16. Lejanía

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El poder del deseo no es igual en todas las personas. Las indolentes dejan pasar las oportunidades que el deseo despierta en la motivación. El señor Martin no era de esos. Desear, sentir, actuar. Sí, le había llevado a más de un fracaso, pero para tener éxito solo hacía falta acertar una vez. Dan era constante movimiento, adicto al cambio, perfeccionista, un ser humano en continua evolución que, a pesar de todos los matices que iba adquiriendo desde la experiencia, se mantenía fiel a sus principios. Y no eran principios como los de Groucho Marx precisamente.

Dam no paraba de pensar en que desconocía por completo que Nayua llevara el triskel. ¿Sería casualidad? ¿Alguien con el gusto por los tatuajes y los triskeles? Nunca se había topado con dicha casualidad pero, de entre todas, esa podría ser posible. Porque si no, si ella era mantia... No podía ser, solo existían 13 mantia en el mundo y, a pesar de que sus nombres no habían sido revelados, no le constaba que ninguna fuera española. Algo extraño, por otra parte, porque los mantium surgieron durante la época de esplendor romana en la Bética. En esa época, Adriano mandó construir el templo a Venus y, paralelamente, las mujeres represaliadas que acusaron de ser judías en las guerras judeo-romanas fundaron la octana de los mantium, con 13 sumas sacerdotisas, las mantia.

Mujeres perseguidas por el hecho de ser mujeres con gusto por el saber y la cultura que, aunque algunas no eran judías, no les importaba serlo o no serlo. Eran mujeres libres de pensamiento, fuertes de espíritu, indomables. Pero su fortaleza era su debilidad, porque en una sociedad machista, retrógrada y violenta, estaban condenadas al igual que lo serían las científicas y curanderas (en el mejor sentido del término), acusadas de brujas siglos después. Las mantia no conocían límite cuando se reunían, libres de prejuicios, de modas sociales y de imposiciones maritales, las mantia siempre fueron 13.

13 por ser el número de apóstoles (siendo el decimotercero una mujer); 13 por ser número de espíritus malignos en la Cábala Judía; 13 por ser el número de asistentes a la Última Cena; 13 porque el Anticristo surge en el capítulo 13 del Apocalipsis; 13 por Loki, Dios vikingo del caos y la traición.

Pero no todas eran mujeres. Los hombres que mostraban devoción por la verdad sobre la igualdad entre sexos también eran bien recibidos, aunque abocados a redimir a sus congéneres masculinos. No eran un grupo de amazonas ávidas de venganza, eran toda una sociedad oculta que, generación tras generación, veneraban, el amor, la familia... la vida.

Dan se paso la mano por el pelo ensortijado, un gesto automático que le volvía a dar cierta forma deslizando los dedos entre los cabellos a modo de peine. Era suave y brillante, con un aspecto saludable que denotaba su capacidad para que el estrés no le dejara mella. Pasó delante de un espejo, donde no solía mirarse y, por primera vez, le devolvió una imagen atípica en él: cansancio. Golpeó con la punta del dedo su reloj cinco veces y todos se marcharon. Conforme avanzaba en el salón fue dejando caer la ropa, acto seguido se zambulló en la piscina de metraquilato, buceó suavemente y resurgió al final, donde pudo observar la ciudad sin que fuera consciente de que era observada, como un gato saciado observa un ratón.

Se giró aún flotando en el agua, apoyó la espalda y desplazó el índice sobre su reloj formando tres círculos que se ensortijaban sobre sí mismos. Miró el símbolo unos segundos más, suspiró plácidamente, sonrió y pulsó sobre el triskel que había dibujado.

-Che sarà, sarà -susurró mientras volvía a sumergirse para bucear de nuevo.

Algo vibró en el bolsillo. Una mano adornada con una especie de sello de oro se coló en él, sacó levemente un dispositivo, sin apenas separarlo de su escondrijo. La mano devolvió el dispositivo a su sitio y se quedó allí, acariciando la pantalla donde un triskel había aparecido por arte de magia. Poco después esa mano, con el anillo del Pescador, se recolocó el casquete de seda blanco sobre la coronilla casi pelada y se dispuso a continuar su paseo matutino.

Mi sueño en tu bocaWhere stories live. Discover now