ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 6

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Capitulo Larguito para compensar mi desaparición jsjsj

ᘛᘚ

Salió de la cama y sacó a Annie de su caja. Un dolor profundo tensaba sus brazos y hombros, recordándole el esfuerzo que había hecho la noche anterior con el pesado saco. Madison le había dado poca importancia a todo lo que pesaba en ese momento, pero ahora sus brazos y los hombros le dolían por haberlo arrastrado hasta la cama.

—¿Cómo está mi pequeñita? -Susurró con una sonrisa. La bebé agitó sus puños adormilada. No importaba lo cansada o desanimada que Madison pudiese estar, Annie siempre podía aliviar el dolor de su corazón. En su mente, el bebé era su recompensa por soportar a Will, y por esa única razón, no lamentaba completamente haberse casado con él. 

Annie gorgoreaba y le devolvió la sonrisa. Gracias a Dios, dormía de seguido casi todas las noches y no era un bebé inquieto. Cada vez que había llorado cerca de su padre, algo que no había sido muy a menudo, él la había amenazado con golpearles a ambas si Madison no la calmaba.

— ¡Y ahora mismo, maldita sea! -

A pesar de que nunca había golpeado a la niña, Madison temía que sería sólo cuestión de tiempo. Ella nunca había le a  pegado a nadie, pero sabía que ese día llegaría, si Willy le hubiese levantado alguna vez la mano a Annie. De hecho creía, que hubiese sido capaz de matarlo.

Después de alimentar a Annie y ponerle un pañal limpio, fue a lavarse, esta vez evitando su reflejo en el espejo, y se puso sus ropas viejas de nuevo. Entre bocado y bocado de restos de galletas frías de la cena de la noche anterior, extendió la falda remendada con cuidado entre sus manos y la miró. El gris era tan fino y desgastado en algunos puntos que podía ver su enagua blanca a través de ellos. 

Dejó caer los pliegues y suspiró. Madison nunca había tenido cosas buenas, nadie en Slabtown lo había hecho. Gente como los Stratman, la familia para la que su madre había trabajado, tenían fontanería interior y electricidad, e incluso un automóvil con un hombre que les llevaba a donde querían. 

Su madre le había contado sobre la maravillosa casa que tenían en la ladera en Park Place — que incluso tenía un ascensor — y las grandes fiestas que daban con alimentos exóticos como langosta y ostras y paté de hígado de ganso. Una vez, Madison había llegado incluso a probar un poco de langosta cuando su madre llevó un trozo a casa, envuelto en papel de aluminio. El papel era otra de las comodidades que sólo había visto con anterioridad, en los bloques de mantequilla.

No, Madison no había crecido con cosas bonitas, siempre había pasado con lo imprescindible. Pero siempre había tenido sábanas en la cama, aunque hubieran sido tan finas y traslúcidas como el papel cebolla. Y nunca se había percatado de la poca ropa que tenía, hasta ahora. Miró de nuevo su falda en mal estado. Erwin había dicho que la llevaría a comprar cosas para ella y el bebé, y le molestaba tener que aceptarlo. Sin embargo, al igual que estaba sin ropa, también estaba sin elección. Por Annie, pensó, tenía que hacerlo por ella.

La puerta se abrió de repente. Madison se sorprendió y Erwin Smith entró en la habitación. Esa vez no había oído a sus pasos por las escaleras. Madison se dio cuenta de que tenía que bajar la cabeza para pasar por el quicio de la puerta. Su alta, delgada y  musculosa forma dominaba toda la habitación, eclipsando todo lo demás, y sus intensos ojos barrieron la misma, descansando brevemente en el saco de arroz en su cama. Finalmente, le lanzó una mirada penetrante antes de que ella bajase la mirada y retrocediese un paso.

—¿Lista para ir a Wall Street? - Preguntó, como si le hubiera leído el pensamiento.

Ella asintió con la cabeza, y con obvia rigidez, cogió a Annie en sus brazos. La pequeña dormía despreocupadamente. Sentía sus ojos en ella, pero no levantó la vista en ningún momento. Erwin se hizo a un lado para dejarle pasar, y luego la siguió por la estrecha escalera. Con cada paso que daba, Madison era consciente de su presencia detrás de ella; su presencia física y la fuerza que emanaba de él, eran a tener en cuenta. Ella deseaba que no tuviese que preocuparse por eso justo en ese instante.

𝙻𝚊 𝚂𝚎ñ𝚘𝚛𝚊 𝚂𝚖𝚒𝚝𝚑 | Erwin SmithWhere stories live. Discover now