5. Dan

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Dan Martin se había quedado solo en la última planta del hotel donde había fijado su zona de trabajo mientras estaba en Madrid. Se sirvió una copa de Chardonnay espumoso mezclado con sake, bien fría, y se sentó en un sillón que habían traído especialmente para él. Volvió a abrir el dossier de la profesora y lo leyó prestando atención a cada detalle. De pronto, el móvil sonó.

-La tengo -dijo una voz ronca, rasgada por noches en vela de frío alcohol.

-Te envío la localización donde debes traerla -dijo Dan mientras acababa de un trago el resto de la copa.

-No se ha hecho efectiva la transferencia -añadió Hunter, apuntando aún a la profesora, de espaldas.

-Se te pagará las dos partes juntas cuando la entregues -aclaró Dan.

-50% al contratar, 50% al finalizar -recordó Hunter, sin una gota de sudor en su camiseta negra de mangas largas, de algodón ajustada.

-Te acabo de enviar la localización, ya lo hablamos aquí, se te pagará, soy hombre de palabra, ha debido haber algún problema informático y... -se excusó el empresario y mecenas.

-Ese no era el trato -y, sin dar opción al interlocutor, Hunter colgó el móvil. 

Acto seguido le sacó la batería, y lo pisó hasta que los fragmentos gritaron basta. De forma mecánica, dio la vuelta a Nayua, que tenía las manos atadas a la espalda con unas esposas desechables de nylon, típicas de la Guardia Civil Española. Se enfundó el revólver y cuando ella levantó la vista se quedó mirándola sin decir nada. El pelo se le amontonaba en la cara con la brisa, Hunter le apartó un mechón, despacio, hasta llegar a un aro de oro del que colgaba una perla. Palpó con los dedos aquella nacarada hija del mar, perfecta en su imperfección, suavemente.

-Pues ya que no vas a cobrar, podrías quitarme esto, tengo muchas cosas que hacer -Nayua se envalentonó pensando que no tenía pintas de asesino.

-No tientes tu suerte -dijo aupándola a su hombro, donde la cargó con facilidad, como un saco de patatas, hasta su Chrysler 300 negro mate.

-Pretenderás pasar desapercibido con este coche de mafioso -soltó Nayua nerviosa.

Hunter, abrió la puerta y la dejó caer en los asientos traseros con agilidad. No era la primera vez que lo hacía. Con una brida de plástico, inmovilizó también los pies de la profesora. Una segunda sirvió para dejarla atada al broche del cinturón de seguridad del asiento trasero contrario al conductor.

-Es el mismo que alquilasteis, haber elegido uno más discreto -dijo en seco mientras daba un portazo.

En el ático del hotel, la cara de póker del señor Martin, mientras se servía otra copa, no podría descubrir cuáles eran sus intenciones si, minutos antes, no se hubiera puesto rojo de ira antes de pronunciar las dos palabras más peligrosas de todas las que estaba acostumbrado.

-Plan B. 





Mi sueño en tu bocaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora