Capítulo 18.

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El sol brillaba mientras corrían por la calle, Juliana vigilando nerviosamente para no toparse con la policía. Sabía que tendría que hablar con ellos al final, pero Valentina no quería que les hablara de su madre y, aunque no estaba de acuerdo con eso, no era asunto suyo contarlo. Y sabía a ciencia cierta que si veía a un policía en este momento sería incapaz de contenerse, así que el mejor curso de acción era no chocar con ninguno.

Parecía un mundo diferente fuera; el viento había empujado lejos las nubes de lluvia y el cielo era completamente azul hasta donde sus ojos podían ver. Esa visión se oscureció rápidamente cuando Valentina la jaló hacía unos árboles familiares, ocultándolas del mundo.

—No estoy lista para ir a casa todavía —dijo Juliana en voz baja, tirando de Valentina hasta detenerle ahora que estaban a salvo.

—No te estoy llevando a casa —prometió Valentina apretándole la mano. Juliana asintió, confiando en su amada cuando empezó a tirar de ella de nuevo.

—Estúpida Lexa —espetó de repente y Valentina se rio entre dientes.

—Me preguntaba cuando saldría eso —dijo, y Juliana simplemente supo que estaba sonriendo.

—Bueno, vamos. Es decir, se supone que debe ser mi amiga, se supone que debería poder confiar en ella ¿y qué hace? Lanzar a la policía sobre nosotras. —Ahora que pensaba en ello su sangre comenzaba a hervir por la traición de su amiga. —Oh, Dios. —Se detuvo en seco, —debe habérselo dicho a mis padres. Si es algo de lo que toda la ciudad habla, entonces deben saberlo. No puedo creérmelo.

—Iban a descubrirlo con el tiempo —intentó tranquilizarla, pero Juliana estaba demasiado enojada para eso.

—Pero yo quería ser quien se los dijera. Es mi noticia que contar, no de Lexa —escupió su nombre. —Quiero decir, esto era una cosa muy importante para mí. No voy a negar que decirles a mis padres que soy lesbiana me aterrorizaba, pero aun así era algo que estaba dispuesta a hacer tan pronto como pensase que podía. Quería que lo escuchasen de mí, quería que pudieran ver que se trataba de mi elección y que era algo de lo que estaba feliz. Ahora ellos piensan que me has secuestrado y me estás obligando a hacer cosas en contra de mi voluntad. Dios, esto es una mierda. Nunca van a escucharme ahora.

—Sí, lo harán —dijo Valentina suavemente. —Ellos te quieren.

—¿Sí? ¿Cómo me escucharon cuando les dije sobre Nayeli? Básicamente dijeron que me habías amenazado para que mintiera, sin importar lo que dijera —señaló Juliana.

Los ojos de Valentina se oscurecieron ligeramente. —Entonces has que te escuchen, Juls. Hazles entender.

Se acercó más, agarrando la camiseta de Valentina, sin levantar la mirada. —Tengo miedo de que me saquen de aquí —entonces levantó la mirada. —Solo nos queda un poco de tiempo por delante, pero ¿y si ahora me llevan a casa?

Valentina le pasó el brazo alrededor del cuello y tiró de ella más cerca. —No sé, Juls, no lo sé.

Aferrándose a ella, Juliana intentó contener las lágrimas que amenazaban con caer. Todo era un desastre y no sabía qué hacer al respecto.

Había pensado que las cosas iban muy bien. Había tenido el apoyo de su hermano, su mejor amiga le respaldaba, y todavía tenían más de un mes de verano.

Ahora las cosas se estaban cayendo a pedazos tan rápido que no podía atrapar todos los trozos. Sus padres pensaban dios sabía que, su mejor amiga se había vuelto un Judas y su amante estaba siendo maltratada por su propia madre. ¿Qué más podría salir mal?

—Vamos, ya casi estamos allí —le dijo Valentina, dándole un suave beso en la frente y tomándole de la mano de nuevo.

Juliana le siguió obedientemente, disfrutando de la sensación de la mano de Valentina en torno a la suya, manteniéndola a salvo. Sólo deseaba poder hacer lo mismo con su novia.

Deadline On LoveUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum