ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 3

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La puerta se cerró de golpe, y Madison se encontró al otro lado de ella, escuchando las pisadas de Erwin, bajando las escaleras. A solas con Annie para inspeccionar esa habitación con paredes de corcho, y sus circunstancias, se esforzaba por entender todo lo que le había sucedido en el presente día.

Tybur había comercializado con su esposa y su propia hija, entregándoselas a un extraño para pagar una deuda — no se sentía herida, exactamente. Después de todo, ¿cómo era posible que alguien que se había esforzado tanto para ganarse la más profunda aversión de su mujer hacia él, podía aún herirla? Había sido su esposa durante poco más de un año, y aprendió muy pronto que era mucho menos hombre de lo que creía en un principio. Pero el descubrimiento de la totalidad de su egoísmo y deslealtad, la había dejado aún más atónita. No se había dado cuenta de que ni ella ni Annie le importaban en absoluto. 

O tal vez simplemente no había sido capaz de admitirlo hasta el momento.

En verdad, ella sabía que no iba a echarlo de menos. A pesar de su gran discurso sobre el futuro durante su breve noviazgo, había demostrado ser de mal genio y perezoso, como su padre y sus hermanos. Pero ¿ qué pasaría con Erwin Smith? A pesar de que afirmaba lo contrario, y aunque efectivamente trabajaba — en un negocio propio, también había aprendido de la peor manera posible, que nunca había que confiar en las buenas palabras de un hombre.

Porque eres justo un hombre, es justo lo que haces.

Si sólo con la apariencia externa se viese reflejado el carácter de una persona, si la buena gente fuese guapa y los malvados fuesen feos, la vida sería mucho más simple. Pero a veces las caras hermosas escondían corazones oscuros, ella lo sabía, y aunque Erwin era mucho más guapo que Willy, eso no le decía demasiado. Alto, ancho y musculoso, su forma sugería una vida dedicada a tareas muy exigentes, físicamente, mucho más que estar sentado en un tronco de árbol, levantando nada más pesado que una botella de whisky, o pasando el día quejándose del gobierno, cosas que Tybur era muy propenso a hacer.

Había visto una fuerte, indomable inteligencia en los ojos azules de Smith. Su pelo era de un rubio claro, muy diferente al de ella. Tenía una frente ancha y una nariz larga y prominente y su mandíbula cuadrada sugería un temperamento tenaz y decidido. Tenía una boca grande y sensual. 

Era salvaje, magnético — podía atraer a la gente con la misma fuerza que emanaba cuando los rechazaba. Sintió que debía haber un cazador en él, salvaje e independiente. No había duda de que fuese atractivo. De hecho, ella pensó que era el hombre más guapo que jamás había visto. Pero ¿ cómo iba a tratarla a ella y al bebé? Si él se cansase de su acuerdo y decidiese no llevarlo a cabo como había prometido, podría echarlas a la fangosa calle, si quería. 

Madison sabía que tenía que pensar en alguna manera de protegerse y proteger a su hija. No hay garantías en esta vida — esa misma tarde había aprendido que ni siquiera el matrimonio protegía a una mujer.

 Annie empezó a gemir entonces, su paciencia empezó a agotarse, y Madison tuvo que abandonar momentáneamente sus reflexiones. Dio dos pasos más en la habitación, en busca de un lugar para cambiar al bebé. Una pila de platos sucios ocupaba la mesa por completo y había ropa colgada entre dos sillas.

 El cuarto era bastante pequeño, tal como Erwin había dicho, con un techo bajo de madera. De hecho, con él en la habitación, parecía aún más pequeño. La masculinidad que irradiaba en ese lugar, le resultaba un poco amenazante. Finalmente, puso el bebé en el suelo y desprendió su pañal empapado. 

 —Sonríe, mi princesa -canturreó mientras colocaba un nuevo trozo de saco de harina alrededor de la pequeña cintura de su bebé. Tratando de mantener el temblor de su voz, se obligó a ignorar esas palabras esperanzadoras grabadas con hilo azul en el trajecito de la pequeña. Esa no era la vida que una madre deseaba para su hijo. Ella misma podía vestir ropas viejas, gastadas y sentirse tan vieja y tan gastada. Pero ella quería mucho más para la pequeña Annie Samantha. Levantó al bebé en sus brazos. — Todo va a ir bien. Mañana conseguiré material para hacer ropa nueva, y te haré también mejores pañales. Annie dejó de quejarse y miró a la pequeña con una mirada solemne. — No hemos tenido un buen comienzo juntas, ¿verdad? Susurró Madison, poniéndose de rodillas. — Pero vamos a salir de ésta, sólo espera y verás.

𝙻𝚊 𝚂𝚎ñ𝚘𝚛𝚊 𝚂𝚖𝚒𝚝𝚑 | Erwin SmithDove le storie prendono vita. Scoprilo ora