Capítulo 24. Deseo seis.

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Esta semana más que nunca me he sentido muy cansada y débil. Con la explicación de Ariana y William más o menos entendí que era por el nuevo medicamento, que era un poco más fuerte que el anterior y apenas se estaba acostumbrando a mi cuerpo. Espero que sea rápida esa adaptación, porque estar de este modo es lo que menos me gusta.

Ahora me encuentro en la cama recostada y con el pijama todavía. No he tenido ni un gramo de ánimo para levantarme y arreglarme. Hacer la terapia dirigida es como una nueva prueba, siempre que termino una de las sesiones, debo irme a acostar el resto del día y recuperar energía, además los morados que me salen en el cuerpo son mucho peores, son más grandes y rojos dejándome ronchas espantosas.

Llorar como de costumbre es mi terapia para calmar lo que me duele este proceso. Y siempre me sirve, desahogarse es la mejor medicina que puedo tener, para el otro día poder levantarme y seguir adelante como la guerrera que me considero. Ya entendí que eso es lo que somos los que luchamos contra enfermedades de este tipo, seguir adelante es muy duro y más cuando todo de un momento a otro cambia en tu vida. Pero sin importar que, tratamos de aferrarnos para ganar.

—Alison, otra vez nos dejas hablando solos —dice mi padre con voz ronca de regaño y le sonrió.

—Perdón es que me siento un poco cansada.

No comprendo por qué les dije eso, si se supone que la idea no es alarmarlos para que no se preocupen tanto.

—¿Dónde está tu enfermero?, ¿Te sientes muy mal porque si es así llama al hospital que vayan por ti? —pregunta mamá con desesperación

Antes de que mi copia hecha hombre le de por agregar algo más que preocupe más a la rubia me adelanto hablar.

—Tranquilos los dos que estoy bien solo es un síntoma secundario del medicamento que me están suministrando y logra que me de sueño—les aclaro y con nuda vuelven a relajarse un poco

—De igual forma no me agrada que estés sola dónde está tu enfermero —sigue insistiendo mi padre.

—Se fue por unos medicamentos que necesitaba con urgencia, pero debe estar por llegar, no se preocupen.

—Como no lo vamos a hacer, eres nuestra hija Alison, esto no se puede pasar sin más, así que no le digas cosas que no sucederán —me asegura mi papá —. Ahora te dejaremos descansar, cuídate mucho y te amamos.

Se despide sin querer porque arruga la cara, pero un segundo después me sonríe.

—Te amo con todo mi ser cariño, ya verás que pronto estaremos uno al lado del otro—dice la rubia con la voz entrecortada y lágrimas en su mejilla.

El nudo en mi garganta y mis ojos cristalizarse no se hacen esperar, de igual forma aguanto todo, porque no es la mejor opción llorar delante de ellos.

—Yo también los amo, no creo que el amor de este mundo alcance para todo lo que siento —la voz ya se me quebró y las lágrimas se salen solas sin poder detenerlo —. Pero necesito que me prometan, que no harán una locura de venirse sin dejar todo arreglado en casa, como me lo juraron el día que me vine, me partiría más saber que no tiene lo que siempre soñaron por esta situación —. Los dos se miran con cierta duda y mi padre toma la vocería.

—Alison no pod... —le interrumpo antes de que siga hablando.

—Solo necesito que me lo prometan.

Me acomodó el gorro que tengo en la cabeza. Que oculta mi calva que claro que lo saben, pero el tema todavía me pone sensible, porque no me acostumbro a estar o sin tocar mi cabello castaño que era mi tesoro más preciado. Es casi irreal que no esté en mi cabeza y no lo pueda peinar o hacer trenzas. Situaciones como estas serán imposibles de aceptar o olvidar de lo fuertes que son.

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