Capítulo 36| Compras (1/2)

Comenzar desde el principio
                                    

—¿Qué? —Giro mi cabeza en todas las direcciones posibles sin comprender.

Me mira como si estuviera aguantando la tentadora idea de golpearme.

—El cinturón de seguridad.

Me lo coloco casi de inmediato, entonces se voltea ignorando mi pregunta y enciende el auto para comenzar a conducir.

Recargo mi cabeza en la ventana con la tentadora idea de dejarme llevar por los brazos de Morfeo.

—No te duermas.

Pestañeó extrañada, pero me recompongo para replicar negándolo todo.

—No iba hacerlo.

Gira en una esquina, soltando un sonoro resoplido como si realmente las palabras «no tengo ganas de hacer nada» estuvieran escritas en su frente con plumón permanente.

—Cuando termines puedes llamarme y vendré a recogerte —habla entre dientes no muy convencido, diciéndolo más a fuerzas que de ganas.

Arqueo una ceja, aguantando las ganas de reprocharle su comportamiento.

—No tengo que aguantar tu mal humor —suelto de forma brusca casi sin pensar, aunque en cierta parte tenía razón.

Parece entrar en razón y asiente levemente como un cachorro regañado, ya me parecía raro su comportamiento, como si hubiesen interrumpido su siesta.

—Lo siento —Parece mortificado, él no es quien se molesta por cualquier cosa—. Evelyn ha estado distante y no sé si hice algo malo.

Claramente a Leandro le importa mucho su relación con Evelyn y eso lo he notado por su esfuerzo en cada detalle, puede que no me lleve bien con ella, pero al fin y al cabo hace feliz a mi hermano. Ni como quejarme. Lo que me preocupa es que llegue a depender mucho de ella.

Entiendo su preocupación, pero no debería desquitarse con los demás.

Estuve a nada de abrir la boca, pero decidí no hacerlo y centrar mi vista en el camino. No puedo aconsejarle ahora cuando mi cabeza también está hecha un revoltijo.

Me gustaría decir que hablamos durante el camino, pero no fue así, parecía agobiado por sus problemas así que no pensé que mis palabras fueran de gran ayuda. Además, mi mente estaba completamente en blanco.

No sé si fue mi imaginación, pero tan solo voltear al cielo me hacía ver a todas las personas que pasaban apagadas, como si de hecho un aura triste se encontrara asechando a todos. Que ideas las tuyas Madeline. No es más que mi imaginación, es probable, no he pasado por cosas buenas últimamente.

Leandro toma un lugar en el estacionamiento del centro comercial, aunque sea tarde el lugar parece estar prácticamente lleno. Apenas había lugares disponibles.

Me despido de mi hermano con una sonrisa, cualquiera que me viera salir casi corriendo del vehículo diría que tengo algo bastante urgente que atenderme, pero no, es simplemente el calor que me llevaba asfixiando durante todo el recorrido. Suelto un suspiro de satisfacción al sentir el fresco aire golpear contra mi cara, pareciera que había corrido un maratón. Ni siquiera puedo correr pocos minutos sin comenzar a morirme y suplicar por un descanso.

—Te cuidas, Madeline —Volteo a verlo para dedicarle una sonrisa de oreja a oreja ladeando la cabeza levemente, para después hacer el ademán de despedirme.

No le doy una respuesta, simplemente cierro la puerta del vehículo para después permanecer fija en mi lugar hasta que lo veo irse en el auto no muy convencido de dejarme aquí. Me alegra que se preocupe por mí cada que salgo, porque yo igual me preocupo por todo. Si un día me pierdo ya sé quien me buscaría.

Un chico fuera de este mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora