Capítulo LXV: "¡Yo no tengo rey!" (II/II)

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—¡Soy yo, niño bonito! Tranquilo, soy Jakob.

—¿Jakob?

Entrecerró los ojos para ver mejor su cara cuando el visitante se quitó la capucha. La luz era tan escasa que no podía estar seguro de sus facciones, pero sí de la voz que le hablaba.

—Vamos, voy a sacarte de aquí. —Jakob le arrojó algo a los pies—. Ponte el uniforme.

—¿Qué? ¿Cómo que a sacarme de aquí? —cuestionó, desconfiado, mirando las piezas de cuero en el suelo.

Jakob chasqueó la lengua.

—¿No confías en mí? ¡Vamos, no tenemos mucho tiempo!

Lysandro dudó un poco más. Pero era Jakob y en todo el tiempo que llevaba conociéndolo no tenía motivos para dudar de él, al contrario. Así que tomó las piezas de cuero y sin hacer más preguntas, se desnudó. Mientras se vestía con el uniforme volvió a formular la pregunta que lo atormentaba:

—¿El príncipe Karel está bien?

—Lo está. Él me envió para ayudarte a escapar —contestó Jakob—. ¡Ahora apresúrate!

Un peso enorme se desvaneció en su interior. Karel estaba bien y si enviaba ayuda era porque no lo odiaba. O al menos, no tanto.

Con ánimos renovados, Lysandro terminó de colocarse las grebas y las muñequeras. Se ató el cabello con un cordón que le dio Jakob y ambos salieron de la celda.

—Actúa normal —le dijo Jakob una vez que estuvieron en el pasillo—. Ahora mismo no hay centinelas por orden de arriba, pero si nos topamos con algún guardia insistente, dirás que el capitán te ha enviado hasta acá por asuntos particulares.

Lysandro asintió. Quería preguntar por Jensen.

—El general Jensen...

Jakob giró ligeramente sobre su hombro para mirarlo mientras caminaba.

—Lo siento mucho, Lysandro. Sé cuánto significaba para ti. El día del envenenamiento, el general nos envió a Ivar y a mí a su finca para que protegiéramos a su esposa e hijas. Creo que él sospechaba lo que iba a pasar o tal vez esperaba enfrentar a Viggo. Ya nunca lo sabremos, lo cierto es que al regresar me encontré con la terrible noticia de su muerte.

Un puño de hierro le apretó el corazón al pensar que el fallecimiento de Jensen en parte era su culpa.

Continuaron avanzando sin toparse con nadie hasta que salieron al patio de armas. Las luces encendidas en lo alto de los postes le permitió contemplar a su amigo, portaba el uniforme de Vergsvert, pero además, una capa roja pendiendo del hombro derecho.

—¿Ahora perteneces a la guardia real?

—Sí —contestó Jakob y luego apremió—. De prisa, viene un grupo de soldados.

Lysandro disimuló y se puso a la par de su amigo. El grupo pasó por al lado de ellos e inclinaron la cabeza ante Jakob como saludo respetuoso. Cuando ya se alejaron, Lysandro preguntó:

—¿A dónde vamos?

—A las caballerizas. No quieres huir a pie, ¿verdad?

—Gracias por todo lo que estás haciendo por mí, Jakob.

—Solamente estoy ayudando a un amigo, niño bonito. Además, me van a pagar bien.

Lysandro sonrió y continuaron caminando hasta los establos. Allí dos palafreneros se ocupaban de los caballos.

—Señor —dijo uno de los mozos—, ya están listos.

—Muy bien —respondió Jakob y le dio al mozo dos monedas de reluciente plata.

El amante del príncipeWhere stories live. Discover now