ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 18

1K 86 56
                                    

Capitulo largoo, mas de 7k de palabras ;*

ᘛᘚ

Volvió a la mesa y volvió a sentarse, encorvándose y cruzando el tobillo sobre su rodilla. — ¿Recuerdas cuando te conté acerca de la noche en que me fui de casa, que fue a causa de una discusión que tuve con mi padre por mis caballos?

 Ella asintió con la cabeza apoyada en el alféizar de la ventana detrás de ella.

—Bueno, fue algo más que eso. -  Desvió la mirada hacia una taza de café vacía sobre la mesa delante de él, dándole vueltas como si estuviese intentado buscar la manera de contar su historia en los posos del café. Conocí a Marie Rose cuatro años atrás, en su fiesta de bienvenida. Ella acababa de llegar de una sofisticada escuela oriental. Su padre, era uno de los mayores clientes del banco. Estuve de acuerdo en asistir a la celebración y estar en paz con mi propia familia, el viejo me dijo que me pusiera algo decente para dejar de parecer un obrero contratado por una noche. 

Erwin sonrió irónicamente. — ¿Cómo iba a resistirme ante una invitación tan amable? Planeé permanecer allí durante media hora, más o menos; una pequeña charla, y después me iría. No sé por qué, pero había supuesto que la muchacha probablemente sería una hogareña marisabidilla a la que su familia estaría deseando casar. Pero cuando me presentaron a Marie, fue como si hubiese perdido todo, mi sentido del tiempo, mi corazón, mi mente — todo. Desde ese momento estuve condenado. - Negó con la cabeza, y su expresión se tornó agridulce. — Ella era hermosa, con largos rizos y bellos ojos, y tan diferente de las otras mujeres que había conocido. A primera vista era una dama culta, pero una niña se escondía en su interior, supongo. Por debajo de todo lo que vi, descubrí una mujer sin sentido, sin inhibiciones, libre de pensamiento. Me hizo perder la cabeza como si fuera un chico de quince años. Me convertí en el peor de los ciegos, el más tonto enfermo de amor que jamás se ha visto. No podía comer, ni dormir, ni pensar en nada ni en nadie más que en ella. -

Madison bajó los ojos. Era casi imposible imaginar a Erwin como se acababa de describir. Era tan serio y tan controlado, incluso cuando estaba furioso. El día en el que le vio amenazar al minero con su cuchillo de carnicero, cruzó su memoria. Ese era el Erwin Smith que ella conocía — peligroso, rápido, audaz y ciertamente imprevisible. Tan difícil como era para ella imaginarle tan enamorado, le resultaba aún más difícil pensar en otra mujer que pudiese evocar esos sentimientos en él.

Se pasó la mano por el pelo. — Marie escuchaba todo lo que yo tenía que decir, lo cual era mucho — durante mucho tiempo mantuve parte de mis pensamientos e ideas para mí mismo. Finalmente, pensé que tenía a alguien con quien hablar, alguien que entendería mi amor por la tierra y los caballos. Al menos pensé que lo entendía. No sé por qué la verdad — nunca hubo dos personas que tuvieran menos en común. Pero no me di  cuenta en ese momento, y no fue hasta mucho más tarde, cuando caí en la cuenta de que mientras que yo le había dicho a ella todo acerca de mí mismo, yo no sabía casi nada sobre ella. Antes de que supiera lo que estaba haciendo, le pedí que se casara conmigo.

—Supongo que es que no llegamos a conocer a la gente —dijo Madison en voz baja. — Creo que a veces nos decidimos a pasar por alto cosas sobre una persona que nos hace dudar, o nos preocupan. Sé que eso es lo que yo hice con Will.

Él la consideró por un momento, como si estuviera viendo un nuevo lado de ella. — Eres más inteligente de lo que tú misma piensas. Creo que desde el principio sabías que estabas apostando demasiado con Tybur. Era un riesgo audaz, pero las probabilidades eran tan altas que estabas destinada a perder.-

Se acercó a la cuna y miró a Annie. — Tal vez tengas razón. -  admitió ella, dejando que sus ojos se encontrasen con los suyos. — Estaba tan desesperada por salir de casa, que estaba dispuesta a correr ese riesgo con Will. Era esperar demasiado que todo saliese bien, que de alguna manera se convirtiese en el tipo de hombre que tú — Apartó la mirada entonces, y sintió que sus mejillas se enrojecían como si ella también tuviese fiebre. Inclinándose, mojó la cabeza de Annie con un paño frío.

𝙻𝚊 𝚂𝚎ñ𝚘𝚛𝚊 𝚂𝚖𝚒𝚝𝚑 | Erwin SmithWhere stories live. Discover now