldáramos nuestra deuda con el de la panadería, el de la tienda y pagar la luz y el agua para que no la fueran a cortar. Mamá quería dar mantenimiento a la casa y ahorrar los cheques para que en tres meses papá se pudiera operar.

Al final de la noche las prioridades fueron ordenadas de la siguiente manera:

· Ahorrar el 20%

· Pagar servicios y deudas con el 50%

· Dar mantenimiento a la casa con el 30% restante.

Mis padres eran los jefes del hogar. Ellos sabían mejor que hacer con el dinero. Pero realmente lamenté no poder comprarle sus zapatos a Orión, ni regresar a Júpiter al colegio y mucho más ayudar a Luna para que no tuviese que asistir a trabajos que la hicieran sentir incomoda.

A las siete y cuarto mamá se levantó. Media hora más tarde entró a mi habitación. Yo ya estaba desenredándome el cabello.

―El uniforme de La Seleccionadas ―indicó depositando un vestido que me habían enviado del palacio.

Ya me lo había probado buscando alguna irregularidad en la talla, pero me quedaba perfecto. Hecho según las medidas que me habían tomado días antes.

Era blanco y corto. Más elegante y caro que toda mi ropa junta.

Debíamos dejar el cabello suelto. Así que solo me lavé la cara y apliqué algo de base debajo de mis ojos para ocultar mis ojeras. También ricé mis pestañas y apliqué algo de mascara.

Mamá no dejaba que me maquillase demasiado a menos que fuera realizar alguna presentación, pero la base sobre mis ojeras se había vuelto mi más preciada posesión.

Después de un desayuno ligero, ligero porque no tenía nada de hambre, me puse el vestido.

―Pareces una novia ―sonrió Luna admirándome. En su cabeza yo ya era la reina.

Quise responderle con algo divertido o ingenioso, pero mi cabeza no daba para más que respirar o hablar. No ambas al mismo tiempo.

Mi respuesta tardó tanto que Luna solo me sonrió y se sentó en mi cama mientras me contemplaba. En el exterior escuché a funcionarios del palacio llegar a mi casa. En unos minutos debía estar en la plaza principal para mi "ceremonia de despedida".

―Luna, cuéntame sobre los chicos que te molestaron ―le pedí.

Durante cinco minutos quería tener la mente en algo que no fuera La Selección.

Luna se quedó en blanco un segundo y luego miró al suelo tratado de hacer memoria.

―Son tres Doses. Son mas altos y grandes que yo. Mamá me acompañó para que amenizara la comida, en el descanso se me acercaron y me preguntaron mi nombre y mi casta. Después de burlaron de mi vestido y de mamá. El más bajo me siguió al baño y... dijo que si me robaba algo me lo harían pagar.

La sangre me hervía en las venas.

―No tendrás que volver a trabajar para ellos ―prometí.

―Ya escuchaste a mamá. El dinero de tu cheque irá para...

Pero no la dejé terminar.

―Permaneceré en La Selección tanto tiempo como pueda. Los cheques no dejaran de llegar y entonces Orión tendrá sus zapatos nuevos, Júpiter podrá volver a la escuela y tu no tendrás que volver a trabajar donde te sientas incomoda. ¿Lo entendiste?

Ella asintió.

El permanecer en La Selección ya no era una alternativa, era mi elección.

La Selección ||Zodiac Ver.||Where stories live. Discover now