Prólogo Pt1.

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Si dios está con nosotros ¿quién está con ellos?

Verdún-Sur-Mer

Francia.

22 de Agosto de 1916

0830 horas.

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Todos estábamos asustados, resguardados en nuestras trincheras, nuestros fusiles en mano... se escuchaban los crugidos de los cañones a lo lejos como si se tratara de truenos, el cielo era gris y el ambiente opaco, a menudo resistíamos el aroma a muerte, llovía cada dos días... había barro por todos lados, mis pies estában húmedos y hundidos bajo 10 cm de barro. Enfermos casi todos, gripe, disentería, tifus... el ambiente era tóxico, las paredes de la trinchera compuestas por troncos de madera y su cima forrado por dos filas de sacos de arena.

Wilhelm, Fritz, Wolfgang, Rupert, Franz y Peter (yo) eramos parte de la compañía Nuhmem, 2° Regimiento de la 4ta División de Landwehr's de München.

La trinchera era el mismo infierno, era peor a veces que la tierra de nadie, resguardarte en la trinchera por meses sin avanzar un solo kilómetro que salir a enfrentar tu propio abismo, éramos carnada, simple carnada.

Habíamos estado frenando cada ofensiva en las últimas semanas y el enemigo yacía estancado en este momento reagrupándose... los combates no nos arrebataban muchos amigos, pero nos arrebataban muchas energías, estábamos reventados del cansancio. Muchos no les importan las condiciones del suelo y deciden sentarse en el barro a cruzarse de brazos y taparse el rostro con el casco para depurar el sueño y dormir hasta que el capitán prestara nuevas órdenes... yo estoy aquí desde hace tres meses... como poco, la sed es abundante todo el día, los suministros no han llegado en una semana y no he recibido ninguna carta de mi familia... muchos divagamos en el surrealismo de nuestras mentes.

Era un nuevo recluta en el Regimiento, tenía 18 años recién cumplidos.

Estaba ansioso pero a la vez asustado, a menudo veo a los veteranos Fritz y Wilhelm charlando mientras hago guardia. Hablan sobre sus familias y reían poco, Fritz estaba casado y Wilhelm era abogado, luego de un rato hablaron de todos sus amigos que habían muerto y entonces mencionan al cabo que estaba antes de mí, soy el reemplazo de un cabo llamado Heinlein que había muerto tras el impacto de una pieza de artillería, dicen que no encontraron nada de él.

Yo evitando el miedo pasaba saliva tras mi garganta y respiro profundo; aún hacía guardia, azomaba mi cabeza como centinela observando cualquier actividad del otro, escucho a Franz y Rupert que hablan sobre francotiradores por todos lados: La semana pasada fallecieron tres centinelas de nuestra compañía.

Así que además de ver a la nada, estaba expuesto a cualquier riesgo, no sabía si en este momento me apuntaban o si me quedaban unos segundos de vida, sentí la presión abismal en mí y de tanto miedo sólo me quedé estancado de forma paralítica sólo viendo un sólo punto... no me dejaba pensar.

Alcancé a olfatear el humo del cigarro que venía de mi derecha, giré un poco la cabeza y era Wolfgang.

Estaba recargado su codo derecho sobre el asiento de la ametralladora MG-10 y con la mano izquierda disfrutaba el cigarrillo blanco mientras exhalaba el mismo humo con la boca.

Era de aspecto nórdico; ojos azules, tez blanca, un mechón rubio se le veía caído del casco y su bigote curvo, parecía siempre quitado de penas... como si no le importara morir en cualquier momento, las bombas no le asustaban y siempre mantenía la cordura, no sé como lo hace.

Giré de nuevo a donde vigilaba observando no más allá de 20 metros por la densa niebla, fijando la vista en el filo del horizonte con atención.

Casi de la nada cae una bomba 15 metros atrás de mí levantando una columna de tierra, me agaché al momento poniendo mi palma derecha sobre mi casco para ponerme a cubierto, la fuerte sacudida de esta me deja levemente aturdido y después de unos segundos sentía como la tierra que saltó me caía gradualmente como lluvia; escuché a Wolfgang gritándo furioso:

-¡Bastardos franceses! ¡No permiten fumar con tranquilidad!-

Pues segundos antes ante la explosión dejó caer su cigarrillo al barro por el susto.

Fritz y Wilhelm estaban sentados detrás de mí en un par de sillas divididas por una mesa pequeña de madera, sobre el tablero yacían una baraja de cartas con la que jugaban póker, ni si quiera se asustaron por la bomba, indiferentes observaron nuestra escena y Fritz elevó una sonrisa burlezca mirándonos a ambos; recuerdo que era blanco, ligeramente arrugado, ojos grises, dientes manchados y desviados, bigote curvo castaño obscuro... no usaba casco, usaba una boina, pude ver entre el filo de su guerrera una cinta de tres barras negras y dos blancas; le llamaba su orgullo de la guerra... no a cualquiera se la daban, una Cruz de hierro, se la reservaban a los más valientes.

Wilhelm no usaba boina, estaba descubierto de su cabeza, era rubio, complexión robusta, ojos verdes, patilla y bigote unidos, no usaba barba, el miró soltando una ligera sonrisa mostrando sus dientes igual manchados, no tenía condecoraciones, pero sus galones en los hombros indicaba que era cabo; Fritz y Wilhelm, eran los más veteranos de la compañía, estuvieron desde hace un año en este mismo lugar, lo ven como su segundo hogar.

Admiraba a Fritz y Wilhelm, perderme en el frente abismal como ellos, respetar la muerte.

Después de unos largos minutos observando el mismo horizonte escuché leves risas detrás mío de Fritz y Wilhelm, ellos platicaban algo, no recuerdo mucho:

-No tengo idea porque nuestras hebillas aparece el nombre del creador "Dios con nosotros"-. Decía Wilhelm.

-Talvez contigo y conmigo, con Horst, el capitán Bremmen y los demás no corrieron el mismo destino-. Decía Fritz.

-¿No te haz preguntado? ¿Si Dios está con nosotros quién está con ellos?-. Se preguntaba Wilhelm.

-El mismo demonio, es la lucha del bien y el mal, tan sólo lee los últimos episodios del Apocalipsis:

"Sus suelos hervirán desatando el averno donde surgirán las fuerzas del mal" Capítulo 35, versículos 7 a 10-. Respondía Fritz.

Wilhelm observándo un pequeño botón dorado apretando los ojos para lograr verlo y con un cigarrillo encendido en su boca dice:

-¡Tal vez estamos llegando al día del Juicio Final!-. Sorprendido Wilhelm exclama.

-Sólo espero haber fornicado antes de confesar mis pecados al ser supremo-. Decía sarcásticamente Fritz.

Escuchaba todo esto y asimilando todo como verdad sólo dirigí mi vista de nuevo al mismo horizonte, no era nada, estaba vacío... tanto vacío no había visto... el suelo humeaba y estaba ennegrecido por las bombas, del horizonte se soltaban por horas avernos de balas, cada descripción con la biblia coincidía, pero no pensaba en mis creencias, pensaba en otros momentos, con otras personas... al igual que yo los franceses deben tener familia, esposas, hijos, padres, hermanos... y al igual que yo ellos piensan en ellos. Pero no resolvía la duda: Si Dios está con nosotros ¿Quién con ellos?.

¿O acaso no tiene preferencia?

¿Por qué nos abandonó en este infernal lugar?

Dios es tan misericordioso que no desearía que nos matáramos entre nosotros ¿por qué estamos aquí?.

Es simple:

Aquí... Dios no existe.


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