18. Ángeles de fuego

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Estaban intentando entrar por las bravas. Las detonaciones para entrar en esa especie de búnker que el mercenario había adaptado de un almacén abandonado acabarían horadando la superficie. Estaba claro que Nayua traía una sorpresa adherida a la ropa, no era posible que los hubieran localizado de cualquier otra manera.

-Quítate la ropa -ordenó Hunter en un cambio de dirección en su comportamiento que asustó aún más a Nayua.

-What the f...?

-Tienes un rastreador en el cuerpo, en la ropa si no te han pinchado ¿te han pinchado? -quiso saber con rapidez pero sin perder el control.

-No... -contestó la mujer entre pensativa y dudosa.

-O te quitas la ropa tú o te la quito yo -sentenció mientras rebuscaba en un cajón alternativas a la ropa que llevaba la lingüista.

"Me voy a coger complejo de Barbie, tanto cambiarme la ropa el personal...". Entonces cayó, Dan no le había ofrecido esa ropa sin un motivo, estaba claro que Hunter tenía razón.

-Déjame que lo compruebe -dijo Nayua tratando de palpar en su ropa algún dispositivo, alguna etiqueta fuera de lo normal, algo que le valiese para no tener que quitarse de nuevo la ropa. No había caído tampoco hasta ese justo momento en que le gustaba, era cómoda y suave. Sí, le agradaba.

-Raaaaaaaaasssssssssssssssssssssss.

Cuando ya pensaba que nada le iba a sorprender, Hunter le enseñó el jirón de abrigo que le había arrancado.

-Que te quites la ropa ¡ya! -y le ofreció unos pantalones y una camisa militares.

Nayua se quitó la ropa y se volvió a vestir tan rápido que casi no hubo desnudez, no era momento para seducciones, timideces ni pamplinas.

-Entra ahí -ordenó Hunter sin mucho miramiento señalando a un compartimento pequeño que había aparecido por arte de magia al levantar una portezuela metálica, como una gatera.

-¿Me estás tomando el pelo? -se atrevió a preguntar, sin terminar de creerse que el mercenario esperara su colaboración para seguir secuestrada.

-Elige, para lo que yo te quiero ya lo sabes ¿te quieres arriesgar a que las intenciones de la otra parte sean mejores? -le preguntó mientras sostenía la portezuela a lo que parecía la entrada a un gran tubo metálico.

-Yo... -la mujer se quedó paralizada.

Hunter la rodeó con su brazo izquierdo y se la apoyó en el pecho mientras la obligaba a agacharse hasta introducirse por completo, sentados con las rodillas dobladas, en una especie de tubo de acero inoxidable parecido al que se usa en los edificios para depositar la basura. Cerró tras de sí y pulso un enorme botón rojo con la mano abierta. Un poder de absorción que nunca había experimentado la lanzó hacia arriba con Hunter cubriéndole las espaldas. Sentía su calor. Lejos de sentirse incómoda, le reconfortó. La sensación fue tan inesperada y eléctrica que no pudo evitar que le diera un ataque de risa nerviosa.

-¡Mierda! -gritó Nayua percatándose de algo mientras afloraban en la superficie, en una especie de zona de aparcamiento alejada del almacén.

-¿Qué? -preguntó Hunter sin entender nada.

-Me he dejado algo importante dentro -aclaró mientras se recolocaba la ropa, ya emergidos a la superficie por el túnel de vacío que había construido para carga y descarga de mercancías.

-Me he dejado los pendientes que me regaló mi abuela.

Mi sueño en tu bocaWhere stories live. Discover now